Mientras las autoridades estadounidenses celebraban con bombo y platillo el Día de Independencia de EE. UU. este cuatro de julio, ocurrieron allí tragedias de las que se sigue hablando más allá que de las razones del convite en el norteño país, del desamparo a personas, la violencia, el desatino y el aislamiento.

Las catastróficas inundaciones ocurridas en el sureño estado de Texas, que han dejado 82 fallecidos, incluidos unos 20 menores, según cifras actualizadas por autoridades locales, son cada día más cuestionadas por la falta de previsión y de sensibilidad, así como de recortes presupuestarios para la detección temprana y socorro, que, por la magnitud del fenómeno natural asociado al cambio climático, cuyas alertas, para colmo, desoye el presidente Donald Trump.
Tal fue el desprecio del ignorante “emperador” y su embriaguez por la euforia de hacer “grande otra vez” a esa nación, que dos días después de lo ocurrido firmó la declaración de desastre para Texas.
No solo eso le echan en cara los medios, sino también que el presupuesto del mandatario para el año fiscal 2026, que la administración ya aplica, incluya recortes e incluso el cierre de centros de investigación meteorológica vitales para mejorar los pronósticos.
En la red social X refieren que, contrastando con el desastre de Texas, en la agredida y amenazada Venezuela no hubo fallecidos ante inundaciones similares, pues funcionó la Alerta Temprana y Protección Civil, como ocurre en Cuba frente a huracanes y otros fenómenos naturales en que priorizan evitar o reducir las pérdidas de vidas.
Tan racista y déspota como Trump es el Gobernador de Texas, Greg Abbott, quien luego de expresar que si Dios fuera ilegal lo deportaríamos, llegó a apelar a rezar por las víctimas en vez de a la acción a tiempo para salvar a quienes murieron por falta del aviso anticipado y más cuando sabían del diluvio quienes se jactan de sus avances tecnológicos.
No pocos increpan esos graves errores y se detienen en un detalle, entre muchos crecidos junto a la inundación: que en menos de 12 horas de su irrespetuosa exclamación les cayó un diluvio nunca antes visto en Texas, como si fuera premonición o “castigo”…
La mayor parte de los fallecidos se encuentran en el condado de Kerr, uno de los más afectados por el desbordamiento del Río Guadalupe.
Para más desgracia en una fecha de euforia, los festejos del Día de la Independencia terminaron en Indianápolis, capital del estado de Indiana, con un tiroteo, donde además de un muerto, se registran seis heridos, entre ellos menores.
Unas 20 personas fueron detenidas y algunas portaban armas de fuego e incluso un rifle de asalto, según el jefe de la policía de Indianápolis, Chris Bailey.
Pero a pesar de la intensificación de la presencia policial y las medidas adicionales, el terror no pudo contenerse, por la persistente violencia armada en el país, que ese día, tradicionalmente de celebración y llamados a la unidad, se ha convertido en uno de los más agresivos del año, ahora marcado por la represión contra inmigrantes, mayores deportaciones, discriminación racial e injusticia.
En Indiana, tercer estado más poblado de EE. UU., los tiroteos son frecuentes como otras regiones, dada las débiles restricciones en la venta de armas, y en lo que va de 2025 la nación registra 189 tiroteos masivos (con cuatro muertos o más), según el Archivo de Violencia Armada.
La fecha deviene así, como casi todos los años desde hace mucho tiempo, en día maldito, de dolor, tan sangriento como la Guerra de Independencia contra el imperio británico en una lucha a base de buena paga y la desmedida ambición, y de una identidad marcada hoy por la violencia y la voracidad imperial de su gobierno guerrerista, hegemónico y represivo contra ese pueblo engañado y traicionado.