Dar y recibir chucho o cuero, hablando en plata cubana, se puede decir que es parte intrínseca de nuestra idiosincrasia. A menudo pasamos un rato en ello, ya sea en el barrio, en casa con la familia, entre amigos, e incluso en la escuela y mientras el fin es de diversión, solemos cogerlo con carácter deportivo. Pero, aunque en estas cuestiones somos muy ingeniosos, todo tiene un límite.

Cuando la burla se ramifica, sometiendo de forma continua a alguien, termina por convertirse en acoso, o lo que es igual, el mentado anglicismo bullying.
Dicha palabra encierra en su concepto “la agresión para ejercer poder sobre otra persona. Una serie de amenazas hostiles, físicas o verbales que se repiten, angustiando a la víctima y estableciendo un desequilibrio de poder entre ella y su acosador, cuyas causas pueden alojarse desde en modelos educativos referentes hasta en la ausencia de valores”.
Llama la atención cómo en los últimos tiempos dicho fenómeno ha tomado auge de manera esencial entre los adolescentes, poniéndose de manifiesto las distintas formas de este: físico, sicológico, verbal, social y ciberbullying –no podemos luchar contra la tecnología (redes sociales), pero sí usarla con fines educativos.
Emplearla sin el consentimiento de la persona es delito, válido para acosadores, víctimas y espectadores–.
El excesivo juego de manos constituye uno de los detonantes para la falta de respeto, pues el acaloramiento que genera simula un ring de boxeo que, sin importar el escenario, involucra a familia-escuela-sociedad.
La crítica constructiva, educa. Probado está que se puede ser exigente (ya sea alumno o profesor) sin perder la sensibilidad. Urge dialogar mucho –sin cansarse– con los educandos, elevar su autoestima, que se acepten como son, pues ahí hay un lazo que de no poseer la solidez requerida podría ceder ante las provocaciones o caer en las garras de la intimidación y el hostigamiento.
En lo personal siempre he tenido presente que el amor propio es el mejor regalo que puede darse uno a sí mismo. Sin embargo, a pesar de los avances en la sociedad actual, el mundo nos continúa impulsando a mantener un estereotipo de perfección que a no pocos impone un nivel de autoexigencia cada vez superior, en un ambiente hostil que demanda mucho de cada quien, por ello conservar la autoestima alta y sentirse ‘suficiente’ ante los demás no resulta tarea sencilla.
Puede que sea propio de la inmadurez, mas reflexionar con los jóvenes en el marco familiar acerca de que el acoso escolar es una forma de violencia entre compañeros, que no hay causa sin efecto y cosas pequeñas pueden ir creciendo al punto de que quien hoy está victimizado –por muy pasivo que sea– puede reaccionar y terminar lesionando a otro e incurrir en un delito.
La escuela hace acciones, educa a través del conocimiento, pero los modales, en especial el imprescindible respeto, vienen de la casa; es ahí donde hay que fortalecer el comportamiento en pos de que mañana sus hijos no sean víctimas ni autores.
Los jóvenes están en una etapa de cambios, van transformando su conducta y los padres somos su espejo, debemos ser cuidadosos con lo que decimos, o cómo actuamos delante de ellos. En los centros escolares están de paso, sin embargo, nuestros serán la vida entera y claro, la sociedad cargará también con el resultado final porque forman parte de ella, pero ante sus malas actitudes más sufre la familia.
Nos corresponde explicarles todo lo concerniente al bullying, sin obviar que existen medidas tanto contra los comisores como a sus representantes legales.
Tomar conciencia al respecto y reconocer a tiempo las posibles causas –falta de empatía, baja autoestima o influencia negativa del entorno– son fundamentales para prevenir y combatir este problema que afecta a muchos. La educación y la comunicación abierta son herramientas claves en la creación de un ambiente seguro y saludable para todos. Trabajar juntos en pos de fomentar una cultura de respeto y tolerancia podría ser el puño que propine un buen contragolpe al acoso.
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En mis tiempos, tengo 67 años , llegabas a la casa y le decías a tu padre me están haciendo esto o lo otro, el padre decía, rómpele la cabeza, remedio santo
jajajaja tampoco así Jesús, recuerde que violencia engendra violencia jajaja