Luis Raúl Vázquez Muñoz: “Juventud Rebelde ha sido parte de mi vida”

Luis Raúl Vázquez Muñoz, corresponsal de Juventud Rebelde en la provincia de Ciego de Ávila. Foto: Marcelino Vázquez Hernández / Cubadebate

En el umbral de los 60 años de Juventud Rebelde, nos sentamos a conversar con Luis Raúl Vázquez Muñoz, corresponsal en la provincia de Ciego de Ávila, quien ha tejido durante poco más de un cuarto de siglo un tapiz de historias que laten con el pulso profundo de Cuba.

Desde los campos avileños hasta los rincones más íntimos de la memoria colectiva, su palabra ha sido brújula, testigo y abrazo. Luis Raúl Vázquez no solo ha narrado hechos, ha recogido voces que el viento quiso llevarse, y ha defendido, con tinta rebelde, la belleza de contar desde el compromiso.

Hoy, en este aniversario que es también un acto de gratitud, celebramos no solo al periódico, sino a quienes lo han hecho posible. Y entre ellos, su voz es una de las que más resuenan.

¿Cuántos años llevas en Juventud Rebelde?

—Bueno, yo no he sacado bien la cuenta todavía. Entre lo que fui colaborador y luego entré como plantilla fija, ya van unos 26 años. Empecé por allá por marzo del 2000 más o menos. Fíjate, ni siquiera tengo la fecha precisa, porque nunca pensé que terminaría trabajando aquí.

¿Cómo llegaste? ¿Vocación o casualidad?

—Por pura casualidad, como pasa a veces. Yo me gradué en el 98 y empecé a trabajar el primero de septiembre en el periódico Invasor. Estudié Periodismo en La Habana, en el famoso plan C, que fue muy criticado en su momento y ahora muy alabado. Pero Juventud Rebelde (JR) no estaba en mis planes.

¿Y qué te conectaba con el periódico antes de entrar?

—Desde el preuniversitario. Al mediodía llegaba el carro del correo con un bulto de periódicos, y ahí estaban todos, entre ellos Juventud Rebelde. Yo los agarraba y me ponía a leer. Me fascinaban los reportajes sobre la guerra de los chulos en San Isidro, el submarino nazi por el norte de Ciego de Ávila, la historia de Policarpo Soler… Y las crónicas de Gabriel García Márquez, Enrique Núñez Rodríguez. Aquello me llamaba la atención. El periódico era verdaderamente juvenil y rebelde.

¿Y en la universidad? ¿Cómo evolucionó esa relación?

—En la facultad uno va creando referentes. Yo estaba en primer año y el profesor que me daba metodología de la investigación era Cheíto, Ramón Vidal, que había sido director de JR.

Otro profesor, Rafael Rivera, me habló de Padura, que estaba empezando a publicar sus novelas. Me dijo: “Padura va a presentar un libro”. Era El viaje más largo, una compilación de sus reportajes en Juventud Rebelde. Yo le pregunté: “¿Y está bueno?”. Imagínate, era el año 93, no había internet, y Padura era más periodista que escritor.

¿Qué te marcó de esa etapa?

—La crítica constante. Los estudiantes universitarios son muy críticos con la prensa en Cuba. Pero también uno va sistematizando referentes. Descubrí que detrás de esos textos que me gustaban estaban nombres como Leonardo Padura, Ángel Tomás… Y eso te marca. Juventud Rebelde tenía una distinción en la manera de escribir, de contar historias.

¿Y cómo fue ese momento en que te ofrecieron entrar a Juventud Rebelde?

—Fue inesperado. Imagínate, era de noche, como a las nueve y pico, diez. Yo salía de una actividad por el aniversario de la prensa cubana, el 14 de marzo. Ese mismo día había ocurrido un accidente terrible: chocaron dos trenes en la ciudad. Hubo muertos. Yo pasé todo el día en el lugar, recogiendo información, viendo los cuerpos, esperando que se identificaran. Fue muy duro.

¿Y justo ese día te hacen la propuesta?

—Sí. Yo iba saliendo del parqueo del periódico, buscando mi bicicleta para irme a casa, y me encuentro con el compañero que atendía prensa por el Partido. Me dice: “Tengo que hablar contigo una cosa”. Yo pensé que había pasado algo. Pero no, me pregunta: “¿Tú estarías dispuesto a trabajar para Juventud Rebelde?” Así, de pronto. Yo ni sabía que había una vacante. Me explicó que la corresponsal anterior se había ido por motivos personales, y que necesitaban a alguien. Y ahí empezó todo.

¿Qué sentiste al comenzar a escribir para el periódico que te marcó desde joven?

