Mercedes es una abuela de 80 años que vive con su hija y nieta; Lázaro y María lo hacen con sus dos hijos y la esposa de uno de estos; Consuelo es una mujer divorciada que reside sola en su hogar porque sus descendientes quisieron emprender el vuelo; mientras Ernesto lo hace con su compañero, con quien decidió compartir su vida. Todas, por muy diversas que sean, constituyen una familia.
Y esta es una de las razones que motivaron la actualización del Código de la Familia, el cual data de 1975 y en aquel entonces el país se convertía en el tercero en América Latina y el Caribe en tenerlo, antecedido solamente por Bolivia y Costa Rica.
De ahí la urgencia de su modificación, pues la familia cubana hoy es muy heterogénea, cada vez más se aleja de esa estructura tradicional compuesta por mamá, papá y nené; donde ya no tienen cabida las desigualdades y limitantes en las relaciones familiares.
Estas y otras razones hicieron que juristas y diversos especialistas trabajaran en un nuevo proyecto, que de hecho el propio nombre ya tiene un alcance integrador e inclusivo: Código de las Familias, cuyo proyecto luego de más de veinte versiones y aprobarse en la Asamblea Nacional será sometido a consulta popular a partir de este primero de febrero.
Y es que la opinión colectiva, o sea, de cada ciudadano resulta importante porque nos concierne a todos y el consenso de la sociedad es vital para que fructifique como una Ley atemperada a su tiempo, renovada y moderna.
Cuando conversé al respecto con Yolanda Blanco Rivero, presidenta del Consejo Electoral Municipal (Cem), hizo referencia a las casi 600 asambleas que tendrán lugar en el territorio para debatirlo, de la piloto hoy en la noche en el reparto Construcción Industrial y sobre cómo están organizadas.
Lo importante es que cada poblador vaya a los encuentros luego de haber desmenuzado el proyecto, con toda la información necesaria, sus inquietudes y cuantas propuestas considere para las posibles modificaciones.
Para mí también resulta crucial tanto la participación de jurídicos como el ambiente creado al efecto, pero sobre todo el respeto en aras de que florezcan los más nobles sentimientos y la comprensión acerca de la hondura del nuevo Código, que va más allá del matrimonio, este es tan solo uno de sus acápites.
Hago énfasis en lo anterior porque respetar implica salir de nuestra concha para pensar en las necesidades, deseos y aspiraciones de los demás, con quienes tienen otras maneras de sentir y ver el mundo; una actuación diferente sería no reconocer la diversidad, falta de empatía y hasta de solidaridad con nuestros semejantes.
Yo posiblemente acuda a varias asambleas como periodista, pero esperaré la mía para poder abogar por esta propuesta donde se defienden los derechos de las personas, los niños, los jóvenes y los adolescentes; así como se pondera el papel de los abuelos, tan imprescindibles en las familias cubanas.
Contempla la discriminación y la violencia en el entorno familiar, el papel de los padrastros y madrastras, la gestación solidaria, el matrimonio a los 18 años de edad, porque la mayoría de las instituciones consultadas así lo defendieron y hasta propone respetar la tradición en cuanto al orden de los apellidos, sin embargo brinda la posibilidad de, según entendimiento de los padres, pactar un orden distinto.
Iré en mi barrio a la consulta popular, las cuales se desarrollarán hasta abril, para debatir, escuchar, esclarecer, aprender todavía más y abogar por esta nueva y abarcadora normativa que sirve de cobija para todos y desde ya es un canto a lo diverso y al amor.
Los lectores pueden descargar el proyecto del Código de las Familias: aquí el PDF