
Cuando me dijeron su nombre para entrevistarla en ocasión del Día de la Odontología Latinoamericana, que se celebra cada tres de octubre, lo hice con gusto. Como se dice en buen cubano: somos de la vieja guardia. No fue difícil contactarla, tenía otras ocupaciones; sin embargo, aceptó y hasta su oficina ubicada en la clínica estomatológica Dr. José Lázaro Fonseca López del Castillo no me detuve.
Esta profesional, con casi cuatro décadas en el sector de la Salud Pública, tal pareciera que no se hubiese jubilado nunca porque a pesar de los “achaquitos” su vitalidad y entrega por la carrera que eligió la mantienen en activo, formando relevos.
María Antonia Leyva Guerrero lleva 38 años de graduada, es del primer destacamento de ciencias médicas Carlos J. Finlay, se hizo especialista en Ortodoncia y luego en Estomatología General Integral (EGI), Máster en Urgencia Estomatológica y profesora Asistente desde 1993; además dirige la clínica desde el 2001, entre salidas a cumplir misión internacionalista en la República Bolivariana deVenezuela, ocupar la subdirección docente hasta jubilarse y retornar.
¿SIEMPRE QUISISTE SER ESTOMATÓLOGA?
No, en realidad quería ser periodista porque me gustaba escribir, participaba en concursos de literatura cuando estudiaba en la secundaria y el preuniversitario, pero el Comandante en Jefe Fidel Castro hizo el llamado para crear el destacamento de ciencias médicas Carlos J. Finlay, yo era militante de la juventud y di el paso al frente.
Me incorporé, dije que iba a probar, de gustarme me quedaba sino seguía con mi vocación por el periodismo. Hoy me alegro infinitamente el haber cambiado de opinión. Cuando aquello nos dieron un recorrido por las unidades de salud, explicándonos en qué consistía cada una de las especialidades.
Tenía bien definido que médico no quería ser, pero en cuanto escuché y vi la estomatología me enamoré de la carrera desde el primer año y no me arrepiento para nada haber dado el paso al frente cuando nos convocaron.
Al crearse el destacamento fuimos a un encuentro en La Habana con Fidel, él quiso reunirse con nosotros. Allí vimos lo relacionado con los uniformes, se presentaron varias propuestas y seleccionamos la que más nos gustaba.
Nos habló acerca de la importancia del Destacamento, él siempre con esa visión futurista, avizoró no solo la repercusión del internacionalismo; ahí su insistencia en la formación de profesionales de calidad para brindarle ayuda al mundo, sino también del impacto de la biotecnología. Luego comenzamos a estudiar en la Universidad de La Habana.
La estomatología me ha aportado muchísimo. Cualquiera que me ve ahora piensa que yo siempre he tenido este carácter y me desenvuelvo bien con las personas; sin embargo, no es así, establecer relaciones me costaba trabajo, al igual que conversar con la gente y esa timidez la fui perdiendo poco a poco.
Y eso se lo debo a la carrera porque me ayudó a establecer una relación médico-paciente, con una buena comunicación; también contribuyó a ser cada día mejor como ser humano, a estar más cerca del dolor de las personas, tener esa empatía con quienes acuden a nosotros debido a un problema de salud.
En realidad, he crecido y los valores que ya tenía instaurados desde el hogar fueron acrecentándose no solo en la vida como estudiante sino durante mi formación como estomatóloga; yo creo que no hubiese sido la misma persona si no hubiera decidido pertenecer, con muchísimo orgullo, a este ejército de batas blancas creado por la Revolución.
ORTODONCISTA SIEMPRE
Uno entra a la carrera y vas rotando por las diferentes especialidades. Cuando estaba en cuarto año, pasé por Ortodoncia, que se ocupa de los problemas de los dientes y la mandíbula, yo me prendé de esa especialidad y me dije: voy hacerme estomatóloga, pero también ortodoncista.
Es que trabajas con niños y ellos te llenan de una frescura enorme, te gratifican tanto que realmente no puedes tener un día malo; una puede venir quizá preocupada, pero cuando te paras frente al sillón y comienzas a trabajar con ellos se disipan todas porque ellos son espontáneos y carismáticos, al punto de olvidar todo lo inquietante.
