Rafael Cabrera era un eterno enamorado de la vida y de su familia cuando fue víctima de una acción de piratería y, con coraje de titán, impidiera el secuestro de la embarcación Tres hermanos por cinco sujetos armados que intentaron inútilmente llevarla hacia Estados Unidos.
En la cooperativa de pescadores Mártires del Baire, a la que pertenecía desde 1959, había dicho: “Primero tendrán que matarme antes que dejármelo quitar, este barco no irá jamás a aguas extranjeras”.
Cumplió con su palabra en medio de una brutal campaña anticubana y dio mérito al apelativo de “Maceo” puesto por sus compañeros.
Al mediodía del cuatro de octubre de 1964, cuando el navío permanecía en Boca del Guayabo, en Punta del Este, lo encañonaron los dos individuos de la tripulación; el cabecilla era Miguel Conde Green, ahijado y persona de confianza de Rafael Cabrera.
En el asalto sorpresivo participaron otros tres secuaces ajenos a la dotación, quienes estaban escondidos. Los apátridas le dispararon al ofrecer resistencia y lo hirieron de gravedad, pero “Maceo” logró cortar la manguera de aceite del motor de la embarcación y evitó que los traidores se la llevaran: ellos fueron detenidos y se hizo justicia.
Durante varios días batalló entre la vida y la muerte en el hospital de Nueva Gerona hasta fallecer el 26 de octubre de 1964.
Al mártir de recia estampa de pescador lo privaron del beso que depositaba en la frente de Antonia Joaquina, su hija de siete años; le quitaron el placer de disfrutar de la risa de su princesa el Día de los Padres, tampoco estuvo cuando sus 15, ni conoció a sus nietos y bisnietos.
En conmovedor duelo popular expusieron su cadáver en el local del Partido en la entonces Isla de Pinos y sus restos reposan en el cementerio de la capital pinera, hasta donde llegaron sus familiares, vecinos, compañeros, dirigentes y el pueblo para venerar a quien cumplió a costa de su vida la palabra empeñada.
Al cumplirse 59 años de su partida física, el símbolo que representa Rafael Cabrera tiene en sus descendientes, jóvenes y trabajadores de Pescaisla a los continuadores de sus convicciones.
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