“Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti”. Con estas palabras José Martí demuestra el verdadero amor que sentía por su hijo y destaca en cada una de sus líneas su preocupación por el futuro de los jóvenes.
Bajo estos preceptos del ideal martiano y la fe en su hijo nos forjamos cada día los jóvenes cubanos, con una ideología revolucionaria basada en el pensamiento antimperialista del Héroe Nacional.
Desde joven mi interés por la obra del Apóstol estuvo marcado en mi actuar como colegial y dirigente estudiantil. Los esfuerzos eran merecidos ante el estudio de la obra martiana y en función de esta me vinculé con la participación en concursos dirigidos a enaltecer su trabajo como escritor, visionario independentista, humanista universal y de las más avanzadas ideas para su época.
El privilegio de participar en el concurso Leer a Martí, entre otros eventos, y resultar premiada por el placer de conocer y poner en práctica su obra marcaron mi carácter e inquietudes para toda la vida. Ello trazó un futuro inesperado en el que decidiera convertirme en periodista y desempeñar mi quehacer e investigaciones con base en muchos de sus escritos, como es el caso del ensayo Nuestra América, publicado por primera vez el primero de enero de 1891 en la Revista Ilustrada, en Nueva York, y el conocido discurso Pinos Nuevos, pronunciado el 27 de noviembre de igual año en Tampa, ambos textos en aras de la unidad patriótica y latinoamericana frente a amenazas del naciente imperio devenido mayor peligro mundial.
Este tipo de certamen muestra en cada convocatoria su importancia para las nuevas generaciones, ya que se convierte en espacio de conocimiento, trinchera para desarrollar el pensamiento y forjar hombres de bien y de luchas.
Como joven es un orgullo que la vida del Maestro estuviera vinculada a nuestro territorio, en su deportación a la entonces Isla de Pinos, donde aquel muchacho rebelde vivió un período de especial trascendencia desde su llegada el 13 de octubre de 1870.
En el Abra, santuario que alberga parte de la historia del joven Martí, alivió sus heridas y ratificó su pensamiento revolucionario, que sirvió de fragua para bocetar su posterior escrito, Presidio Político en Cuba, difundido a poco de llegar a España y donde denuncia los atropellos en la prisión habanera y la opresión española en Cuba.
En función del amor que dedicaba el Apóstol a la naturaleza, a la Patria, a su hijo…, redacté no pocos trabajos y con merecido compromiso desarrollé un interés cada vez más profundo por sus escritos.
Hoy, cerca del aniversario170, el 28 de enero, del natalicio del autor intelectual del asalto al Moncada, para cuya celebración los colectivos preparan sus mejores iniciativas, se aviva la pasión por la obra martiana y vuelvo a hojear La Edad de Oro para contarle una nueva historia a mi hermanito. No puedo evitar se humedezcan mis ojos y le digo que, como Ismaelillo, haga sentir orgulloso a su padre y a su familia con cada acción de bondad y nobleza que aún nos convoca Martí para que cada hombre esté a la altura de su tiempo y haga del mejoramiento humano virtud y culto de cada día.
Por: Marien Piñero Rodríguez