Acá en la Isla nada más que había un solo ortodoncista, te hablo del año 1987, era el doctor Ortega; yo me preparé primero durante tres meses, fui ubicada en la clínica de La Fe, siempre con la asesoría de mi profesor. Luego proseguí con la preparación.
A ello me he dedicado durante años, aunque ahora he tenido que renunciar al sillón por problemas de salud y no sabes el dolor que me da porque una atiende al niño desde bien pequeño, con tres o cuatro años, en dependencia de la maloclusión que tenga, y lo tratas hasta los 17 aproximadamente.
Llegan con unos dientecitos votados, encaramados o montados, con espacio entre uno y otro… pero al darle el alta médica tienen una sonrisa hermosa, esa evolución es gratificante. He atendido tantos pacientes durante mi vida laboral que a veces me saludan y apenas los recuerdo porque van transformándose con el tiempo; sin embargo, me dicen el nombre con el apellido y enseguida recuerdo que fueron mis pacientes.
CRECER DESDE BARRIO ADENTRO

Fui de los primeros estomatólogos en insertarse en la misión Barrio Adentro en Venezuela. Fue una experiencia única. Antes de irnos nos reunimos con el Comandante en Jefe, todavía guardo la foto como una de mis grandes reliquias. Sostuvo un encuentro muy bonito con nosotros.
Hubo un momento en que se acercó para preguntarme si tenía hijos y con quién los había dejado. Yo le dije que con mi hermana. Entonces él respondió que me quedaba confiada porque sabía que los iban a cuidar bien.
De repente dijo: Bueno vamos que les tienen preparado una mesa sueca y le dije: Ay, Comandante, espérese, antes de irse quiero darle un beso, me lo dio y ya te puedes imaginar el bonche de la gente, me decían que en meses no me iba a lavar la cara.
Allí crecí como docente, pues impartimos clases en la formación de venezolanos como Odontólogos Generales Integrales y cubanos como EGI. Compartí con compañeros que tenían una gran preparación, profesores con mucha experiencia.
Los venezolanos eran pacientes que se cuidan mucho su cavidad bucal, quieren conservar su dentadura. Te lo digo porque acá nos llega una gran cantidad de pacientes con un dolor y de inmediato nos piden sacarle la muela o el diente, allá no, ellos luchaban porque le salvaras la pieza porque sabían lo que les costaba atenderse.
Por primera vez estuve separada de mis hijos y mi familia, fue difícil; lo asumes porque al final sabes que le haces bien a otras personas. Allí viví cosas que jamás pensé ver: niños que iban solos a la consulta y cuando le preguntabas decían que se dedicaban a trabajar en vez de estudiar.
Esta y otras realidades eran por las cuales Hugo Chávez luchó por cambiar y las cambió, pero cuando iniciamos todavía ese proceso estaba incipiente. En un primer momento fuimos rechazados, había una parte mínima de la población que no quería que estuviéramos ahí porque eran antichavistas.
Eso lo sufrimos en carne propia, al punto que nos expulsaron de un área donde íbamos a vivir de manera temporal; eso fue antes de construirse los Centros de Diagnóstico Integral (CDI), pero luego nos mandaron a buscar porque gran parte de la población sí quería a los cubanos allí.
Nos albergaron en viviendas de familias venezolanas, eso fue otra gran experiencia. No nos conocían, aun así, nos acogieron en sus casas y se las ingeniaron para hacernos la vida más llevadera; éramos extranjeros, es verdad, pero ellos se convirtieron en familia.
En efecto, ahora me jubilé y regresé a mi clínica, lo digo así porque esta institución forma parte de mi vida, es tan importante como mi casa, mis hijos, mis nietos, mis hermanos, mis nueras, los compañeros de trabajo… no concibo trabajar en otro lugar, he tenido muchísimas propuestas, pero nunca he querido irme de mi clínica, lo reafirmo, así, con orgullo, mi clínica.
