Caravana de la Victoria

Las sirenas de los barcos, las campanas de las iglesias, las bocinas de los autos, los silbatos de las fábricas, todos los sonidos de la ciudad se unen al vocerío de la muchedumbre, según detallan los periódicos de la época al narrar la entrada en La Habana de varias columnas del Ejército Rebelde con el joven abogado Fidel Castro Ruz al frente, que el pueblo llama Caravana de la Libertad y bien podría nombrar Caravana de la Victoria.

Foto: Tomada de Internet

Pocas horas después del memorable encuentro del líder guerrillero con los santiagueros en el parque Céspedes, parte con su tropa hacia la capital del país y a su paso se rinden los cuarteles que no habían sido tomados durante la contienda.

El trayecto es lento porque en todos los sitios la población desea saludar al Máximo Líder y los barbudos que lo acompañan.

Comparto fragmentos de algunos de los discursos pronunciados. En Camagüey, el cuatro de enero de 1959, expresa: “(…) Esta mañana tuvimos la singular satisfacción de ver que a nuestro tanque el pueblo le tiraba flores. Y no es un tanque, son 16 tanques: los tanques que mandaron para perseguir a los rebeldes, y los rebeldes van ahora para La Habana con los tanques (…)”.

También enuncia: “(…) Ya me reuní con los pilotos y se los dije: ‘Vamos a bombardear ahora la Sierra Maestra con juguetes, regalos y con cosas agradables al pueblo, porque después de dos años de guerra lo que se le creó al campesinado fue un reflejo condicionado, que hasta cuando pasa un avión de pasajes la gente sufre el temor de que se trata de un bombardeo (…)’”.

El día seis, plantea en Santa Clara: “(…) El pueblo tiene que estar muy alerta, no se puede dejar confundir, no se puede dejar engañar. Porque vendrán los demagogos, vendrán los oportunistas y vendrán los descarados a querer confundirlo(…)”.

En tanto, en Matanzas, el siete de enero, manifiesta: “(…) Los militares quitaban y ponían presidentes, los militares decidían todas las cuestiones; el pueblo era un cero a la izquierda y a eso llamaban Revolución. ¡Qué distinto lo que ha ocurrido, compatriotas! (…)”.

El ocho de enero, Fidel llega a las 2 y 30 de la tarde al Cotorro, donde se encuentra con Fidelito, a quien desde hacía dos años y 33 días no veía. Hay un fuerte abrazo de padre e hijo. Fidelito se incorpora a la caravana que avanza hacia San Francisco de Paula, luego hacia la plazoleta de la Virgen del Camino y después bordea el litoral de la bahía de La Habana.

Se escuchan las salvas de 21 cañonazos disparados por dos fragatas de la Marina de Guerra. La garganta del pueblo enloquece: ¡Viva Fidel! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Revolución!

Al hablar esa noche ante una multitud en el campamento militar de Columbia, primera fortaleza del régimen de Fulgencio Batista, hoy convertido en Ciudad Escolar Libertad, manifiesta que la tiranía ha sido derrocada, la alegría es inmensa y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía: “(…) No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizá en lo adelante todo sea más difícil (…)”.

Mientras discursaba, tres palomas revolotean alrededor de Fidel y una de ellas se posa en su hombro mientras las otras dos caminan por el borde del podio. Para unos era una bendición de Dios, un milagro, para otros simbolizaba la paz.

“(…) El crimen más grande que pueda cometerse hoy en Cuba, repito, el crimen más grande que pueda hoy cometerse en Cuba sería un crimen contra la paz. Lo que no perdonaría hoy nadie en Cuba sería que alguien conspirase contra la paz (…).

“(…) Lo que me falta decir es que yo creo que los actos del pueblo de La Habana hoy, las concentraciones multitudinarias de hoy, esa muchedumbre durante kilómetros de largo, yo creo que, sinceramente, ha sido una exageración del pueblo, porque es mucho más de lo que nosotros merecemos (…)”.

La Revolución triunfante tenía un programa que cumplir; para ello disponía del pleno respaldo del pueblo, el dominio militar y político del Ejército Rebelde y la sabia conducción de un dirigente de la talla de Fidel Castro Ruz. De inmediato emprende las transformaciones urgentes que Cuba necesita para crear la república soñada por José Martí, con todos y para el bien de todos.

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Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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