La “olla a presión” que no resulta

Semanales y hasta diarias son las complejas situaciones que ocurren en las costas cubanas con barcos cargados de combustible, arroz o trigo y demás alimentos, que permanecen atracados en puertos, que no han podido descargar no porque Cuba no haya podido pagar su embarque a pesar de sus dificultades financieras, sino porque las transferencias bancarias cubanas, son rechazadas desde cuentas en bancos extranjeros.

Redacción digital

Obligan así no solo a liquidar al contado cuando se puede, sino también a pagos anticipados y mecanismos con mayores regulaciones para comprar pollo, por ejemplo, para no hablar ya de otras trabas como la de perseguir a bancos que comercian con Cuba, a empresas que nos venden, armadores que traen combustible o quienes suministren piezas para impedir lleguen mediante sucias maniobras para que los cubanos carezcan de lo necesario.

Por esas presiones cuarenta bancos extranjeros se negaron a realizar operaciones con entidades bancarias cubanas y rechazaron 140 transferencias, revelan recientes evidencias.

Mas, no por repetitivas, subestimadas o negadas por algunos esos perjuicios, dejan de ser permanentes realidades que son parte de las crueles medidas que el gobierno estadounidense impone a Cuba como parte de un entramado de acciones coercitivas desde hace más de seis décadas para estrangular a la economía y aplicar a su pueblo el genocida bloqueo tan duro como condenado en la Onu.

Lo cierto es que ninguna otra nación enfrenta un andamiaje de leyes y políticas de agresión y coerción tan prolongado, anacrónico, sistemático y complejo, reconoció el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, al presentar hace unos días la actualización del Informe del país en virtud de la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas, titulada Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, referido a la etapa de marzo 2024 a febrero último.

El recrudecimiento extremo de esa política hostil hacia la nación caribeña lo ilustra ese documento con ejemplos, testimonios y datos irrebatibles sobre su enorme impacto en la economía, los derechos humanos y la vida del pueblo, cuyos daños materiales causados a Cuba se estiman en unos 7 mil 556,1 millones de dólares.

El aumento exponencial -como enfatizó el Canciller cubano- se debe, fundamentalmente, al incremento en las afectaciones por los ingresos dejados de percibir por exportaciones de bienes y servicios, a tal punto que no hay sector que escape a los efectos del cerco.

De detenerse dos meses de bloqueo (equivalen a 1 600 millones de dólares) –ilustró Rodríguez Parrilla– permitirían financiar durante todo un año, la entrega de la canasta familiar normada, es decir, alimentos de primera necesidad que son insuficientes pero que alcanzan a todos los cubanos con precios subsidiados.

Tan evidente como el daño palpable es la afectación intangible, emocional y de distinta naturaleza, que en algunos provoca desesperación y malestar por tantas carencias coincidiendo al mismo tiempo y solapadas con otras dificultades, así como las derivadas de la crisis multidimensional global que nos golpea.

Mayor es el efecto negativo en las complejas circunstancias en que resurge con su negativa influencia el pensamiento fascista y de extrema derecha en el planeta, con amenazas a la paz y a la tranquilidad social que en Cuba es conquista de todos, a la par del recrudecimiento del acoso yanqui con la inclusión de Cuba en la espuria lista de países supuestamente patrocinadores del terrorismo, cuyas consecuencias impactan en la vida de los cubanos al desestimular a inversionistas, al turismo y otros negocios.

Tal es de malvada esa medida de guerra no convencional que además de violar el Derecho Internacional, daña de forma cruel a las familias cubanas a quienes se priva de fuentes de ingresos, materias primas e insumos para el desarrollo.

Pero la ofensiva anticubana incluye la política migratoria y una postura antinmigrante que provoca la separación de familias cubanas y dejan a miles en situación irregular allá, sin ofrecerles soluciones y con deportaciones masivas y restricciones de visa que perjudican a cubanoamericanos y sus vínculos familiares con Cuba.

Así suman brasas a la candela y generar el efecto de “olla a presión”, manipulando la emigración para provocar un estallido social que justifique acciones de intervención por el Gobierno estadounidense en la medida en que ensanchan la agresión económica.

Esa sigue siendo la esencia del bloqueo, que como definiera sin recato el entonces subsecretario de Estado de EE.UU., Lester D. Mallory, hace 65 años, que: “Todos los medios posibles e imaginables –escribió– deben utilizarse rápidamente para debilitar la vida económica en Cuba (…) con el fin de sembrar el hambre, la de­sesperación y conseguir el derrocamiento del Gobierno”.

Pero ese desprecio y odio del imperio por Cuba se estrellará otra vez a finales de octubre cuando la mayoría abrumadora de los países vuelvan a exigir en la Onu eliminar esa guerra en tiempos de paz.

Aunque no haya cambiado su bloqueo la Casa Blanca, esa decisión es consecuente con la justicia y los principios de la Carta de la Onu, donde por más de 30 años esa política criminal ha sido derrotada.

La “olla a presión” no resulta. El reclamo de Cuba: Tumba el bloqueo, es mundial y vencerá nuevamente en la Onu.

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Isla de la Juventud Opinión
Diego Rodríguez Molina
Diego Rodríguez Molina

Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana.

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