Las administraciones estadounidenses, a diferencia de su pueblo, no desean, y por lo tanto entorpecen, las relaciones de buena vecindad
Autor: Luis Alberto Portuondo | internet@granma.cu

Todavía el anexionismo se apodera de las mentes de algunos cubanos y, ante las dificultades que tenemos –y que nadie de afuera nos va a resolver–, otros apelan a la necesidad de «entregar el país».
La Capitanía General de Cuba, en la que nacieron todos los independentistas que lucharon en la manigua, también tuvo a quienes propusieron la anexión a Estados Unidos; ellos fueron rechazados, sobre todo, por José Martí, quien vivió en el monstruo y conoció sus entrañas.
En la colonia española hubo mucha miseria, esclavitud y maltrato; como lo hubo en la República, entre 1902 y 1958, en la que la economía y la sociedad estaban sumidas en crisis permanentes: millones de analfabetos, desempleados y poquísimas libertades políticas. Para profundizar, se dispone de numerosos materiales de la época e investigaciones contemporáneas realizadas no solo por cubanos.
El poder de Estados Unidos ayer no se diferencia, en su esencia, del de hoy: imperialista e indiferente a los problemas ajenos. Recordemos la frase que desde antaño está muy en boga entre los politiqueros del Norte: America First.
Vindicación de Cuba fue una carta que José Martí publicó en el neoyorkino periódico The Evening Post, el 25 de marzo de 1889, como respuesta a las infamias del diario The Manufacturer, de Filadelfia, en el artículo ¿Queremos a Cuba?
En aquel entonces, se tildó a los cubanos de todo lo que se puede considerar deshonroso y negativo; de ahí que el Héroe Nacional afirmara: «Es probable que ningún cubano que tenga en alto su decoro desee ver su país unido a otro donde los que guían la opinión comparten respecto a él las preocupaciones solo excusables a la política fanfarrona o la desordenada ignorancia. Ningún cubano honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter».
La «fruta madura» que cayó en sus manos en 1898 les fue arrebatada cuando llegó el Comandante y mandó a parar. Sería ingenuo creer que el Gobierno yanqui mira a Cuba y a los cubanos en los buenos términos que deben caracterizar las relaciones bilaterales. Ellos codician la fruta y ansían poseerla con el único propósito de satisfacer sus fines.
Las administraciones estadounidenses, a diferencia de su pueblo, no desean, y por lo tanto entorpecen, las relaciones de buena vecindad.
Vindicar a Cuba en nuestras mentes y corazones, y manifestarlo en hechos, resulta primordial ante la antiquísima estrategia anexionista.
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