A los niños que lean La Edad de Oro

El primero de julio de 1889, sale publicado el primer número de la revista La Edad de Oro; es una publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de América, según se anuncia en primera página. A modo de introducción aparece un subtítulo: A los niños que lean La Edad de Oro, y Martí descorre la cortina con estas palabras:

Foto: Tomada de Internet

“Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso”. Son tres verbos y dos sustantivos que van desde el trabajar hasta ser hermoso. Hermosura que se teje en el mundo espiritual de la persona digna.

La revista tiene 32 páginas y salen cuatro números, desde el mes de julio hasta el de octubre. Martí escribe fino y con cuidado. Sabe que primero pasa por las manos de los padres de los niños, y escribe desde los Estados Unidos.

Y ahora nos deja Martí, el gesto ternura: “Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre.

Pero el caballero y la niña deben saber los mismos para ser de veras hombres. Y de todo lo que quieran saber los niños, les habla Martí; de esta manera hace énfasis en la pregunta mucho antes que surgieran las poderosas ideas de Paulo Freire sobre la Pedagogía del Oprimido.

La Edad de Oro es un viaje al pasado y al futuro, sin borrar el día en que vivimos; y le importa mucho que los niños sepan cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica.

Pero que el niño sepa también, que un hombre que no dice lo que piensa no es un hombre honrado, y que hay que vestir el frío a los pies descalzos de la niña que en la playa se muere en aquella página memorable de los zapaticos de rosa.

Y nos deja como un talismán, como un trofeo del amor, su conocida frase: “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”. Para ese trabajo y desvelo, solo pide el Maestro que lo quieran y lo vean como cosa del corazón.

¿Cuánto ha cambiado el mundo desde que Martí escribiera La Edad de Oro? ¿Cómo son los niños de hoy? Ya no es el mismo mundo ni son los mismos niños. Ahora las imágenes desfilan a una velocidad espantosa sin tiempo para ver a Piedad defendiendo a su muñeca negra.

Los niños se hunden en una pequeña pantalla absorbidos por el mundo del espectáculo, y una música nada infantil, los invita a andar más de prisa. Hay padres que suelen sustituir los deberes de sus hijos, y todos no pueden ya comprar el mismo velocípedo.

Ha pasado mucho tiempo, sin embargo, la Revista sigue ahí, porque defiende el amor y el pensamiento, porque trabaja La Edad de Oro, para que los niños sean felices, como los hermanitos del grabado; y no podemos olvidar aquel pedido de gratitud, que, si alguna vez se encuentra un niño de América por el mundo, a aquel hombre grande, le apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: “¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo!”

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