Contagio y pasión

Desde pequeños siempre nos preguntamos qué queremos ser cuando crezcamos; a diferencia de muchos no me interesaba ser doctora, como mi madre, ni maestra… siempre soñé ser periodista y desde la primera vez que tuve en mis manos un periódico –incluído el Victoria–, leído con avidez por mi abuelo, supe a qué dedicaría mi vida.

Así, mientras más lo leía, reafirmaba mi convicción.

Cursé estudios en el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas América Labadí Arce, pero mi anhelo en cuanto a lo que deseaba estudiar –a pesar de haber sido enamorada por las ciencias– nunca cambió; definitivamente cuando tenía un periódico en mis manos visualizaba un futuro feliz y muy cercano en el que pudiera contribuir a informar con objetividad.

Hoy estoy orgullosa de la profesión escogida y de imaginar ser parte de dicho colectivo, el cual se ha ganado mi admiración por su profesional quehacer con veteranos y jóvenes aventurándose a nuevas metas, además de constituir una verdadera familia a la cual aspiro sumarme en cuanto concluya la Universidad.

No es entusiasmo pasajero, sino convicción salida del navegar por esas páginas que procuran responder a las inquietudes de sus lectores e intercambiar con ellos, aunque sea a distancia, para evitar contagios por la pandemia.

Por suerte mi contagio fue distinto, tiene buena dosis de la pasión que atrapa a quienes se inclinan por el periodismo y da salud a mis aspiraciones.

POR: Marien Piñero Rodríguez

Seleccionada para iniciar la carrera de Periodismo en La Habana

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