Angola tiene tercera parte de sus tierras degradadas

Para el experto, la poca calidad de terreno en poco más de 388 mil 721 kilómetros cuadrados es resultado de la enorme presión humana sobre los recursos comunales de base, motivada fundamentalmente por décadas de violencia armada.

El ingeniero mencionó que las provincias más afectadas son las del extremo sur-suroeste y las de la costa.

La degradación de los suelos, señaló, está asociada a la sobreexplotación que induce a los procesos de erosión y agotamiento y, consecuentemente, a la desertificación.

Las prácticas agrícolas, el uso insostenible de los productos del bosque, el sobrepastoreo y la explotación minera fueron algunas de las causas descritas por el directivo.

Como parte de los esfuerzos por revertir esa situación, Constantino destacó el proyecto de Rehabilitación de Tierras y Gestión de las áreas de Pastoreo en los sistemas de producción agro-pastoriles de los pequeños productores en el suroeste de Angola, que comenzó en 2014 y tiene una duración de cuatro años, y abarca áreas de Namibe, Huíla y Benguela.

También se encuentra el plan de Integración de la Resiliencia Climática en los Sistemas de Producción Agrícola y Pastoril, que se desarrolla desde 2016, a través de la gestión de la fertilidad de suelos de las zonas vulnerables mediante el abordaje de las escuelas de Campo.

Este último se desarrolla en las provincias de Malanje, Bié, Huambo y Huíla.

Reconoció que la desertificación representa a nivel nacional e internacional uno de los más graves problemas con implicaciones sociales, económicas y ecológicas.

Para combatir la desertificación o prevenir, según él, es necesario aplicar en las zonas afectadas medidas y estrategias integradas a largo plazo, basadas al mismo tiempo, en el aumento de la productividad de la tierra, en la rehabilitación, conservación y gestión sostenible de los recursos terrestres.

‘Hoy, por cada tres hectáreas de tierra productiva, una es prácticamente inutilizable’, subrayó como parte de las celebraciones angoleñas por el Día mundial de la lucha contra la sequía y la desertificación, instituido por la Organización de Naciones Unidas (ONU) el 17 de junio desde 1995.