
A la emigración de profesionales cubanos hacia el exterior se añade un creciente flujo de especialistas dentro del país hacia sectores diferentes a los de su área de estudio o hacia puestos de menor calificación, motivado por la crisis económica. El ámbito estatal aún posee los principales medios de producción, pero, ¿con qué fuerza laboral emprenderá la transformación económica que se necesita?
Aquella tarde, cuando concluyó la llamada sin una respuesta tranquilizadora, la preocupación terminó por derribarla. “Si aquella brillante doctora, enamorada de la Pediatría, líder natural y eficiente directiva, había colgado los guantes quirúrgicos para irse a trabajar a una Mipyme, que le pagaba siete veces más que el hospital por ejercer la Medicina, ¿dónde quedaba la utopía? Nos la hemos inventado –se dijo Lesli–. O la soñamos”.

Antes de finalizar 2022, ya imaginaba que el próximo año vendría fuerte, mas no podía calcular cuánto. El alza de los precios 10 veces el valor original en el mercado informal (y también en el oficial) ponía a cualquiera ante el antiguo dilema del “to be or not to be”, del príncipe Hamlet. ¿Hacer lo que te gusta, para lo que te formaste durante cinco años de estudios universitarios, o irte a incursionar en otros ámbitos, quizá menos gratificantes desde lo laboral, pero con mejor retribución económica?
Lesli, máster en Comunicación y con otros cuantos diplomas de posgrado, decidió permanecer firme en su puesto, ganando 5 060 pesos, vendiendo ropas recicladas los fines de semana en una venta de garaje, limpiando una casa cerrada en el Vedado cuatro veces al mes y cambiando los cigarros de la bodega por azúcar, arroz o confituras. Aun así, la cuenta no le da. Lo peor es que ella no es la única.
Las cifras en el Anuario de 2022, presentado por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), revelan una leve pero sostenida disminución del por ciento de trabajadores estatales. Lo preocupante es que actividades priorizadas, con predominio de graduados superiores –y casi absoluto ejercicio estatal– como la Educación, la Salud Pública y la Asistencia Social y la Ciencia e Innovación Tecnológica muestran, el pasado año, una disminución de más de 3 000, 22 000 y 2 000 profesionales, respectivamente, en comparación con 2020.
En esencia, valida la ONEI 12 065 médicos menos, 3 246 estomatólogos menos, 1 375 profesores universitarios menos desde 2021, cuando fuera aprobada la Tarea Ordenamiento.
La Encuesta Nacional de Ocupación, realizada también por el organismo estadístico en mayo último, añade que, en el 2022, unos 6 860 profesionales conformaban el 8.1 por ciento del total de desocupados (personas que no tienen empleo, no obstante lo están buscando), y lo más complejo de ese afán sería, probablemente, congeniar una opción salarialmente atractiva con sus capacidades y experiencias.
¿De espaldas a la profesión?
La pequeña Liz Hernández Pérez asumía una postura bien sobria ante una mesa de consultorio. Los pies aún no le llegaban al piso, pero garabateaba sin parar hasta que consideraba que las orientaciones estaban completas. Entregaba el supuesto método al paciente y le indicaba seguirlo fiel y estrictamente. Al siguiente caso le tomaba la presión y al otro lo auscultaba. Para la familia, sobre todo sus padres (médico y enfermera), era obvio qué sería la niña de grande.
Más de una década después, Liz inició el camino que todos daban por sentado. “Empecé en el año 2016 en la Facultad de Ciencias Médicas Julio Trigo López –refiere la joven habanera de 24 años, mientras recuerda la dedicación con que asumió la carrera de Medicina. Para mí fue mucho sacrificio, demasiado diría yo. Estudiaba todos los días. Tenía poco tiempo de sueño. Esa constante presión me llevó a un nivel de estrés que hasta mi salud afectó, pero sinceramente no me quejo. Sentí un gran orgullo cuando vi ese título de oro en mi mano”.
Con sus resultados académicos pudo haber obtenido directamente la especialidad de Medicina Interna, que era la que más le atraía; sin embargo, por temor a la regulación decidió optar por Medicina General Integral.
