Atropellos y privilegios de los que no hablan

Hay crímenes que martillan y más en el Día Internacional de la Infancia, este primero de junio. Entre los más de 53 822 palestinos asesinados por las bombas lanzadas por Israel desde octubre de 2023 con el apoyo de EEUU, hay 16 500 niños muertos en Gaza, que hoy clama justicia.

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Es la política de exterminio, al estilo del Tercer Reich Nazi, de ese pueblo con miles de secuestrados en cárceles israelíes, en los cuales el 10 % de ellos son menores de 16 años.

Pero no menos dramática es la situación en países subdesarrollados bajo el coloniaje imperialista, donde cada año mueren decenas de millones de niños menores de cinco años, más de 200 carecen de escuelas o un aula y decenas de miles de menores de 15 años se ven obligados a trabajos extenuantes y mal remunerados, arrastrados a la prostitución y pornografía infantiles, forzados a mendigar, entre otras categorías inexistentes en Cuba.

Tampoco es cubano ninguno de los casi nueve millones de niños que mueren anualmente por causas evitables, ni uno de los más de 126 millones de menores sometidos al trabajo infantil en el orbe.

Sagrados como los infantes son sus derechos y privilegios aquí, donde cada jornada deviene su día internacional, que el mundo celebra para hondear también la solidaridad por los que mueren y sufren en otras latitudes.

La mortalidad infantil alcanza niveles de naciones desarrolladas y diez veces menos de las registradas en el país hace cinco décadas, no son logros casuales: cada infante cubano está protegido contra 13 dolencias, algunas de las cuales constituyen flagelos en muchos países de América Latina y África, desde poliomielitis, tuberculosis, difteria, tétanos, tosferina y sarampión hasta hepatitis.

No viven los niños cubanos en entorno agresivo, responsable en muchos países de que los menores cometan delitos, utilicen armas de fuego o victimicen las drogas con impunidad que contagia.

Cuba se viste de fiesta, y ni el asedio económico imperial ni la crisis global pueden borrar la sonrisa de sus príncipes enanos, a quienes regalan la alegría que hace inmenso su archipiélago de esperanzas.

“Para los niños trabajamos” es la afirmación martiana con que honramos la fecha celebrada con iniciativas sus colectivos.

En Cuba la infancia celebra confiada, pues además de la obra que privilegia a los pequeños, la Revolución ha creado un cuerpo legislativo dedicado a garantizar la supervivencia, desarrollo, protección y participación de la población más joven en todas las esferas, y si tiene obstáculos difíciles de eliminar son los derivados del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por el gobierno estadounidense contra Cuba y la priva de los recursos necesarios para su desarrollo y bienestar.

El niño aquí recibe cuidado especial desde el embarazo, a tono con la atención primaria de salud y materno infantil, y desde los primeros momentos dispone del certificado de nacimiento, aún no garantizado en otras naciones.

Además de la nueva Constitución, están los Códigos del Trabajo, de la Niñez y la Juventud, y el de las Familias, que deja de ver al niño como objeto de protección y convierte en sujeto de derechos.

También está la ley de la maternidad, con ventajas para la madre trabajadora y sus vástagos, a los cuales pueden cuidar durante un año y luego recibir atención en círculos infantiles o el programa Educa a tu hijo, además del acceso gratuito a escuela, al arte y al deporte.

A la par de los cuidados, los menores son escuchados de acuerdo con su capacidad y autonomía progresiva como estimulan las organizaciones de Pioneros José Martí y de Estudiantes de la Enseñanza Media, con decisiones nacidas de criterios de sus integrantes a quienes preparan para ser útiles a la sociedad.

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Isla de la Juventud Opinión
Diego Rodríguez Molina
Diego Rodríguez Molina

Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana.

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