A pesar de que la Isla de la Juventud es un territorio de pequeñas dimensiones y reducida población, también es tierra de campeones. Extraordinarias luminarias del deporte procedentes de esta tierra han inmortalizado su nombre con letras doradas en la rica historia del deporte cubano y universal.

Entre tantos pineros que alcanzaron el estrellato y que vemos en nuestras calles con cotidianidad sobresale uno que con formidable salto de 17,30 metros (m) se colgó la medalla de oro en el triple salto en el Campeonato Mundial de Atletismo bajo techo París 1997 y tres años después con brinco de 17,47 m volvió a regalar un alegrón a su pueblo al conquistar la presea de plata en los Juegos Olímpicos Sidney 2000.
Con tales credenciales, por supuesto que se trata de la gloria del deporte cubano y orgullo de la Isla, Joel García Luis, a quien recientemente se homenajeó en el territorio como parte de su retiro oficial del deporte activo.

Aunque ya han pasado alrededor de dos décadas desde que Joel dejó las pistas del deporte rey, el reconocimiento de su pueblo y las máximas autoridades aquí siempre regocija y conmueve a quienes que con honor representaron a su terruño en cada escenario nacional y extrafronteras.
Para García Luis este merecido homenaje significó una gran sorpresa, alegría, satisfacción y la posibilidad de estar de nuevo en la tierra que lo vio nacer junto a sus familiares y amigos.
Según nos cuenta el destacado exsaltador, esta idea surgió de la comisión nacional en la figura de su titular, teniendo en cuenta que desde el año 2000 no se homenajeaba de manera oficial a los atletas que se retiraban del deporte activo.
En la actualidad Joel se encuentra trabajando en la federación y en la comisión nacional de atletismo apoyando con el cronometraje electrónico, recorrido que según nos cuenta, comenzó décadas atrás cuando se cambió del balonmano al deporte rey.
“Hice la primaria en Almuiña –rememoró el multimedallista–, allí practicaba balonmano, después lo suspendieron en la 45 y entré en el atletismo. A esas edades practicábamos eventos combinados, lanzamientos, velocidad, resistencia, saltos; eso fue en la categoría 13-14 años, ya en la 15-16 empecé en 110 con vallas y en ese mismo año comencé en el triple salto.
“En séptimo grado en el atletismo inicié con los profesores Pablo Girbi y Rosa Rodríguez, después en el 15-16 con Eulogio Roble en el 110 con vallas y luego en el triple con Daniel Ineraliti. Al año siguiente empiezo a entrenar con Antonio Iznaga, con quien siempre entrené aquí en la Isla.
“Tras el servicio militar, al empezar el año de diferido, me incorporé a la universidad, había un certamen centroamericano universitario en Honduras, fui a la eliminatoria en La Habana, gané la clasificación y me captaron para el equipo nacional, eso fue en 1993.
“Mi sueño, como creo que es el de la mayoría de las personas, era ser el mejor en el mundo en lo que haces, entonces me percaté en 1995 que mis amigos habían ganado medallas de oro y plata en eventos mundiales, me refiero a Yoelbis Quesada, Iván Pedroso, Javier Sotomayor y me propuse ser como ellos”.
Recordó que en 1995 asistió al panamericano en Mar del Plata y luego al certamen mundial donde obtuvo el quinto lugar, pero no se conformó. “Me puse a trabajar en función del oro y en 1997 logré ganar el Campeonato Mundial bajo techo en París.
“Me faltaba una medalla olímpica tras competir mal en Atlanta 1996 y finalmente conseguí la presea de plata en Sidney 2000. Fue un sacrificio grande en esa época porque fui lesionado a la gira por Europa, aunque me fui recuperando hasta que pude competir relativamente bien. En esa cita obtuve el metal plateado y Yoelbis Quesada el cuarto escaño”.
La especialidad del triple salto se ha convertido en una referencia del atletismo en Cuba por la cantidad de exponentes de primer nivel que emergen año tras año. Sin ir más lejos, los tres medallistas de la pasada cita estival se formaron en la “escuela cubana del triple.

“Entre los elementos que favorecieron esta modalidad en aquella época estuvo el que no había colchón para el salto de altura. Los atletas de mayor estatura iban para esa especialidad, pero al no haber salto de altura entonces pasaron para el triple, incrementando los triplistas en relación con los saltadores de altura.
“El trabajo en la base constituye otro elemento a favor. Los profesores en la base saben cómo enseñar la técnica, en muchos países se percibe que son más descoordinados, mientras los cubanos desde pequeños salen coordinados y cuando arriban al equipo nacional juvenil llegan prácticamente hechos, son coordinados, fuertes, rápidos, solo resta mantenerlo para ser medallistas mundiales y olímpicos.
“Ahora me encuentro trabajando en la comisión nacional y en la federación, pienso mantenerme ahí y veremos qué sucede después”.