Abres los ojos en la mañana, sientes ese delicioso olor a café recién hecho y ¡quién dice que eso no se ama! Por fin te pones en pie dispuesto a iniciar el día y se te abalanzan encima los niños, el perro, el gato, mamá, papá, los abuelos… y ¡quién dice que eso no se ama!

En el bolso alistas la agenda, documentos…Saludas a los vecinos y ellos te ofrecen del “negrito” que han colado también, como buen cubano, en su casa; llegas al trabajo y te reciben sonrientes tus compañeros, los entrañables, los colegas de la lucha diaria por hacer un poco mejor esa profesión a la que dedican tantas horas, y ¡quién puede negar que eso se ama!
Te llaman los amigos, te animan –como de costumbre– a ir por el tercer café del día, sentarse un rato en el receso del mediodía, contar cómo les ha ido en la última semana o mes, intercambiar, aconsejar, ponerse de acuerdo en temas puntuales de la vida, enrumbarse para no perderse, en especial de esa amistad que supera los problemas, las dificultades que padecemos todos, y ¡quién dice que eso no se ama!
Entrada la tarde continúas agotado en el trabajo, participas en una reunión y las fuerzas anuncian que ya están bajando, decayendo ante cosas que sabes no podrás resolver, casi pierdes la cordura, pero reflexionas, recapacitas: “¡Puede ser peor, no estamos tan mal!”.
No te estresas porque en casa te esperan, y por fin llegas, exhausto, pero vivo y con todos otra vez encima de ti porque eres importante en sus mundos, y ¡quién dice que eso no se ama!
Llega entonces el final del día; reposas de nuevo la cabeza sobre la almohada, un suspiro profundo te despoja de toda carga, giras el rostro y es cuando piensas: ¡quién dijo que amar está solo en la pareja, en el enamoramiento apasionado! El amor está en todas partes, se hace infinito, transparente; lo mismo nos hace fuertes que blandos, se hace todos los días y en todas las formas ¡quién dice que eso no se ama!, ¡quién se atreve a negar que en cada pequeño detalle está la felicidad!
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