A principios de los años ’70 del pasado siglo, hace más de cinco décadas, el fallecido expresidente de EE.UU., Richard Nixon prometió terminar la guerra contra las drogas, cuando la declaró basada en la criminalización de usuarios, la militarización del combate a las organizaciones criminales y esconder las pretensiones intervencionistas y de dominación imperial.

Pero hoy EE.UU. lejos de terminar con esas dañinas sustancias, las ha incrementado, abaratado y hecho más peligrosas, multiplicado los cárteles, aumentado el consumo interno en el propio territorio estadounidense, donde sus bancos lavan millones de dólares del narco, las armas terminan en bandas de otros países y son contantes las epidemias enfrentadas de cocaína y fentanilo, como demuestran los informes de Naciones Unidas.
Ahora Trump insiste no solo con repetir esa aventura bélica, sino en extremar esa invasión inútil para lo cual amenaza, autoriza el uso de las Fuerzas Armadas en el combate a los cárteles de América Latina, región que considera bajo su hegemonía imperial y designa como organizaciones terroristas a los mexicanos Cártel de Sinaloa, Cártel Jalisco Nueva Generación, Cártel del Noreste, Cártel del Golfo y la Nueva Familia Michoacana.
En la lista incluye el “Cártel de los Soles”, que para estimular una invasión a la estoica Venezuela, responsabiliza con el tráfico de cocaína por ese país, “mentira como las armas de destrucción masiva de Irak, y solo sirve para invadir países”, al decir del presidente colombiano, Gustavo Petro.
La realidad es otra. Según la Onu, por el Pacífico –desde Colombia, Ecuador y Perú– sale hacia EE.UU. y otros mercados el 87 por ciento de la droga producida en Colombia (1.845 toneladas), mientras que un cinco por ciento lo hace por ese país hacia el Caribe.
Ese informe deja claro que Venezuela no produce drogas, está libre de cultivos ilícitos y de laboratorios e incautó de enero a agosto de 2025, más de 52 toneladas de la droga que los narcotraficantes tratan de sacar al Caribe a través de territorio venezolano
Son evidentes las mentiras y pretextos para acentuar la escalada estadounidense sobre la región con el despliegue de más de 4000 marines y buques de guerra frente a las costas venezolanas.
Por eso mientras el presidente Donald Trump con el efugio de la guerra contra las drogas ordena preparar el uso de la fuerza militar contra México, Colombia, Haití y El Salvador, en Buenos Aires, el jefe del Pentágono, Alvin Holsey, encabeza una reunión con los ministros de Defensa de Sudamérica para exigirles obediencia.
A pesar de los peligros de la amenaza, pocos se enteraron por no difundirse los tenebrosos planes neocolonialistas.
Mas, los pueblos, organismos internacionales, personalidades y mandatarios valientes y solidarios, como Rusia y China, condenan la incursión y los diez gobernantes pertenecientes a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP)
–entre los que está Cuba– denuncian que “el despliegue militar estadounidense en aguas del Caribe, representa una amenaza a la paz” y exigen cese cualquier “acción militar” contra la integridad e independencia de la región.
El imperio en declive por todas partes, pretende reforzar su dominio en los “puntos de estrangulamiento” estratégicos del Cono Sur, una ofensa más entre tantas otras al punto de ofrecer recompensa de 50 millones por la captura del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, con la coartada de la hipócrita lucha contra el narcotráfico.
EE.UU. usa la “guerra contra las drogas” para justificar en su población el expansionismo imperialista ya que el consumo de drogas es un problema nacional que envenena a esa sociedad.
Lo hizo con Panamá, Cuba, Afganistán o Colombia. Ahora con Venezuela, en evidente show, además, de guerra sicológica contra el pueblo con el cual Trump busca desviar la atención de su vínculo con el magnate ya fallecido y depredador sexual Jeffrey Epstein, como denuncia Aníbal Garzón en la red social X.
Frente a las inconsistentes acusaciones de quien está al frente de la Administración de Control de Drogas (Dea) de Estados Unidos, de que Venezuela se había convertido en “estado narcoterrorista”, es tajante la respuesta de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez:
“El director de la Dea, Terry Cole, conoce en profundidad que la Dea es el mayor cartel de drogas que existe en el mundo. Innumerables documentos y evidencias así lo sustentan”.
Sin embargo, la más contundente demostración popular por la Patria la dan cinco millones de venezolanos movilizados con unidad cívico, militar y policial, en favor de su seguridad y dispuestos a salvaguardar con las armas la revolución bolivariana y chavista.
Ellos confirman que una revolución vale si sabe defenderse, mientras son cada vez más quienes sentencian que si el imperio yanqui invadiera, cavaría su propia tumba.