En el nombre del padre…

La bandera de Honduras hondea el 23 de noviembre en una céntrica calle de Tegucigalpa. Foto: AFP.

Recién ha pasado un día desde la culminación de la llamada “Marcha por la paz y en defensa de la democracia”, organizada, financiada y dirigida por las élites dominantes de Honduras, con el apoyo de los de siempre y la complicidad (centenaria) de las iglesias evangélica y católica del país, con el propósito evidente de desestabilizar al gobierno de la presidenta Xiomara Castro, y evitar un segundo mandato del Partido Libertad y Refundación (Libre), bajo la dirección de la candidata Rixi Moncada.

Es necesario apuntar que esta movilización de masas se produce, fundamentalmente, por la absoluta carencia de base social de apoyo de los partidos políticos del conservadurismo, y la incoherencia manifiesta y retrograda de sus candidatos, que hacen lo posible por parecer Milei o Abascal, pero no pasan de ser una mala copia del payaso Cepillín (bueno para hacer llorar a los niños). Es posible que algunos hayan intentado infructuosamente de disfrazar esta marcha de un evento espiritual, profundamente apolítico, pero solo alcanzaron mostrar su intención de, en el nombre del padre “capital”, dar un paso hacia adelante en un plan, que lejos está de haber llegado a su fin.

En términos de concurrencia, como no podía ser de otra forma, se reportaron asistencias significativas a las movilizaciones, en su mayoría compuestas por personas que salieron de sus iglesias, y que luego serian infiltradas por políticos activos, y algunos agentes provocadores, a la espera de la oportunidad para encender la mecha de una tragedia mayor. Sin embargo, todas las marchas alcanzaron sus destinos sin novedades, dijeron lo que querían, y el fascismo hizo sus consignas, entre una multitud que en un 90 % no entendía que estaba siendo, utilizada.  En fin, un éxito de convocatoria de la unidad de las cúpulas evangélicas y católicas (previamente habían renunciado a participar cientos de iglesias, opuestas a la maniobra), que no oxigena al bipartidismo, y que tiró por la borda la narrativa de la derecha sobre el carácter anticlerical, y hasta diabólico del Partido Libre.

La marcha se produce con la denuncia de parte del fiscal general de la República del descubrimiento de un plan para asesinar al expresidente José Manuel Zelaya Rosales y defenestrar a la presidenta Xiomara Castro. Los fascistas no han escatimado esfuerzo alguno para demeritar e incluso ridiculizar la seria acusación, y su ataque mediático contra el fiscal general ha tenido las características de un Tsunami. Sin embargo, políticamente, este sector furioso dirigido desde Miami, no ha podido generar condiciones de fuerza suficientes como para aventurarse a más.

Que la marcha de ayer terminara sin incidentes y resultara ser un ejercicio ciudadano de múltiples intenciones es, sin duda alguna, el gran fracaso de los organizadores, que seguirán buscando cómo enfurecer a las mayorías pobres para que terminen todo en una revolución de colores. La primavera catracha tendrá que esperar, aunque la marcha debemos verla como un punto de partida, y no como un fin en sí. Las fuerzas golpistas se mueven y reciben sendas muestras de apoyo desde Washington, acusando al expresidente Zelaya de ser parte de la novela que le han inventado al presidente Nicolás Maduro, y el famoso “Cartel de Soles”, el producto de la ficción de la CIA y la DEA, como la excusa para terminar de robarse los recursos de todo el continente.

Los planes de derrocar al gobierno siguen y hay fuertes indicios de que el prófugo Romeo Vásquez Velásquez se encuentra en el intento de articular una rebelión interna de las Fuerzas Armadas, que sería seguida de un golpe de Estado. Se deduce que las cúpulas de los partidos opositores están al tanto y habría ya interlocutores, entre ellos viejos conocidos de Vásquez Velásquez, en su momento previo al golpe de Estado de junio de 2009. Esta sería una salida más cruenta, sin llegar a la cuestión de las masas movilizadas, y explicarían la dificultad para darle caza a Romeo, quien seguramente es protegido por algún grupo interno, y la acción impune de exgenerales, que conspiran a la luz del día.

Si por alguna razón no llega a funcionar con la terminación temprana del gobierno de la presidenta, no les quedaría más remedio que acudir a las elecciones. Para esto también tienen un plan que consiste en el desconocimiento de los resultados con la rápida intervención de Washington, hablando de fraude (acá sí un Plan Venezuela de verdad, urdido por la ultraderecha). Esto desencadenaría necesariamente un enfrentamiento de consecuencias incalculables, pero que no pueden resolver a su favor sin el concurso de militares traidores.

Mientras tanto, arrecia la campaña mediática en favor de la narrativa de la ultraderecha, haciendo desfilar viejos y nuevos voceros, con experiencia en fake news contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, montados en una operación psicológica que pretende hacer sentir desilusión e impotencia entre la militancia de Libre, a la cual buscan alejar de su dirigencia a como dé lugar.

Sin duda, la caída del proyecto boliviano a las manos de Tuto Quiroga servirá como elemento propagandístico para argumentar la necesidad de poner fin a los gobiernos de izquierda en el continente. Aunque las condiciones son radicalmente distintas y acá no tengamos los niveles de desunión y desacuerdo que han corroído las bases de ese hermoso proyecto plurinacional boliviano, que no merecía un desenlace de estos. Buena lección para nosotros y otros en el continente, nuestro peor error es caer en la tentación de los cálculos políticos para salvar nuestra coyuntura, inmovilizándose y deteniendo la profundización de los cambios sociales. La democracia popular debe finalmente construirse, bajo la premisa de amplia participación de las mayorías.

Estamos en los últimos cien días antes de las elecciones, en un proceso inédito, de todos contra el pueblo. Todos, absolutamente todos, cúpulas religiosas, sociedad civil made in USAID y ahora tutelados por la CIA, y muchos actores más se abultan para hacer mucho ruido, aunque no tengan mayor capacidad social. Al final, no fueron construidos para propiciar democracia, sino para someter al pueblo ignorante.

Lucha asimétrica y desigual, pero con la determinación de que el mundo sabrá siempre nuestro lado de la historia.

(Tomado de Agencia Hondureña de Noticias

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