
Y de pronto me veo desnudando a una ciudad nacida en 1830 como colonia Reina Amalia, esa de los mil nombres, la de las gruesas columnas y capiteles, techos de tejas, la de la iglesia Nuestra Señora de los Dolores frente al parque Lacret, la que por momentos parece detenida en el tiempo, pero a su vez seduce con sus encantos.
En las fotos captadas quedan sus disímiles rostros, algunas veces coloridos, otros desaliñados, con una mezcla de lo colonial con la modernidad porque manos nuevas la renuevan, la construyen, la transforman contagiados por quienes llegaron hasta acá en la década de los 60 como integrantes de brigadas y columnas juveniles para reconstruir lo perdido y avanzar mucho más.
Las imágenes conmueven, cargan historia escritas por corsarios y piratas, deportados como el joven José Martí, colonos norteamericanos, rebeldes como Fidel y un grupo de jóvenes encarcelados en Presidio Modelo por solo querer una Patria mejor para los cubanos.

Recogen una ciudad en la cual se camina y sueña, donde la música lleva por nombres como Mongo Rives y Sonny Boy; donde la plástica, las artes escénicas, la cerámica, la literatura, la danza convierten a este terruño en fuente de inspiración.
Imágenes captan a una Isla heterogénea, distinta; hasta la quietud de las aguas del río Las Casas que desembocan a ese mar que le da la bienvenida a cuanto forastero se asoma y no llega precisamente por naufragio como decía el poeta.
Cada quien la vive, la sueña y la siente a su manera. Nueva Gerona, con sus columnas y techos de tejas, proyecta sueños y edifica realidades. La ciudad cumple apenas 193 años cargados de cultura e historia.






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