Al finalizar su carrera, una idea empezó a atormentarla: “En el último semestre de mi sexto año tomé la decisión de graduarme y pausar mi carrera en busca de otro trabajo. Vivo sola con mi mamá, un hermano pequeño y mis dos abuelos maternos, ambos bastante delicados de salud. Vivíamos todos del salario de enfermera de mi madre, con millones de limitaciones porque: ¿qué son 5 000 pesos aquí para 5 personas?”.

Liz fue en busca de un empleo con el que los pudiera ayudar mucho más y terminó trabajando como dependiente en uno de esos bodegones que proliferan en la ciudad con el aumento de la importación de productos por las Mipymes.
“Me gusta mucho mi carrera –añade–, de hecho, es uno de los motivos por los que en ocasiones me siento muy mal. A veces paso por delante del Julio Trigo y me dan ganas de llorar, pero lamentablemente no vivo una vida que me permita trabajar sin importarme el salario”.
A sus 24 años, Liz aspira a retomar su profesión en algún momento, en Estados Unidos, donde está su padre. Al menos, terminó la carrera. En cambio, una amiga doctora cuenta que hace unos meses, durante la graduación de la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín, las sillas vacías de los estudiantes que habían emigrado antes de recibir su título gritaban con un silencio de abismo. No eran pocas. Tantos años de estudio, tanta inteligencia joven marchando a recorrer diversas rutas fuera de Cuba.
De igual modo, debido a las complejidades para obtener permisos temporales de salidas al exterior y a las continuas negativas de las autoridades, muchos estudiantes y especialistas de la salud optan por pedir la baja permanentemente.
La emigración de miles de cubanos, entre ellos, muchos profesionales recién graduados y otros con amplia experiencia en los más diversos campos, ha dejado demasiados puestos vacantes como para apreciar el problema con tranquilidad. Y no solo repercute en la calidad de los servicios prestados, sino en la sobrecarga laboral de quienes permanecen ejerciendo su labor, más la de quienes ya no están.
Lo sabe Margarita, madre de un niño de tercer grado que no contó con una maestra fija desde el curso anterior, porque la docente que le correspondía esperaba el resultado del Programa Parole Humanitario para reunirse con su familia en Estados Unidos.
“Iba una semana y faltaba las dos siguientes –se queja Margarita. Nada parecía interesarle, pero decía que terminaría el curso. Hasta que finalmente, después de muchas ausencias y problemas en el aula, decidió pedir la baja. Los niños terminaron segundo grado sin maestra porque no encontraron una para reemplazarla y es una auxiliar y, a veces, la directora quienes les dan clases, como pueden”.

En marzo de 2022, el destacado científico cubano Agustín Lage Dávila publicó en el portal Cubadebate el artículo La emigración de personas calificadas: raíces y contextos, en el cual expresó:
“Entre los factores que causan esta emigración está, por supuesto, la búsqueda por los emigrantes de mejores salarios y condiciones de vida. Pero no es el único factor. Funciona también como fuerza de atracción la búsqueda de mejores condiciones para el trabajo científico y la realización profesional. No siempre la encuentran y conocemos muchos profesionales de alta calificación trabajando en empleos de mucha menor calificación en los países a los que emigraron. Pero la imagen de oportunidad sigue funcionando, aunque solo sea a nivel de imagen, y haciendo que la gente reaccione más a las expectativas que a las realidades”.
Lo que describía el profesor a inicios del año pasado, refiriéndose a la emigración a nivel mundial, tiene puntos de concordancia con lo que se vive hoy al interior del país y que tiene que ver con los efectos de la Tarea Ordenamiento, la inflación y el crítico panorama económico del país. No es de extrañar que la búsqueda de alternativas económicas viables derive, muchas veces, en el abandono de carreras universitarias a medio camino o, incluso, en el éxodo de profesionales con décadas de experiencia hacia formas de gestión no estatal.
Muchos de ellos se emplean en puestos donde sus conocimientos quedan subutilizados porque priorizan el mejoramiento de su poder adquisitivo y la mejoría de sus condiciones de vida por encima de su crecimiento profesional.

