Hemos hecho la Revolución y el socialismo que hemos podido, no el que hemos querido. Nadie lo ha protagonizado en tan adversas condiciones por tantos años y con un enemigo que incesantemente busca la manera de asfixiarnos. Hemos hecho una obra inmensa, mas muchos sueños han quedado pendientes. Pero lo que sí ha sido divisa irrenunciable de nuestro proceso, aun en las más adversas circunstancias, ha sido la vocación de justicia social.
De Céspedes nos viene el propósito de “conquistar toda la justicia”; Martí nos enseñó que va “la justicia primero” y Fidel nos mostró el camino de hacerla desde el mismo inicio de la Revolución en el poder: “Haremos leyes revolucionarias que entrañen bienestar y entrañen justicia para los desamparados, para los que nunca tuvieron nada, para los que nunca tuvieron amigos, para los que nunca tuvieron protección”.
Cada idea de Fidel, cada programa que impulsó, cada beneficio que la Revolución conquistó, lo hizo pensando en todos, especialmente en los más humildes.
Cuando los años fecundos de la Batalla de Ideas, Fidel hurgó a través de los estudiantes universitarios en las llagas sociales que había dejado el periodo especial, concibió programas para traer al estudio y el trabajo a jóvenes que habían quedado marginados o sin iguales oportunidades, abrió la universidad por vías diversas a miles de muchachos que no hubieran llegado por los caminos tradicionales, creó un batallón de trabajadores sociales para ocuparse sobre todo de las comunidades y los seres humanos menos atendidos.
Al saber con detalles por la FEU de casos de niños malnutridos que habían encontrado en la pesquisa social masiva que realizaron las BUTS, Fidel hizo una crítica profunda al entonces ministro de Salud por considerar aquel que era despreciable el porciento registrado en el país y no saber en números reales de cuántos niños se trataba. Para el Comandante, un solo niño malnutrido era un asunto de la mayor ocupación para la Revolución.
Hoy vivimos tiempos de crisis económica y profundo impacto social. Han crecido nuestras dificultades y también nuestras carencias; las diferencias sociales se han ahondado y tenemos más ciudadanos en serias dificultades económicas; algunos incluso en aguda pobreza.
No es lo que deseamos, no es por lo que hemos luchado y lo seguimos haciendo, pero es nuestra realidad, resultado de un cerco brutal, de desajustes estructurales de nuestra economía, de falta de financiamiento para cubrir todas las necesidades del país, de pérdida de capacidades productivas, de insuficientes salarios y pensiones, de pérdida de algunos valores sociales. Y una parte de nuestra población lo sufre de una manera más fuerte.
El país destina millones a los programas de asistencia social, se atiende a comunidades, familias e individuos en la mayor desventaja; se rescatan los trabajadores sociales, se mejoran las condiciones de hogares de ancianos, círculos de abuelos, SAF y otras instituciones del sistema de asistencia social; se buscan alternativas de estudio o empleo para los desvinculados. Pero eso no es suficiente. Ha crecido significativamente el número de deambulantes, de buceadores en la basura, incluso de algunos niños trabajando o buscando dinero en las calles.
Como reconoció el primer secretario del Partido, Miguel Díaz-Canel Bermúdez: “Si estas son nuestras problemáticas, entonces los vulnerables son nuestros, los deambulantes son nuestros, las familias y comunidades en vulnerabilidad son nuestras. Y nos corresponde atenderlas desde el Partido, porque el Partido –único y socialista– representa a todas las cubanas y todos los cubanos”
Frente a tal desafío social, hay que multiplicar el accionar del Gobierno, la familia y el pueblo todo; hay que acicatear la sensibilidad, el humanismo, el respeto y la voluntad de las instituciones y de los funcionarios públicos; hay que desterrar la indiferencia y el conformismo egoísta. ¿Cómo entender que haya partidas para el desarrollo y la asistencia social en los territorios que no se ejecuten, con tantas necesidades pendientes, por incapacidad o indiferencia de algunos decisores?
Y hay, sobre todo, que generar más riqueza, producir más y mejor, para que haya más a repartir con equidad y justicia.
Nada, ni acciones ni palabras, pueden apartarnos de esa profunda visión de Fidel sobre la Revolución: “… Es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos […] Es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.
Nada ni nadie puede ir sobre el preámbulo martiano de la Constitución: “… Que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Esos principios, esa lucha no terminada, son irrenunciables para la Revolución y para los revolucionarios. Sin ese derrotero claro, no hay nada.
Vea además:
http://www.cubadebate.cu/noticias/2024/04/01/otra-mirada-a-la-vulnerabilidad-en-cuba/
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