Dibujar con crayones la esperanza

Tiene solo cinco años y ya dibuja la bandera de la estrella solitaria con sus colores y detalles. La ubica en un jardín de césped verde y flores rosadas. Bajo un cielo azul y un sol radiante.

Foto: Yaimara Quijano Cabot

En un rato, con esa naturalidad con la que los niños hablan de sus realidades, comentará que los cortes de la luz de la Une, esa sigla técnica que ya reconoce, a veces no la dejan dormir bien en las noches.

Le ha tocado vivir la era de los ventiladores recargables de los que como yo en mi tiempo y ahora otros niños no tienen el privilegio, y sus madres se quedan sin brazos intentando en la noche evadir el sudor y los mosquitos.

Ya recita varios versos sencillos de José Martí de los que no entiende una palabra, pero aun así lo hace y todos nos sentimos orgullosos de ella porque tiene buena memoria.

Mientras sus pies sortean los vertederos que manchan su barrio, su mano dibuja meticulosamente esos pétalos perfectos como un acto de fe, imaginando una Isla donde el aroma a rosas pueda remplazar el olor de la basura desbordada, donde el verde del césped no sea un lujo en el papel, sino un derecho de cada esquina.

Está aprendiendo a vivir sin gas licuado, a veces sin electricidad, con precios exorbitantes y a normalizar la palabra “escasez” como quien aprende los colores.

Su niñez está llena de contrastes: del patriotismo sostenido en la enseñanza Prescolar, de la lucha diaria por lo elemental, de los ingenios en el hogar para garantizar su alimentación, de los momentos felices junto a sus amigos, de los cumpleaños que muestran el esfuerzo de toda una familia.

Y uno le permite ser pequeña y conocer al Che, a Camilo y a su héroe preferido Fidel, que ojalá hoy pudiera ver ese dibujo y lo distante que está la sociedad por la que luchó.

Más que un pasatiempo infantil con lápices de colores, el dibujo es el espejo de una sociedad que anhela, a través de los ojos limpios de un niño. Un recordatorio de que, a veces, la visión más lúcida de nuestro futuro y nuestras carencias puede estar dibujada con crayones en las manos más pequeñas.

Como sociedad, nuestro imperativo es regalar a la infancia un espacio saludable, lejos de los vertederos creados por negligencia y la indiferencia de muchos.

Construir ese país próspero, libre de apagones, escasez y altos precios, es la tarea que define nuestra generación. No se logra solo con esperanza, sino con la aplicación de soluciones técnicas, la voluntad política que existe de priorizar lo esencial y la transparencia en la gestión de los recursos; cada kilowatt/hora generado de forma estable, cada producto que llega a la mesa sin que su costo asfixie el presupuesto familiar.

Respetemos la imaginación infante no colgando su obra en la nevera, sino construyendo con trabajo honesto y determinación, la nación habitable y próspera que ya existe en su mirada.

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Isla de la Juventud
Yaimara Quijano Cabot
Yaimara Quijano Cabot

Licenciada enEstudios Sociales en la universidad Jesús Montané Oropesa, Isla de la Juventud

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