
Es terrible recordar aquel panorama: una despiadada miseria definía la vida de las mujeres y hombres de los campos cubanos, mientras la pupila oficial estaba de espalda a ese drama.
Existían 200 000 familias campesinas sin un pedazo de tierra para sembrar; sin embargo, permanecían en manos de grandes latifundistas miles de caballerías de tierras ociosas y más de la mitad y mejores en producción cultivadas pertenecían a corporaciones extranjeras.
Precisamente, esa tragedia –marcada por el analfabetismo, acosos, desalojos, persecuciones y asesinatos– la denunciaron los participantes en el histórico Primer Congreso Campesino en Armas, presidido por el Comandante Raúl Castro Ruz, celebrado el 21 de septiembre de 1958, en Soledad de Mayarí Arriba, a pesar de las campañas negativas realizadas por una pequeña minoría vinculada con los terratenientes para hacer fracasar la importante reunión.
Acerca de los preparativos del certamen, Raúl expresó que ni los bombardeos de la tiranía impidieron la masividad y lucidez del congreso.
Asistieron delegados seleccionados en asambleas masivas de las 84 bases campesinas en representación de aparceros, precaristas, semiproletarios de los seis municipios del Segundo Frente Oriental Frank País García, bajo la dirección de Raúl. Ellos fueron acompañados por dirigentes obreros, con lo que se puso de manifiesto la alianza obrero-campesina.
Allí confirmaron su unión irrevocable al Ejército Rebelde en los duros momentos de la lucha armada y condenaron al régimen tiránico y pronorteamericano de Fulgencio Batista. El campesinado estaba dispuesto a defender sus derechos al precio que fuera necesario.
El evento abrió el camino para la reivindicación definitiva de la clase más pobre y oprimida del país.
Solo después del triunfo de la Revolución se hizo justicia con la firma de la primera Ley de Reforma Agraria, la construcción de viviendas y la electrificación llegó a lugares antes ni soñados, entre otros beneficios.
A 65 años del trascendente encuentro cobra especial significación pues el campesinado se esfuerza en cumplir con su principal deber: producir alimentos para el pueblo y asume con el ahorro e iniciativas sus compromisos en medio del férreo bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos impone a Cuba, nación libre y soberana que jamás será doblegada.
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