Esa es la vivencia de Lisset Castaigne, médico pediatra intensivista, quien asegura:
“Me apasiona la sonrisa de un niño, pero no puedo salvar vidas cuando mi salario no me da para comprar comida o cualquier cosa básica, sin contar que haces milagros con nada, prácticamente. En busca de empleo me he encontrado muchos médicos jóvenes como yo que tuvieron que abandonar sus sueños. Si seguimos así, ya no vas a tener que ir al hospital a atenderte porque el médico es el dependiente”.
La holguinera Miriam Pérez fue profesora universitaria durante 18 años, en lo que es su vocación desde niña.
“A raíz de problemas de salud propios y de mis padres tuve que explorar otro perfil de mi carrera: la traducción. Poder hacerlo desde casa, en mis propios horarios, me ha dado la libertad de atender a los míos y ayudarlos más económicamente. Ha sido muy fuerte romper el matrimonio con el magisterio, pero no creo que sean tiempos para romantizar el sueño de la vocación cuando tengo que apoyar física y financieramente a mis padres y a mi propia casa con dos niños en edad escolar”.
Para la habanera Lisandra Luaces, graduada de Física Nuclear, el salto fue abismal. Demasiado trabajo, tiempo y estudio para que el salario le durara apenas una semana. Por eso montó un negocio de impresión de documentos: “Los materiales son costosos, casi todo tengo que importarlo porque aquí es imposible conseguir tintas y papel, pero al menos logro llegar a fin de mes con algo de dinero y puedo planificarme. No creo que regrese a mi sector, porque el futuro se presenta sin perspectivas efectivas para los que estudiamos más y alguna vez tuvimos un trabajo estatal al que aportamos pensamiento e inteligencia”.
¿Más empleos, más dilemas?
Por paradójico que parezca, hay quienes han decidido persistir en realizar lo que les apasiona, buscando alternativas diversas.
Tahymi Monzón es enfermera y, aunque se mantiene activa en su profesión, refiere que gasta su salario en solo un día de compras en el agromercado. Por eso, ha tenido que incursionar en varias actividades como organizadora de eventos, pintacaritas para niños y venta de bombones.
“En cualquiera de esas actividades hago, en un solo día, mi salario de un mes completo como enfermera. Es difícil y me veo en un gran conflicto, porque a veces me chocan los turnos de trabajo con compromisos de otra actividad. Ahora mismo valoro la posibilidad de colgar el uniforme y el título de una vez para echar para adelante el negocio de la chocolatería, el que está sustentando mi hogar”.
Algo similar le ocurre al matrimonio de Gretta Rodríguez y Mario Luis Zaldívar, con padres jubilados y dos hijos estudiantes. Ambos son médicos y la única manera que han encontrado de aumentar los ingresos es limpiando casas los fines de semana ella y él haciendo mensajería todos los días después de la cinco de la tarde.
“A veces nos despertamos para irnos al hospital muertos de cansancio, nos miramos y nos preguntamos si vale la pena”, dice Gretta; sin embargo, se mantiene en el mundo de la asistencia médica porque, a pesar de todo, es lo que la hace sentir útil.
Un sondeo de opinión en redes sociales nos permitió corroborar que la modalidad de pluriempleo hoy es más aceptada como opción para incrementar los ingresos. Esta parece accesible para algunas especialidades como periodismo, comunicación social, informática y algunas opciones para profesores, dadas las grandes necesidades de plazas por cubrir.
Basta hacer una búsqueda superficial en los perfiles institucionales de Facebook, de diversas empresas o entidades estatales, para comprobar los numerosos anuncios que diariamente circulan, sobre todo con propuestas de salarios que no sobrepasan los 5 000 pesos cubanos al mes. No obstante, este tampoco es un camino de rosas.

Para la periodista santiaguera Viviana Muñiz Zúñiga el pluriempleo es “la salvación, económicamente hablando, pero a veces ni tanto. ¿Cuánto necesita ganar una madre soltera con una niña pequeña para llegar sin asfixiarse a fin de mes? ¿Cuánto para comprar huevos, algo de carne para la pequeña, ropa o calzado? Ni siquiera con tres trabajos (estatales promedios) es posible cubrir esas necesidades básicas. Sin contar las enfermedades y la compra de medicinas, porque en la farmacia no hay. El pluriempleo nos ha salvado, pero el costo emocional, de tiempo y esfuerzo ha sido grande, al menos para las que ya tenemos la responsabilidad de criar, educar, solventar necesidades de los niños”.
