
Puedo escribir los versos más tristes esta noche, como Pablo Neruda, pero no, prefiero la calidez, sencillez y emotividad de aquel recóndito donde reina y prevalece el amor y la alegría.
Cerca está de tocarnos las puertas y aunque a algunos recién se les hayan cerrado y el ruido todavía les estremezca, no puedo pasarlo inadvertido.
Y es que el amor, ese antojado de atrapar cada pálpito del corazón es impredecible y está por todo alrededor…en el hogar, la profesión, los amigos, la familia, los compañeros de trabajo y –por lo general– en alguien que sin saber cuándo se volvió muy especial.
Entonces empieza a germinar y no se detiene; hasta la ciencia ha querido descifrar su acertijo, pero ni ella sabe mucho del amor, porque la razón continúa empeñada en no comprender a la pasión en toda su complejidad.
Hoy no me conformo con luciérnagas –tradicional símbolo de amor que los hombres regalan en China–, quiero el universo donde habitas amor: amor a mis hijos, mi madre, mi padre… mi amor optimista que no naufraga en cualquier orilla.
Dame fuerzas, que las necesito para este combate del día a día en mi vida, en tu vida; dame todo de ti y vida a los sueños que espantan la tristeza y la rutina.
San Valentín, sacerdote alabado, ni cristiana soy y nos has embriagado de tal sentimiento cual rocío a la mañana, o eres tú o el espacio donde habita aquello que nos abruma tanto, lo que nos pone patas arriba y desordena.
Mas, nos tienes atrapados, amor. –Dime. ¿Qué hemos hecho para merecerte tanto?– Ni siquiera somos tan agradecidos; mejor aprovechemos, dediquemos un momento a esas personas cercanas a las cuales nos debemos o con quienes compartimos episodios de la vida.
Él siempre está ahí, presente, a la espera para entrar por la más mínima hendidura. Sigue así, amor, no te des por vencido, no es eso lo que predicas.
Te pido tomes mi mano y, a pesar de cualquier crisis, me ayudes a atravesar las sonrisas, a sortear los infiernos, me permitas recostar un rato la cabeza en tu hombro y me des tu calor. Aunque el fragor de la envidia consuma a aquellos que no te disfrutan, te lo exijo: ¡Dame vida, amor!
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