Cuba en datos: ¿Se frenó el motor de la economía?

Imagen creada con inteligencia artificial usando ChatGPT.

El turismo se considera la espina dorsal de la economía cubana, transformándose desde la década de 1990 en el principal motor que dinamiza y articula el desarrollo de otros sectores productivos del país.

La llamada “industria sin chimeneas”, emergió como solución estratégica ante la profunda crisis económica que siguió al colapso del campo socialista en 1991, convirtiéndose en fuente esencial de divisas y generador de empleos.

La visión pionera del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz permitió un giro radical en el modelo económico cubano mediante la apertura a la inversión extranjera en el sector turístico, con la inauguración del hotel Sol Palmeras en Varadero, el 10 de mayo de 1990.

Esta apuesta estratégica marcó el inicio de una nueva era para la economía nacional, generando un crecimiento exponencial en la llegada de visitantes internacionales, sostenido durante más de tres décadas. El modelo de desarrollo turístico cubano logró combinar la atracción de capital foráneo con la preservación de la soberanía nacional, convirtiendo a la industria del ocio en uno de los sectores más dinámicos y modernizados del país.

No obstante, los últimos datos disponibles publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), correspondientes al primer semestre de 2025, revelan un preocupante cambio de tendencia, con disminuciones significativas en los principales indicadores del sector en comparación con el mismo período del año anterior.

Este retroceso ocurre en un contexto internacional particularmente complejo, caracterizado por una inflación global persistente, restricciones financieras externas derivadas del recrudecimiento del bloqueo estadounidense y una feroz competencia en el mercado turístico del Caribe.

La situación plantea importantes desafíos para Cuba, que debe replantear sus estrategias con el fin de mantener la competitividad de su oferta turística sin renunciar a los principios de desarrollo soberano que han definido su modelo económico.

El análisis de estas cifras no solo revela problemas coyunturales, sino que invita a reflexionar sobre los ajustes necesarios para garantizar que el turismo recupere su papel como locomotora del desarrollo económico nacional en las nuevas condiciones del siglo XXI.

Contracción generalizada en las llegadas de viajeros

Los datos oficiales del período enero-junio de 2025 revelan una contracción significativa en el flujo turístico hacia Cuba, marcando una tendencia preocupante para este sector estratégico.

Durante estos seis meses, la Isla recibió un total acumulado de 1 360 650 viajeros, apenas un 81% del registro equivalente en 2024 (1 680 304 visitantes). Esta diferencia porcentual se traduce en 319 654 viajeros menos con respecto al mismo período del año anterior, una merma considerable que repercute directamente en la economía nacional.

El análisis adquiere mayor relevancia al examinar específicamente las estadísticas de visitantes internacionales, el segmento más valioso para la captación de divisas. En este ámbito, las llegadas totalizaron 981 856 turistas, una reducción del 25% respecto a los 1 309 655 registrados en 2024.

Esta brecha de 327 799 visitantes internacionales menos plantea un desafío considerable para la industria turística cubana, tradicionalmente dependiente de estos flujos para sostener su infraestructura hotelera y su cadena de servicios asociados.

La contracción se manifiesta de forma generalizada en prácticamente todos los mercados emisores tradicionales, sin distinción entre emisores históricos y mercados emergentes. Esta uniformidad en el descenso sugiere un fenómeno multicausal, en el que confluyen factores tanto externos (bloqueo de Estados Unidos, coyuntura económica internacional, competencia regional) como internos (capacidad instalada, calidad de los servicios).

Especialmente preocupante resulta que esta disminución se registre en el sector que históricamente ha funcionado como amortiguador ante las crisis económicas en Cuba, generando entre 2 500 y 3 000 millones de dólares en ingresos directos anuales.

Comportamiento desigual por países

El desempeño del turismo internacional en Cuba, según el informe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), evidencia marcadas diferencias según los países de origen, revelando una compleja geografía de flujos turísticos con comportamientos dispares.

Canadá, tradicionalmente el principal mercado emisor hacia la Isla, experimentó una contracción significativa al registrar solo 428 125 visitantes entre enero y junio, equivalente al 74.1% de las llegadas en el mismo período de 2024.

Esta reducción de aproximadamente 150 000 turistas canadienses ha afectado especialmente los polos turísticos del norte del país, en particular Varadero, Jardines del Rey y Holguín, donde este segmento suele representar más del 60% de los visitantes.

La situación se agrava al analizar el mercado ruso, que sufrió una de las caídas más pronunciadas, con apenas 63 708 viajeros (56.5% respecto a 2024). Esta disminución superior al 43% refleja el efecto de las sanciones económicas internacionales contra Rusia y la depreciación del rublo, factores que han mermado la capacidad adquisitiva de potenciales turistas.

