Por la ruta de la reina (PARTE II)

El recorrido que realiza la llamada Reina del Caribe por la amplia instalación de la industria, en Pescaisla, es realmente agotador; pero Morfeo aún no nos vence y continuamos junto a Eliades este camino que todavía no llega a la mitad.

Clasificación según las tallas comerciales/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

Un ruido casi ensordecedor queda atrás. Seguimos la ruta detrás de uno de los primeros carros que empuja un obrero hacia el otro lado de la puerta que indica Lavado, Envoltura y Clasificación.

Aquí nos presenta a Lilisbet Rivero Santos –en lo adelante Lili–, jefa de brigada del Salón de Langosta Entera, quien a pesar de la timidez nos cuenta sobre su área y trabajadores.

Lili, jefa de brigada, ya tiene dos décadas de trabajo en Pesca/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

LAVAR, ENVOLVER, CLASIFICAR…

Con ella encontramos un equipo uniformado y cohesionado. “Aquí somos 22 trabajadores, tenemos la plantilla cubierta porque por el rigor de trabajo no puede faltar ni uno. Algunos son nuevos, pero la mayoría tiene más de 20 años de experiencia –comenta Lili–. Este es el salón del surtido de langosta entera, tanto cruda como precocinada.

“La cruda –detalla– pasa por la muerte inducida, se le da un tiempo de escurrido de 30 a 40 minutos, y se coloca en las máquinas procesadoras para pasar después al túnel de calor donde se le hace el estrechado del nailon, con calidad y ciertos requisitos, porque así lo exige el cliente. De ahí, los pesadores la clasifican y ubican por tallas, que son 14, en las distintas bandejas.

“La precocinada, salvo por la cocción, y que luego pasa a la mesa de lavado, sigue el mismo proceso que acabo de explicar. De todo eso se lleva control, tanto de las bandejas como de las tallas, datos que se especifican en una ficha con la cual entran los carros al túnel de congelación”.

En las bandejas se detallan los datos del producto/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

Lili, entre gorro y nasobuco, deja poco de sus facciones a la vista, mas se puede apreciar que no es una mujer muy adentrada en años. Es la jefa de brigada desde hace cuatro y nos relata que en la empresa lleva 20.

“Desde los 18 años trabajo en Pesca; empecé por el área de masa de cabeza, como obrera, hasta que vine para acá. Pero otros llevan muchísimo más tiempo, por ejemplo, Olguita –Olga Lidia Mestre González–, ella tiene más de 30”.

Olguita, con nasobuco negro, lleva más de 30 años en estas faenas/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

¿Cuántos años llevas aquí Olguita? –le lanza Lili la pregunta al aire– y esta, mientras coloca reinas en las bandejas, responde: Llevo 34, desde los 23, y ya tengo 56. ¿Y cuántos le quedan aquí? –agrego– ¡Unos cuántos!, dice un tanto risueña.

“Antes las personas no se querían jubilar –subraya Lili, con la claridad de que ha sido posiblemente esa una de las mayores batallas de los trabajadores de la industria langostera–. Sí, porque les salía muy poco dinero; solo nos tenían en cuenta el período de trabajo de la temporada, de julio a febrero, no así los cuatro meses de la veda (marzo, abril, mayo y junio).

“Y es que esta es una faena de mucho sacrificio –nosotros que les estamos acompañando en una única jornada lo reafirmamos–, porque se comienza desde la madrugada. Hoy tenemos un nivel bajo, pero aquí han llegado a entrar 14 y hasta 17 toneladas en un día de casi 20 horas ininterrumpidas de labor, y este propio salón es todo el tiempo de pie. En unas partes de la línea de producción algunos pueden sentarse un momento, pero el resto de los compañeros permanecen de pie de manera constante”, resume Lili con fluidez y total franqueza.

