Seis intrépidos devuelven el verdor a los campos del 44

La voluntad es el principal motor que impulsa a este colectivo/ FOTO: Yuniesky La Rosa PérezLa voluntad es el principal motor que impulsa a este colectivo/ FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

El entorno de la comunidad Roberto Orestes Moreno (el 44) ha experimentado una transformación palpable en sus áreas destinadas a la producción de alimentos que no pasa inadvertida por quienes transitan a diario por la carretera Siguanea y el resto de los caminos que rodean ese enclave.

Precisamente, desde la larga vía que comunica la ciudad de Nueva Gerona y el poblado La Demajagua, y hasta donde la vista alcanza, se observa el verdor de los cultivos plantados por seis intrépidos agricultores que asumieron el reto de formar un colectivo laboral para sacar adelante el propósito de hacer producir la tierra y dejar atrás los sinsabores generados en la anterior estructura.

Romeo Reyes asegura que los resultados se alcanzan con esfuerzo y dedicación/ FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

Al frente del sexteto –vinculado a la Empresa Agroindustrial Jesús Montané Oropesa– está Osmany Romeo Reyes, conocido por todos como Tito, un holguinero que ha sabido guiar a ese pequeño grupo por los senderos del esfuerzo, optimismo, disciplina y sentido de pertenencia, atributos claves a la hora de cosechar buenos resultados.

“Empezamos a principio de año –reveló Romeo Reyes– nos agrupamos y lo primero que hicimos fue cercar el área, pues aquí no había cercas. Ahora tenemos más de dos caballerías bien delimitadas, nos va quedando un tramo que no está cercado y nos obliga a mantenernos vigilantes con los animales sueltos porque tiene yuca sembrada ya naciendo justo en un área donde antes reinaba el marabú que logramos desterrar.

La buena salud de las plantaciones de yuca distingue la finca/ FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

“Desde que conformamos el colectivo hemos ido trabajando los seis, haciendo de todo, luchando para sacar esto adelante y vamos a continuar. Nos levantamos temprano, llegamos al campo a las 7:00 a. m. y trabajamos hasta las 11:00 a. m., establecimos ese horario aquí y no se puede violar. A las 11:00 nos retiramos a almorzar, pero siempre se queda un hombre para la custodia del área, lo relevamos a las 2:00 para que almuerce cuando regresamos al surco para continuar la faena.

“Por la noche también custodiamos los sembrados porque tenemos melón en producción y la yuca hay que vigilarla también para evitar que los inescrupulosos se escabullen, saquen un cangre y se lleven la yuca nueva”.

El melón avanza bien y en cualquier momento está para cosechar/ FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

En relación con los cultivos que poseen actualmente Tito destacó que han completado dos hectáreas de boniato, cuatro de melón y siete de yuca casi en producción, además de otras dos que están naciendo. De igual manera confirmó que pretenden desde ya continuar la siembra de boniato.

“Poco a poco vamos ganando experiencia, creando nuestras propias semillas, con el boniato hicimos un banco de semillas que es algo difícil de lograr por otros productores. Lo cogimos pequeño, hicimos un banco de una hectárea y fuimos incrementando, ya alcanzamos las dos hectáreas y seguiremos plantando con la aspiración de montarnos en una caballería del tubérculo. Será toda esa zona que se observa allá arriba y parte de aquel campo que tenemos detrás, queremos aprovechar la primavera para eso”.

Con la yuca las pretensiones son similares, según vayan cosechando, irán incrementado los sembradíos. Para ese pequeño grupo cada obstáculo se convierte en una motivación. Ante las limitaciones que atraviesa el país con la disponibilidad de insumos y fertilizantes químicos, las alternativas sobresalen como la mejor opción.

“Conozco guajiros que me ceden un poco de estiércol de animales, eso lo mezclamos aquí con aserrín que conseguimos, le vamos echando un poquito a la planta y por eso es que ha desarrollado. Años atrás las plantas de yuca no alcanzaban ese tamaño, ni tampoco ese follaje. Además, la atención cultural es permanente, de ahí que hayamos logrado lo apreciado en la actualidad.

“No podemos dejar la hierba desarrollar, todas las orillas están limpias, al mantener la cabecera del campo así nos permite efectuar una vigilancia más efectiva porque los que intenten apropiarse de las producciones no tienen donde esconderse”.

Uno de los motivos que impulsó a Osmany a aventurarse en este inspirador proyecto fue demostrar que sí se puede ante la decepción que le causó cómo poco a poco fue decayendo el trabajo de la estructura anterior.

La atención permanente a los sembradíos ha sido clave para que luzcan resplandecientes / FOTO: Yuniesky La Rosa PérezLa atención permanente a los sembradíos ha sido clave para que luzcan resplandecientes / FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

“Me entristeció ver cómo se fueron marchando los trabajadores y asumí el reto de transformar esa realidad. Al inicio recibimos críticas de las personas, muchos nos tildan de locos porque trabajamos a las dos de la tarde, pero es así como lo hemos logrado; porque esto se consigue día a día pegados al surco y no trabajando solo cuatro horas por la mañana. Aquí todos estamos claros que los resultados se alcanzan con esfuerzo y dedicación. Incluso las guardias cada uno sabe el día que le toca”.

Uno de esos osados es Julio Ramírez Ribasflecha, quien ponderó el deseo de los seis integrantes del colectivo de sacar el proyecto adelante, para aportar su granito de arena en la noble misión de garantizar la alimentación del pueblo.

“Con anterioridad cuando había una masa superior de obreros no se percibía lo que se ve ahora –señaló Ramírez Ribasflecha–, quizá faltó organización, amor por el trabajo, disciplina o el entusiasmo que sí tenemos ahora.

“Hoy estamos con este pedacito, pero la intención es continuar incrementando las áreas. A toda hora tenemos a un compañero vigilando porque no podemos perder las producciones que ya casi están en los ciclos de cosecha”.

Alexánder Martínez Brayan, residente en la comunidad Roberto Orestes Moreno es otro de los que está dispuesto a echar pa’ lante, para contribuir con la comida del pueblo.

“Todo va marchando bien –aseguró Alexánder–, Tito se ha encargado de que las cosas funcionen de la mejor manera posible, tenemos sentido de pertenencia y eso es esencial para proteger lo logrado. El melón va avanzando muy bien, en cualquier momento se puede recoger y la yuca sigue creciendo”.

Hermes confía en que gracias a la labor de hoy obtendrán ganancias superiores/ FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

Por su parte, Hermes Mateo Díaz, vinculado a esta actividad desde 1992, puso en valor lo conseguido por seis hombres. “La diferencia es evidente, se perciben perspectivas gracias a lo hecho y a partir de ahí debemos obtener ganancias superiores, no la vemos ahora pero más adelante estoy seguro de que así será. Todo ha sido con disciplina, abnegación y control, verá que vamos a aportar comida para Nueva Gerona entera”.

La voluntad es el principal motor que impulsa a este colectivo/ FOTO: Yuniesky La Rosa Pérez

Con esta afirmación de Mateo Díaz quedó claro que el objetivo de estos seis hombres no admite titubeos, desde que embarcaron en este espinoso viaje a principios de año no se han echado para atrás, han sabido triunfar donde otros fracasaron, han mostrado optimismo cuando muchos dudaron y cada día afianzan con sólidos pasos el propósito por el cual cada mañana desde las 7:00 están ahí puntuales a pie de surco para hacer la tierra producir.

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Yuniesky La Rosa Pérez
Yuniesky La Rosa Pérez

Licenciado en Comunicación Social en la universidad Jesús Montané Oropesa, Isla de la Juventud

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