Los destinos preferidos por este segmento —como los cayos del norte de Villa Clara y los hoteles de La Habana— han experimentado una notable reducción en sus niveles de ocupación.

El panorama europeo tampoco resulta alentador. Alemania registró una caída al 64.1% de sus cifras anteriores, Francia al 73.6% y España al 73.8%. Aquí tiene un impacto las medidas punitivas estadounidenses contra cualquier europeo que visite Cuba, al que se le retira la facilidad de las visas ESTA para entrar en Estados Unidos.

Estos porcentajes, traducidos en cifras absolutas, representan la pérdida de más de 30 000 visitantes provenientes solo de estos tres mercados, tradicionalmente claves para el turismo cultural y de ciudad en destinos como La Habana, Trinidad y Santiago de Cuba. La combinación de factores como la inflación en Europa, el encarecimiento del transporte aéreo y la competencia de otros destinos mediterráneos explican gran parte de este retroceso.

No obstante, el escenario no es completamente negativo. El mercado estadounidense, a pesar de las persistentes restricciones del bloqueo, mostró una resiliencia destacable al mantener el 80.6% de sus cifras anteriores. Este desempeño relativamente estable se atribuye, en parte, al incremento de los viajes de la comunidad cubana y al mantenimiento de vuelos chárter desde Miami y otras ciudades con alta concentración de población cubanoamericana.

Los mercados latinoamericanos ofrecen los datos más alentadores: México conservó el 87.6% de sus visitantes, Argentina el 92.9%, y Colombia no solo evitó una disminución, sino que creció un 2.4%, siendo el único mercado emisor con cifras positivas.

Este fenómeno se explica principalmente por tres factores: el aumento en las frecuencias aéreas, los paquetes turísticos competitivos ofrecidos por las cadenas hoteleras cubanas y la efectividad de las campañas promocionales dirigidas específicamente al público sudamericano.

El caso colombiano es particularmente revelador, ya que su crecimiento, aunque modesto en términos absolutos, señala una posible vía de diversificación para el turismo cubano en medio de un panorama complicado.

Factores que explican el retroceso

La significativa reducción de los flujos turísticos hacia Cuba —que en 2024 apenas alcanzaron el 60 % de los niveles prepandémicos— es resultado de una convergencia sin precedentes de factores externos e internos, que han debilitado sistemáticamente la competitividad del destino caribeño. Este adverso panorama no puede atribuirse a un solo elemento, sino que surge de la interacción compleja entre condicionantes globales, regionales y domésticos que se retroalimentan negativamente.

Para comprender cabalmente la magnitud del problema, es necesario examinar, desde una perspectiva holística, tanto las condiciones globales que afectan al sector turístico mundial —como la inflación postpandémica y la recesión económica en Europa— como las particularidades únicas del caso cubano.

La mayor de las Antillas enfrenta un escenario singular, en el que confluyen sanciones económicas extraterritoriales sin paralelo en la región, limitaciones internas y una feroz competencia regional que ha sabido capitalizar mejor las nuevas tendencias del mercado turístico global.

Esta tormenta perfecta se manifiesta en tendencias desfavorables: según datos oficiales, la ocupación hotelera en 2024 no superó el 45 % durante la temporada alta, mientras que los ingresos por turismo cayeron un 35 % respecto a 2019. Más preocupante aún es la pérdida de participación de mercado: mientras Cuba lucha por recuperarse, otros destinos caribeños como República Dominicana y Jamaica ya han superado en un 15–20 % sus cifras prepandémicas, captando precisamente ese segmento de turistas que antes elegía la isla.

La particularidad del caso cubano radica en que, a diferencia de otros destinos que solo enfrentan los desafíos globales del sector, aquí se suma la asfixiante presión del bloqueo estadounidense —especialmente recrudecido desde 2017— que actúa como un multiplicador de todas las demás dificultades.

Desde prohibiciones financieras que impiden el flujo normal de pagos internacionales, hasta restricciones específicas al sector turístico —como la prohibición de cruceros y la inclusión de hoteles en listas vetadas para ciudadanos estadounidenses— estas medidas extraterritoriales configuran un entorno hostil para la operación turística.

Los consumidores en mercados tradicionales para Cuba —como Canadá, Alemania y Francia— han visto reducida su capacidad de gasto, lo que los ha llevado a optar por destinos más cercanos o con una mejor relación calidad-precio.

Además, el encarecimiento de los paquetes turísticos (entre un 25 % y un 40 % en los últimos dos años, según la OMT) ha provocado que muchos viajeros prefieran posponer sus vacaciones o buscar alternativas más económicas. Este fenómeno no es exclusivo de Cuba, pero sí afecta con mayor intensidad a un destino que ya enfrentaba dificultades para mantener su atractivo frente a competidores mejor posicionados.

