
Para los cubanos no fue fácil alcanzar la verdadera independencia. Durante casi un siglo lucharon, primero ante al decadente imperio español y luego frente al estadounidense. Ambas potencias procuraron segregar a negros, pobres, oprimidos, al tiempo que dividían a las fuerzas revolucionarias.
Juan Almeida Bosque fue de los que no se conformó con el impuesto «estado de cosas», tampoco con que el Apóstol muriera en el año de su centenario, y por eso se incorporó a una generación que vindicó el legado martiano.
Estuvo al borde de la muerte, sufrió prisión y exilio, vino en el yate Granma y, cuando parecía que la derrota era inminente, gritó: «¡Aquí no se rinde nadie!».
Esa expresión, junto a la valentía del futuro Comandante de la Revolución, contribuyó a que el núcleo guerrillero resistiera y venciera hasta convertirse en el Ejército Rebelde y entrar, cual mambises del siglo xx, a Santiago de Cuba.
Fue el hombre que no se olvidó de sus humildísimos orígenes, que se sentaba junto al limpiabotas y ejercía el oficio, y que hizo suya la máxima martiana de echar su suerte «con los pobres de la tierra».
Almeida dejó una huella profunda en la Ciudad Héroe, y compuso cientos de temas musicales que ensalzaban los más elevados sentimientos. No se rindió durante la Crisis de Octubre, tampoco cuando muchos auguraban el fin de la Revolución en aquella complejísima década de los 90 del siglo xx. En ese contexto, sumó a todas las generaciones de combatientes para asociarlos bajo el estandarte del Titán de Bronce.
Consagró su vida a la Revolución y su muerte, el 11 de septiembre de 2009, conmovió el alma de la nación. En cortejo multitudinario, su amada Santiago lo despidió en nombre de toda Cuba.
Pero Almeida, en la impronta de su ejemplo, permanece. No solo porque en el Mausoleo del iii Frente Oriental, el pueblo le tributa sentido homenaje en fechas significativas, ya devenido en tradición. Está presente en las escuelas, en los hospitales y en las comunidades que fundó; está en las melodías que muchísimos escuchan y no pocos cantan o tararean.
El Comandante Juan Almeida Bosque está presente, sobre todo, en nuestro pueblo que no se rinde, aun en las más difíciles condiciones. Bien expresó Fidel aquel luctuoso día:
¡No digamos que Almeida ha muerto! ¡Vive hoy más que nunca!.