—Fue como cerrar un ciclo. Empecé mis notas, y desde entonces Juventud Rebelde ha sido parte de mi vida. No solo en lo profesional, sino en lo afectivo. Ha estado conmigo en momentos difíciles, en situaciones familiares duras. Y cuando uno se ha sentido solo, la mano que ha tenido al lado ha sido la de los compañeros de Juventud Rebelde.

¿Qué representa para ti JR en este momento de la prensa cubana?

—Juventud Rebelde ha tratado de mantener siempre esa condición de rebeldía, en el mejor sentido de la palabra. Esa rebeldía que implica hacer el periodismo que el país necesita, aunque no siempre lo hayamos logrado. Y no por culpa de los periodistas, sino por los tabúes, los prejuicios, los criterios que aún pesan. Pero este periódico siempre ha apostado a la renovación.

¿Y cómo se sostiene esa renovación?

—Desde su tradición. Juventud Rebelde se ha alimentado de los periodistas que han pasado por él, de lo que han escrito, de lo que han dejado. Uno se empapa de esa herencia, de esa capacidad de reinventarse. En un sondeo reciente con estudiantes de periodismo, que saldrá en el suplemento especial del martes, se habla de que el periódico necesita renovarse. Y ese es el reto inmediato. Porque tú sabes que la prensa vive un momento complicado, con tensiones profesionales muy fuertes, con polémicas que vienen de lejos. Pero hay quienes siguen apostando.

¿Y tú sigues apostando?

—Claro. Juventud Rebelde es una huella que ya está en mí. Y no quiero desprenderme de ella. No es solo trabajo, es afecto, es historia compartida. Mira, te cuento algo que me pasó con Padura, para que veas lo que significa este periódico.

¿Qué ocurrió?

—Para mi doctorado tuve que estudiar la relación entre literatura y periodismo en Cuba, del 59 al 90. Treinta años de historia. Y claro, tenía que hablar con gente clave. Pero muchos ya habían fallecido: Jacinto Granda, Julio García Luis… Entonces decidí contactar a Padura. La primera vez que llamé, él no estaba en Cuba. Me atendió su mamá.

¿Y cómo fue ese encuentro?

—Maravilloso. Cuando le dije que era de Juventud Rebelde, me respondió con cariño: “Ay, si él empezó ahí”. Me prometió que le daría el recado. Cuando lo llamé de nuevo, ya estaba en Cuba, pero tenía que irse pronto a dar un curso en la Universidad Iberoamericana, en la cátedra Julio Cortázar. Me dijo que no tenía tiempo, pero cuando supo que yo era de Juventud Rebelde, cambió todo.

¿Qué le dijo?

—Me preguntó cuánto tiempo necesitaba. Le dije: “Una hora”. Pensé que me diría que no. Pero me dijo: “Echa para acá”. Me citó en su casa. Cuando llegué, estaba con su esposa, montando el PowerPoint. Le pregunté: “¿Usted es Padura?” Me dijo que sí. Y cuando le dije que era de Juventud Rebelde, me respondió: “Ah, espera un momento”. Se puso un pulóver, preparó café y se sentó conmigo.

Me dijo: “Te estoy dando la entrevista porque eres de Juventud Rebelde”.

¿Y esa entrevista se va a republicar ahora?

—Sí, estamos preparando un proyecto para rescatar clásicos, trabajos que marcaron. Vamos a incluir esa entrevista, junto a textos de Padura, y de otros que han dejado huella. Padura cumplió 70 años el día 9 de octubre. Es una persona con un alto sentido de pertenencia. Cuando entrevistó a Ángel Tomás, cerró con una frase que se me quedó grabada: “Juventud Rebelde me salvó la vida”.

¿Por qué lo dijo?

—Porque lo sacaron de El Caimán Barbudo en un momento difícil. Y quien lo acogió fue Juventud Rebelde. Lo hicieron sin chovinismo, sin creerse nada. Lo dejaron crear. Fue una etapa especial, con una dirección que permitió que todo eso ocurriera. Esa generosidad, esa apertura, también es parte de la historia del periódico.

Hoy, ¿qué queda de ese espíritu?

Mucho. Ronquillo lo dice en una crónica que debe salir el martes: “Juventud Rebelde tiene un ángel y tiene un alma”. Y yo creo que sí. Lo que pasa es que hay que encontrarlo. Hay que saber mirar, saber escuchar. Porque ese ángel no está en los titulares, está en la gente que lo hace posible, en los gestos, en las historias que se cuentan desde el compromiso y la ternura.

Stand del periódico Juventud Rebelde en el recién concluido I Festival Granma-Rebelde. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/ Cubadebate
Stand del periódico Juventud Rebelde en el recién concluido I Festival Granma-Rebelde. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/ Cubadebate

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