
Por Martín Rodríguez Rodríguez (*)
¡Qué vileza! Mancillar
con algún residuo inmundo
al pensador más profundo
que Cuba supo engendrar.
La respuesta fue lavar
la dignidad ofendida,
y con voz enardecida
dar al amigo sincero
la ofrenda de un pueblo entero
para redimir la herida.
Viril, a temprana edad
rehusó vivir de rodillas,
y expresó en hondas cuartillas
su amor a la libertad.
Inspirado en la verdad
hizo del sol su estandarte,
y su verbo, en cualquier parte,
transpiraba independencia,
fundiendo, en íntegra esencia,
virtud, patriotismo y arte.
(*) Profesor de la Universidad Jesús Montané Oropesa y colaborador
(**) Colaborador
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