Rita Montaner, La Única, sobrenombre con el que fue conocida dentro y fuera de Cuba fue todo un paradigma en la música, el teatro, la radio, y en el incipiente cine cubano

Para muchos cubanos, la otrora villa de Guanabacoa posee una especial singularidad al haber sido cuna de grandes figuras de nuestra cultura. Entre ellas, cuenta Rita Montaner, La Única, sobrenombre con el que fue conocida dentro y fuera de Cuba. Nació el 20 de agosto de 1900, y fue todo un paradigma en la música, el teatro, la radio, y en el incipiente cine cubano. Murió tempranamente en 1958, víctima de cáncer.
Rita llevó en sus propias venas toda la simbiosis del cromatismo musical, étnico y social de aquella Cuba finisecular, tipificada en su expresión biológica, al ser hija de padre blanco y madre mulata, lo cual, para biógrafos y para el público, se puso de relieve en su gracia y soltura durante toda su carrera. Sin embargo, poco se habla de sus estudios de piano en el Conservatorio Peyrellade, en la capital, del cual se graduó en 1917 de piano, canto y armonía. Viaja posteriormente a Nueva York, donde fue discípula de canto del italiano Alberto Bimboni. Rita posee un repertorio conformado por los grandes clásicos universales del bel canto, a la vez que incluye a nuestros compositores y géneros. En unos y otros, brilló de manera especial.
Para tener una noción de todo ello podríamos destacar sus actuaciones junto a los maestros Gonzalo Roig, Luis Casas Romero, Eduardo Sánchez de Fuentes, Ernesto Lecuona, e incluso un dúo con Alejandro García Caturla, acompañada por la Orquesta Sinfónica de La Habana, dirigida por Roig. A la par, sigue interpretando a Puccini y a Verdi, además de formar parte de la compañía Follies Schubert, en Estados Unidos.
Su relación con Lecuona fue fundamental, tanto para su desarrollo musical como para su constante evolución artística; de él interpretó varias de sus más conocidas obras y estrenó, en 1927, el sainete Niña Rita o La Habana en 1830 (autoría de Lecuona y Eliseo Grenet), con lo que populariza una canción que traspasaría todos los índices de popularidad en ese entonces: Ay, mamá Inés. Desde ese instante, el tema formaría parte inseparable de su repertorio y tomaría vida propia.
Otro relevante momento en su carrera fue cuando conoció a Ignacio Villa, al que rápidamente apoda como Bola de Nieve, y quien fuera también guanabacoense, al igual que Lecuona. De esa forma comienzan una etapa profesional muy intensa para ambos en la que la sinergia musical entre cantante y pianista no tuvo límites.
Su voz está ligada a importantes obras rebosantes de cubanía: las zarzuelas Cecilia Valdés, de Roig, y El cafetal, de Lecuona; El manisero, de Moisés Simons; Ogguere, de Gilberto Valdés, y la mencionada Ay, mamá Inés. En todas ellas, más allá de las diferenciaciones estilísticas bien definidas por sus autores, pueden apreciarse los diversos abordajes de Rita, los cuales transitan por una inagotable amalgama de recursos sonoros, sopesados por su gran talento.
Su paso como actriz por la radio y el cine, así como el haber colaborado junto a estrellas como Hugo del Carril, Jorge Negrete o Libertad Lamarque, hicieron que Rita no solo fuera una intérprete inusual, sino que incorporara elementos histriónicos en sus actuaciones, en las que era común verla bailar, gesticular y desplazarse con magnífica naturalidad en el escenario.
Rita Montaner, La Única, es un símbolo genuino de nuestra música, un asidero de raíces mestizas en las que no faltan jamás el café, el cucurucho de maní y el buen humor criollo.
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