Así, con la firmeza con la que defendió la soberanía de la Revolución naciente hace 64 años en Girón, Raúl Villalón Torres
–combatiente de Playa Girón y la lucha contra bandidos en el Escambray– ratificó su inquebrantable disposición de defender la obra creada por Fidel, aun cuando ya no posee la vitalidad de aquellos tiempos mozos.

Villalón Torres es uno de esos tantos hijos de la Patria que bajo el mando del Comandante en Jefe e inspirados en la tradición de lucha del pueblo cubano y su firme convicción de vencer al enemigo, enmarcaron en la historia ese 17 de abril de 1961 como una de las grandes epopeyas al asestar al imperialismo yanqui su primera gran derrota militar en América.
Al amparo de la sombra que le proveen los árboles que custodian la entrada de su humilde vivienda en el reparto 26 de Julio, Raúl apenas tuvo que esforzarse para rememorar con una precisión notable, cómo trascurrió ese día que jamás olvidará.
La expresión de su rostro, marcado por las cicatrices de la vida, delataba en cada palabra, cada gesto y cada recuerdo, cuánto significó para él combatir junto al Líder Histórico de la Revolución en defensa de un pueblo que unido eligió su destino.
Necesita del auxilio de un bastón para poder andar, pero la fuerza de sus palabras demuestra que mantiene intacto ese vigor con el cual enfrentó a bandidos y mercenarios, que intentaron socavar el proceso revolucionario en sus primeros pasos.

“Estaba en la División 50 de la primera unidad de combate de Oriente –recordó el natural de Guantánamo–, nos habíamos levantado, desayunamos, realizamos el matutino y terminando esa actividad el capitán Triana, que era el jefe de la unidad, preguntó que cuáles de los compañeros que estábamos allí habían combatido; entonces unos cuantos que estuvimos en la lucha contra bandidos en el Escambray levantamos la mano.
“Montamos en tres pequeños vehículos que teníamos y nos llevaron hasta los Mangos de Baraguá donde hay un paradero de ferrocarril, ya ahí estaba el convoy formado, llegando nosotros llegó el tren. Aquello venía que era un avispero, traía antiaéreo, cañones, tanques de guerra, ahí venía todo, subimos y tuvimos que hacer otra parada en Alto Cedro para recoger a varios militares y entonces salimos directo a Playa Girón.
“Yo no sabía para donde iba, pero sí intuía que íbamos a batirnos. Al salir de Alto Cedro aquello venía que la hierba se planchaba en la línea del tren. Por el primer pueblo que pasamos las personas paradas en la orilla nos alentaban a salir victoriosos.
“Llegamos al central Australia, de ahí fuimos directo a Girón. Al arribar nos pusimos de inmediato bajo las órdenes del capitán Gallego Fernández. Hicimos rápido dos filas y enseguida nos percatamos que los ómnibus parqueados frente a nosotros estaban completamente agujereados. Eso me sorprendió, al instante pensé que ahí no quedó ni un ser humano.
“Nos dijeron que tuviéramos cuidado que los aviones tenían la bandera cubana y efectivamente tenían la bandera cubana. Ahí nos sorprendió un avión pequeño que nos soltó la primera ráfaga y cuando nos internamos en el monte pudimos percatarnos que la avioneta que pasaba bajito tenía una 30 en el ala izquierda y otra en la derecha.
“Se nos ordenó la misión de tomar la cabeza de Playa Larga que era donde estaban los mercenarios clavados, había que expulsarlos de ahí, nos batimos con ellos, los sacamos y nos hicimos dueño de la cabeza de playa”.
Raúl continuó haciendo gala de su exacta memoria mientras describió que más adelante como a 30 o 40 metros había un camino que conducía hasta donde estaba un grupo de carboneros.
“No sabíamos nada del carbón, lo de nosotros era pelear, cuando entró el Comandante en Jefe, que no sabemos cómo llegó allí, pero sí que fue en un tanque, nos dio dos órdenes muy precisas y nos dijo que había que seguir todo el tiempo para adelante y así fue, nos batimos todo el tiempo. También nos indicó que teníamos que sacar a los carboneros, a tiro limpio fuimos para allá y sacamos a los carboneros, a Nemesia, su mamá, papá, abuelo y las dos niñas. “Luego partimos para donde estaba lo grueso, aquello era difícil con el diente de perro, combatimos desde el agua, en la orilla, en la carretera, fue grande una experiencia grande que nunca olvidaré. Hace algún tiempo pedimos regresar para ver aquel lugar, recuerdo detalles de cada sitio donde estuve que hasta hoy no los olvido.
“Esa victoria significó mucho para mí porque les proporcionó a los cubanos la garantía, tranquilidad y felicidad de continuar construyendo la obra de la Revolución. Conmigo hay que contar, con el bastoncito este en la mano denme el hierro que sé tirar, se defender la Patria y no tengo miedo”, reafirmó.