Por su parte, la profesora camagüeyana Karely Alonso subraya algunas peculiaridades del pluriempleo para los docentes:
“Trabajo en educación superior, que no tiene demasiadas posibilidades. Si decides contratarte en la educación media, ¡ahí sí te has complicado! Por lo general, las personas con vergüenza aguantan dos o tres cursos escolares, no más. Me refiero a vergüenza en el sentido de hacer bien su trabajo. En la práctica, tampoco he visto mucho de eso. He experimentado el pluriempleo haciendo otras cosas como mensajería. Sé de personas que se dedican a vender, en físico u online. Como norma, le quitan ‘el pie’ a su trabajo básico estatal. Es un tema complicado. Tampoco existen mecanismos para facilitar el pluriempleo. Por ejemplo, si no hay auxiliares de limpieza, una quiere hacer el trabajo de dos y no hay de dónde buscar personal: ¿por qué no pagar dos salarios? No se puede. Y ahí están los pisos sucios y otros trabajos sin realizar o recargando sin pago a las mismas personas que tarde o temprano se irán”.
A pesar de las ventajas que pudiera generar el pluriempleo en cuestiones de ingresos, no pocas personas aceptaron la influencia negativa que representan más horas de trabajo, mayor estrés y menor tiempo de descanso. La joven colega Claudia Rafaela Ortiz Alba asegura que, si bien ha desarrollado sus habilidades gracias a esa modalidad, pues le ha permitido estar en varios equipos de trabajo y roles dentro del periodismo, también le ha deteriorado muchísimo la salud.
“Con tres empleos tengo trabajo para unas 14 horas al día. Ansiedad, angustia, sobrecarga, migrañas, cansancio, deterioro de la visión, insomnio, culpa por no poder con todo, o sí poder, pero no rendir al 100 por ciento de las capacidades. Y lo peor es que lo que reportan tres trabajos, 10 000 o 12 000 pesos, tampoco garantiza tener ahorros, comprar todos los alimentos que necesito, pagar una renta cómoda, reponer equipos de trabajo si se rompen. Sin embargo, tampoco se puede renunciar a esos ingresos porque al mismo tiempo sabemos que trabajar por un solo salario, en el sector presupuestado, es trabajar literalmente por un paquete de pollo al mes o dos cartones de huevos”.
Hace un tiempo, muchos jóvenes recién salidos de las universidades esperaban con ansias a que alguno de sus colegas llegara a la edad de jubilación para asegurar una plaza fija. Hoy la realidad es otra. En las escuelas y universidades, por ejemplo, los jubilados se recontratan para cubrir la necesidad de maestros, al igual que en varios medios de prensa y otros centros laborales que lo adoptan como alternativa ante el éxodo de fuerza de trabajo especializada, tanto hacia el exterior como hacia las formas de gestión no estatal. Si embargo, esta posibilidad también tiene sus complejidades.
“Si para un joven, el pluriempleo resulta desgastante, qué pudiéramos decir los jubilados con una baja pensión que apenas alcanza para la canasta básica y algo más –dice la periodista Norma del Río Reyes. Los que podemos, nos hemos contratado para recibir algo que nos ayude a vivir, pero no todos están en condiciones de hacerlo porque afrontan problemas de salud y las lógicas discapacidades que van adquiriéndose con el paso de los años. Se supone que, después de más de 30 años de trabajo, a la persona le corresponda descansar y vivir con la pensión que reciba. Hoy en Cuba es muy difícil lograrlo. Muchos centros laborales bien podrían utilizar como asesores a esas personas de experiencia ya jubiladas. Ganaría el centro y el jubilado, que tendría otra entradita, tan necesaria en estos tiempos donde los precios están disparados”.
Cual enfermedad crónica y degenerativa, la crisis económica atrofia las fuerzas del país, la principal defensa, esa con la que se cuenta para construir la futura sociedad mejor. Ahora muchos no pueden dejar de preguntarse con temor ¿quiénes harán la transformación soñada?
(Tomado de Bohemia)
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