Un niño muere y otros dos resultan heridos cada diez minutos en Gaza, era la línea que hace pocos días encabezaba una noticia en el canal TeleSur. Breves palabras y apenas un par de cifras, pero removieron todo mi ser de un solo golpe.

¿Y los míos? ¿Dónde están mis niños? ¡Podrían comprender acaso lo que significa su inocencia al borde de un cañonazo, de un disparo, de la guerra…!
No, los míos no, ni los tuyos, ningún niño cubano; no perecen sus sueños entre las garras del horror que vive hoy Palestina; es casi imposible imaginarlos bañados en sangre, sin siquiera sentir un latido, un aliento de vida, un suspiro de esperanza.
¿Cuántos más deben morir para que el mundo escuche? Los niños de Gaza piden ayuda a gritos mientras su triste y alarmante situación refleja la más inhumana violación de los derechos de los infantes.
Este 20 de noviembre se festeja como cada año el Día Mundial de la Infancia, y a ciencia cierta ¿con qué vergüenza pudiéramos celebrar cuando a los pequeños palestinos se les arrebata el más grande derecho, el de la vida?

Por esta ocasión debiera ser, más que serpentinas, globos y pirotecnia, una jornada para alzar la voz a favor de la vida, del cese de tal genocidio allí. Más allá de celebrar logros se precisa llamar la atención sobre la situación de los niños y las niñas más desfavorecidos del orbe, y crear conciencia en las personas de trabajar día a día en su bienestar y desarrollo.
La Unicef lo ha declarado: “La matanza y mutilación de niños, el secuestro de menores, los ataques a hospitales y a escuelas, y la denegación de acceso a ayuda humanitaria son graves violaciones de los derechos de la infancia”.
Así van las fuerzas israelíes por Palestina, vulnerando cada uno de ellos, enajenando familias que se quedan sin posibilidades de protección para sus preciados retoños, sin alimento, sin higiene, sin un espacio de aire fresco donde respirar con holgura.

Huir probablemente sea el único pensamiento allí, en tanto el llanto de los niños ondée quizá cual bandera en medio del terror que sin piedad ha plantado Israel.
La universidad Al-Azhar en Gaza, donde estudiaban 16 000 jóvenes fue también arrasada, así como han saqueado y arruinado la ingenuidad, los deseos y sueños de los infantes. ¡Es imperdonable!
Asimismo, la relatora para los derechos humanos en los territorios ocupados ha denunciado ante la Asamblea General de la Organización de la Naciones Unidas que Israel detenga todas las “prácticas abusivas” contra menores en Gaza y Cisjordania.
Cuba se ha unido al reclamo porque nuestros niños son lo más preciado, solo ellos saben querer y hacerlo con el corazón, son la esperanza del mundo, y por eso luchamos, para que estén a salvo, los nuestros y los de fuera de fronteras también.
Detenidos o como paralizados en cálculos diplomáticos se encuentran quienes deciden, en un conflicto cuyo fin parece ser el de “desaparecer de sobre la faz de la tierra” a los palestinos, en lugar de proporcionar la protección necesaria a los menores atrapados por el doble rasero a la hora de considerar sus derechos humanos.
Un nuevo capítulo devastador del fracaso en la protección de los pequeños alcanzados por las guerras se escribe en Gaza; hoy la prioridad es reforzar un sistema que no los está protegiendo, mientras su infancia e inocencia agonizan al filo de la guerra.
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