El mármol de Martí está en el Abra

 

Redacción digital

Nunca estuvo Martí, rodeado de tanto mármol, como en Isla de Pinos; las montañas del Abra, son de mármol gris siboney, y de tantos colores escondidos bajo tierra. Ahora regreso a la novela Amistad Funesta, de José Martí, y allí son diversas las alusiones al mármol; con el mármol compara su limpieza con los pensamientos del personaje Juan Jerez, que no es otro que el propio Martí:

“Y Juan Jerez, cuando este, ligado desde niño por amores a su prima Lucía, se entró por el zaguán de baldosas de mármol pulido, espaciosas y blancas como sus pensamientos”.

Otras veces, el mármol es una señal que indica el camino de antiguos dolores que lastiman la justicia humana, o defienden la belleza del alma en flor:Juan, que acariciaba los mármoles, que seguía por las calles a los niños descalzos hasta que sabía dónde vivían, que levantaba del suelo las flores pisadas, si no lo veían, y les peinaba los pétalos, y las ponía donde no pudiesen pisarlas más un hombre honrado”.

Se une la novela Amistad Funesta, con la hondura de los Versos Sencillos, escritos entre montes, y ríos, y montañas cuando el médico echa al proscripto al monte: ¿Cómo es Juan Jerez? “Era la de Juan Jerez una de aquellas almas infelices que solo pueden hacer lo grande y amar lo puro. Poeta genuino, que sacaba de los espectáculos que veía en sí mismo, y de los dolores y sorpresas de buen espíritu, unos versos extraños, adoloridos y profundos, que parecían dagas arrancadas de su propio pecho, padecía de esa necesidad de la belleza que, como un marchamo ardiente, señala a los escogidos del canto…”

Juan Jerez, José Martí; José Julián, Pepe de Leonor, de su padre y sus hermanas, arranca de su pecho unos versos de mármol, montañas que lleva sobre los hombros: Sueño con claustros de mármol / Donde en silencio divino / Los héroes, de pie, reposan: / De noche, a la luz del alma, / Hablo con ellos: ¡de noche!”

Están en fila las estatuas de mármol, José Martí, pasea entre ellos, y les besa sus manos de piedras; y mueven los ojos de piedra, y les tiembla la barba, empuñan espadas de piedra, y lloran, mudo les besa las manos. Y entonces, parece que José, el Gran Cemí les habla, y regresan a la vida: Me abrazo a un mármol: “¡Oh mármol, /Dicen que beben tus hijos / Su propia sangre en las copas   / Venenosas de sus dueños!  / ¡Que hablan la lengua podrida / De sus rufianes! ¡Que comen / Juntos el pan del oprobio, / En la mesa ensangrentada!  / ¡Que pierden en lengua inútil / El último fuego! iDicen, / Oh mármol, mármol dormido, / Que ya se ha muerto tu raza!”

Y toda la furia heroica, del mármol dormido, despierta: “El héroe que abrazo: me ase / Del cuello: barre la tierra / Con mi cabeza: levanta / El brazo, ¡el brazo le luce lo mismo que un sol!: resuena / La piedra: buscan el cinto / Las manos blancas: ¡del soclo saltan los hombres de mármol!”

Antes que naciera la novela Amistad Funesta, o los Versos Sencillos, ya late en El Abra de Isla de Pinos, dentro del corazón de mármol, el corazón de un héroe: José Martí; Y es que, de las vetas de mármol del Abra, llevan el mármol de la estatua de Martí, en la Plaza Cívica, hecho por José Sicre, son los mismos tajos de montañas, que se hunden en los ojos del joven infidente José Julián, y que ahora nos miran con sus ojos de piedras y los párpados siempre abiertos.

En el cementerio de Santa Ifigenia, donde reposa el muerto vivo, hay mármol de Isla de Pinos, y no piedras de las canteras. Muy cerca de la losa, las flores, y la bandera cubana.

(Colaborador)

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