Yes, daddy, yes

Marco Rubio reverencia a su daddy Trump. Foto Rebecca Blackwell AP

Todo comenzó cuando un jatiboniquense residente en New Jersey elevaba a un plano estelar a Marco Rubio, porque en Londres se había sentado en un banquete a la izquierda de una personalidad de la realeza. Pero no dijo que el canciller trumpista viajó a continuación a Israel, tras lo cual el genocida premier Benjamín Netanyahu inició un ataque de exterminio contra la población palestina en la Ciudad de Gaza.

Esta acotación pudiera parecer extraña si al elogio a Rubio no se sumaran en las redes sociales los vínculos del engreído personaje con el otrora municipio camagüeyano -hoy espirituano-, cuando en realidad allí nació su fallecida madre, Odrialys, de origen humilde, quien luego se mudó a La Habana, donde se casó, y posteriormente, en la época de la dictadura batistiana, la pareja viajó a Miami. Allí nació Marquito.

Y es bueno subrayar esto, porque Rubio ha tratado de hacer creer que nació en Cuba y su familia tuvo que huir del “castrocomunismo”.

Hoy sigue en ascenso en la política norteamericana, basada en el dinero, el padrinaje y el lobismo -nada de verdadera democracia, la participativa-, y se ha hecho fuerte en comandar la política exterior, la seguridad y el combate a la libertad de expresión, complaciendo enteramente a Trump, a quien, repetidamente, llama “daddy” (papá).

NO SIEMPRE FUE ASÍ

Rubio es ahora un partidario devoto y acérrimo de Trump. Pero fue uno de sus mayores críticos cuando se postuló sin éxito contra él en las primarias presidenciales republicanas del 2016.

En ese momento, el legislador de Florida comparó a la entonces personalidad de la telerrealidad con un “hombre fuerte del tercer mundo” y advirtió que “en los próximos años, hay muchas personas en la derecha, en los medios de comunicación y en los votantes en general, que tendrán que explicar y justificar cómo cayeron en esta trampa de apoyar a Donald Trump, porque esto no va a terminar bien”.

Rubio también dijo: “Donald Trump, un estafador, nunca tendrá el control de este partido”. Y, “no podemos permitir que un estafador tenga acceso a los códigos nucleares de los Estados Unidos de América”.

Rubio en ese entonces incluso bromeó sobre el tamaño de las manos de Trump (insinuando el tamaño del pene de su rival), lo que llevó a Trump durante el debate primario a garantizar que “no hay problema” allí abajo.

Sin embargo, Trump dio lo mejor de sí, apodando a Rubio como “pequeño Marco” y llamándolo un “peso ligero” a quien “no contrataría para dirigir una de mis empresas más pequeñas, ¡un político altamente sobrevalorado!”.

KRIPTONITA

Los padres de niños pequeños cuentan con una herramienta poderosa, ante cuestionamientos sobre su autoridad o preguntas difíciles de responder: “Porque yo lo digo”. Kriptonita pura. El mismo principio parece ser el que usa el actual gobierno de Estados Unidos: si lo dice Donald Trump, así es.

Y Marco Rubio es quien mejor interpreta ese principio. Lo demostró recientemente al explicar el ataque militar contra una lancha rápida en el Caribe, del que se conocen muy pocos detalles, más allá de lo publicado por Trump en redes sociales, en donde afirmó que era una embarcación utilizada por la organización criminal Tren de Aragua para transportar narcóticos.

“Designó a estos grupos como grupos terroristas, que es lo que son, y ayer tuvo la oportunidad en aguas internacionales para eliminar una amenaza directa a la seguridad del pueblo norteamericano. Y eso es lo que hizo y está dispuesto a hacerlo de nuevo, porque este es un presidente que ha sido muy claro que fue elegido en base a esa promesa y la va a cumplir”, dijo el secretario de Estado.

Roberto Rodríguez Tejera, veterano periodista político del sur de la Florida, cubre a Rubio desde que este incursionó en la política en 1996 en el consejo de West Miami, una pequeña municipalidad del condado Miami Dade. No le sorprende su ascenso, que lo llevó a la legislatura de la Florida, al senado federal y ahora al Departamento de Estado, por su capacidad para adaptarse a las circunstancias.

EL GRAN ODIADOR

Marco Rubio es el único exsenador del actual gabinete de Trump y llegó tras pertenecer a la Comisión de Relaciones Exteriores. Allí también se vio su evolución: en el 2012, en un discurso en el Instituto Brookings, centro de estudios de línea conservadora, advirtió sobre los riesgos del autoritarismo, pero reconoció que los líderes de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador —en ese momento el presidente era Rafael Correa— habían sido elegidos democráticamente.

En abril del 2015, cuando lanzó su campaña para la candidatura presidencial republicana del 2016, reclamó que Estados Unidos recuperara el liderazgo global y rechazó la “erosión de la democracia y los derechos humanos en el mundo, especialmente en Cuba, Venezuela y Nicaragua”.

Por eso, como secretario de Estado no sorprende su retórica sobre Nicolás Maduro, a quien en Ecuador calificó como “un terrorista narcotraficante”. “Y no lo digo yo, lo dice un jurado investigador en el estado de Nueva York”, remató.

En marzo del 2020, el Departamento de Justicia reveló que existían cargos por narcotráfico contra Maduro y otros funcionarios de su gobierno, pero el mismo comunicado destaca que son “acusaciones”, es decir, es un pliego de cargos, por lo que prevalece la presunción de inocencia. O sea, pura falsedad.

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