DE SUMA IMPORTANCIA EL FRÍO

Los carros salen también de los salones de donde se extrae la masa de cabeza y rejos, y el área de cola que proporcionan, aunque en menor medida, otros surtidos que han de mantener igual rigor en clima para su futura comercialización.

En el área de cola se les hace el devenado/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

Diosles Estévez Matos, jefe de brigada del Salón de Cola, amplía en detalles sobre este particular que “en el centro térmico de la langosta deben tener dos grados de temperatura, o sea, en el centro de la masa, para que facilite su conservación y posterior congelación”, enfatiza.

En este caso, donde a las colas se les realiza un devenado y luego, según la talla, se empacan por cantidad –mientras más peso, menos cantidad de colas–, el fresco es también muy importante. “Por eso se requiere, además, que el clima ambiente sea frío como el que tenemos aquí”, recalca Diosles, quien nos hace saber que oscila entre el 95 y 96 por ciento el aprovechamiento de la materia prima.

Por otra parte, tras la cocción, las cabezas se ponen en el tanque de enfriamiento y después van a la mesa para la extracción de la masa. Eliades, quien no se ha apartado ni un instante, comenta que cuentan con rejo de exportación o turismo nacional, y masa y rejo de consumo nacional.

“Aquí, en esta otra área de nueve trabajadores, el rendimiento está por los 3.2 kilos por cada 16 de materia prima, el aprovechamiento debe ser no menos del 16 por ciento”.

Volvemos afuera para incorporarnos a la travesía; ya se retira, pasadas las 5:00 de la mañana, el primer carro del salón de Lili hacia el túnel de congelación. A la salida lo recibe Ronald Velázquez Pérez, al frente del Túnel de Congelación, y su equipo de otros cuatro neveros.

Primer carro de la jornada alistándose para entrar al túnel de congelación/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

“Nuestra brigada está compuesta por dos parejas, la de Carlos Contino y Freddy Echavarría, y Julio César Rodríguez y Yosmel Travieso; aunque en este momento está trabajando solo una de ellas, pues los alterno para que no se agoten mucho y puedan descansar”, explica Ronald, quien enfatiza que cuando se trata de una jornada más complicada participan los cinco.

“La función primordial en el túnel –puntualiza– es llevar las langostas a las temperaturas requeridas y mantenerlas para el empaque en las cajas donde se exportan al día siguiente. Hoy tenemos en la cámara menos 37 grados Celsius.

“Con menos dos grados en su centro térmico las guardamos y pasadas unas diez horas ya deben tener los menos 18, que es lo establecido para empacarla y entregarla como producto terminado; no obstante, las sacamos del túnel incluso con menos temperatura, ya que en el proceso siguiente, que debe ser muy ágil, va perdiendo grados de congelación”.

Al abrir la puerta de la cámara, el humo, el aire frío y seco impresionan e impactan; nosotros mantenemos distancia, ellos, los neveros, deben llevar toda la indumentaria que los mantiene “calientes” y alejados de un fuerte golpe de frío.

Cámara de frío a menos 37 grados Celsius/ FOTO: Gerardo Mayet Cruz

APUNTE PARA UN FINAL

Ya corren las 6:00 a.m. y otros deberes reporteriles llaman en nuestra agenda del día. Nos retiramos tras ser testigos de apenas una parte de la faena que les puede llevar al menos otras seis, siete o más horas de labor.

Agradecemos a Eliades y el resto del colectivo que nos apoyó, y comprendimos que esto de desafiar a Morfeo día tras días resulta una batalla difícil, aunque no imposible. Nos queda pendiente la siguiente jornada, donde se empaca y quedan listos los productos terminados,  pero ese será otro relato.

Vea además

Por la ruta de la Reina (PARTE I)

 

Por la ruta de la Reina (PARTE III Y FINAL)

 

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Isla de la Juventud
Casandra Almira Maqueira
Casandra Almira Maqueira

Licenciada en Estudios Socioculturales en la Universidad Jesús Montané Oropesa, Isla de la Juventud

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