Mientras Cuba lucha por mantener su infraestructura hotelera, otros países de la región han invertido masivamente en la modernización de su oferta. República Dominicana, México y Jamaica no solo han renovado sus instalaciones, sino que han lanzado agresivas campañas de comunicación, aprovechando su acceso a plataformas globales de reservas como Booking y Expedia, de las que Cuba está prácticamente excluida debido a las restricciones financieras impuestas por las sanciones de Washington.

Además, estos destinos reciben un flujo constante de turistas estadounidenses, que representan cerca del 50 % del mercado caribeño. Cuba, en cambio, permanece fuera de ese circuito debido a las prohibiciones de viaje y a las limitaciones derivadas de su inclusión en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, lo que disuade incluso a viajeros europeos que temen enfrentar dificultades al solicitar posteriormente un visado para Estados Unidos.

Aun sin las sanciones externas, Cuba enfrentaría serios desafíos. La obsolescencia tecnológica en hoteles, la escasez crónica de insumos (desde alimentos hasta repuestos para mantenimiento) y los frecuentes apagones afectan directamente la experiencia del turista. Datos de TripAdvisor muestran un aumento del 42% en quejas sobre limpieza, variedad gastronómica y disponibilidad de servicios básicos desde 2022. A esto se suma la reducción de vuelos desde Europa, que ha encarecido y dificultado el acceso a la isla. La combinación de estos factores ha creado un círculo vicioso: menos turistas significan menos ingresos para invertir en mejoras, lo que a su vez aleja a más visitantes.

Más allá de los problemas concretos, Cuba sufre una crisis de percepción. Las noticias promovidas fundamentalmente desde Miami sobre los apagones, la escasez de medicinas, alimentos y combustibles, y la migración masiva han dañado la imagen del país como un destino seguro y atractivo.

La inclusión en la lista de países patrocinadores del terrorismo añade un estigma que, aunque político, tiene repercusiones prácticas: bancos y empresas extranjeras evitan hacer negocios con la isla por temor a sanciones, y muchos turistas potenciales descartan el destino por miedo a complicaciones legales o simplemente por la mala publicidad.

Reflexiones finales: ¿Oportunidades en medio del desafío?

La crisis en el sector turístico evidenciado por los datos del primer semestre de 2025 trasciende lo meramente sectorial para convertirse en un asunto de seguridad nacional.

La pérdida de más de 300 000 visitantes y la consecuente disminución de ingresos golpean en un momento especialmente delicado para la economía cubana. Este descenso incide directamente en la balanza de pagos y limita severamente la capacidad de importación de bienes esenciales, generando un efecto cascada que repercute en toda la sociedad.

La interdependencia multisectorial del turismo cubano magnifica el impacto de esta contracción. El sector agrícola, que destina un volumen significativo de su producción al abastecimiento de la industria turística, enfrenta ahora excedentes que no encuentran mercado interno alternativo.

Las manufacturas locales –desde la industria ligera hasta las artesanías– pierden un canal de comercialización fundamental. Incluso el sector del transporte, con una flota de taxis y autobuses vinculados al turismo, ve comprometida su sostenibilidad. Esta red de conexiones económicas, que en períodos de crecimiento funcionaba como motor de desarrollo, hoy expone la vulnerabilidad de un modelo con alta dependencia de este sector.

Frente a este complejo escenario, emergen oportunidades para una reconversión estratégica. El crecimiento sostenido del mercado colombiano (102.4%) y la resiliencia de los flujos desde Argentina (92.9%) y México (87.6%) señalan caminos alternativos que merecen atención prioritaria. Estos mercados, tradicionalmente secundarios, podrían convertirse en pilares de una nueva estrategia de diversificación.

La modernización de la infraestructura turística aparece como otra prioridad ineludible. La implementación de programas focalizados de rehabilitación en instalaciones claves –comenzando por los polos de Varadero y los cayos– podría mejorar significativamente la competitividad sin requerir inversiones enormes.

El momento exige audacia estratégica y pragmatismo operativo. Mientras se trabaja por recuperar los mercados tradicionales, resulta imperativo consolidar alternativas emergentes y mejorar radicalmente la eficiencia productiva.

El turismo cubano cuenta con recursos humanos capacitados, una riqueza patrimonial invaluable, playas de singular belleza y prestigio internacional para superar esta coyuntura, pero requerirá una visión innovadora que combine su mayor tesoro –la autenticidad del pueblo cubano– con las exigencias de un mercado global en constante evolución.

La etapa invernal, de alza del turismo hacia Cuba, será una oportunidad para mostrar la efectividad de la estrategia adoptada por el sector del turismo y los esfuerzos realizados durante la Feria de mayo.

Otros artículos del autor:

Cuba
Colaboradores:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *