Lo bien que le hace a Puya madrugar (+ Podcast)

Siempre he escuchado decir que en buenas manos, la tierra es fértil, quizás a ello responda lo que pude apreciar en áreas de la cooperativa de créditos y servicios José Martí, ubicada en el poblado La Fe, donde un joven campesino se empeña en transformar la maleza en suelos cultivables.

 

Pocos lo conocen por Daniel García Hecheverría, prefiere que lo llamen por su nombre de pila: Puya. A él lo encontramos en plena faena desde bien temprano en la mañana, lidiando con los animales para luego entrarle al surco porque aprendió de su padre que en el campo hay que madrugar para recoger.

-¡Cuidado, que este animal es un poco “rembecú”!, me dice mientras le lava la ubre a la vaca y se coloca el cubo entre las piernas para con habilidad empezar a ordeñar. Por su parte la rumiante me mira con el rabito del ojo y prefiero alejarme para no importunar.

Al terminar se limpia las manos y contesta: “En esta finca desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche andamos en el  ordeño. En estos momentos estamos entregando 35 litros de leche diarios para un plan anual superior a los 7 000.

“Hasta ahora vamos bastaste bien, ya casi hemos aportado a la industria unos 4 000, lo cual quiere decir que nos va a sobrar tiempo para cumplir y sobrecumplir”.

Detiene la conversación por unos segundos porque le inquieta la intranquilidad de parte del ganado, cuando constata que todo anda bien, continúa:

“También cebamos toros, el plan previsto sobrepasa las tres  toneladas, el año pasado teníamos unas dos y entregué cinco; en este 2023 espero buenos resultados porque tenemos muy buenos animales. Oh… los del pasado año promediaron 400 kilogramos.

“Ahora trabajamos, además, en el movimiento de tierra para sembrar dos caballerías de plátanos, un cultivo que está llamado en el municipio a potenciarse; tenemos nueve hectáreas de yuca sembrada, de estas ocho entran ya en cosecha a finales de julio; al propio tiento contamos con cuatro de calabaza y queremos plantar otro poco”.

Aunque la mañana es fresca por estos días lluviosos, seca el sudor de su frente porque el ajetreo del campo agota. Pasa la mano por la frente para luego, decir: “Sí, soy bastante joven, tengo solo 37 años y todo esto lo logro, así… trabajando, desde bien tempranito estoy en pie y no me acuesto hasta después de las once de la noche”.

Cuando conversé con el presidente de la cooperativa me daba fe de ello, alega que muchas veces tiene que sacarlo del campo porque no para y apenas descansa; sin embargo, Daniel asegura que así es como se logran los buenos resultados y lo otro es poniéndole bastante corazón a todo lo que uno hace.

Le pregunto si la familia y la esposa no se ponen bravos de su debilidad por la tierra, los cultivos y los animales, a lo cual responde risueño: “No, qué va, tengo tiempo para todo”. Y cuando le comento a la esposa, me solicitó que le dejara la grabación para tener evidencia de sus palabras y así la llevara más a menudo a pasear por la ciudad de Nueva Gerona.

En otro momento puntualizó: “Conmigo trabajan cuatro o cinco compañeros, casi todos somos familia, funcionamos bastante bien. Ese amor por la tierra me viene por mi abuelo, que fue fundador de esta cooperativa y de mi padre, quien decidió seguir su legado y yo, ya vez, el de ellos dos.

“Ojalá mi hijastro, que es pequeño todavía, se entusiasme y siga mis pasos. Mi hijo pasa el servicio militar en la actualidad, yo espero que le guste cuanto hacemos acá para cuando termine se una al equipo.

“Qué va, no estudié mucho a pesar de las posibilidades, llegué nada más hasta el noveno grado, lidiar con los animales, los cultivos y todas las labores de la agricultura fue más fuerte. Llevo 24 años ordeñando vacas, comencé con 14.

“Desde el pasado año hasta la fecha no he dejado de entregar leche ni un solo día, en el 2023 me sobrepasé con casi 2 000 litros y este año voy por sobrecumplimientos similares.

“Todos estos resultados lo logro con 89 cabezas, de ellas 16 vacas y 19 novillas, en ordeño tengo 13. Me esfuerzo por tener vacas el año entero pariendo”.

Muy entusiasmado me dice que voltee la mirada para agregar: “Ves ese buldócer, pues trabaja para dejar lista el área donde quedará la vaquería nueva, la actual está muy rústica, pero la que construiremos será grande, buena, especial…

“Y queremos sembrar comida para los animales para asegurársela mejor porque el año que viene debe ser superior, ya tengo pensado llegarle a los 12 000 litros de leche.

“Sí, tengo agua, en el fondo de la casa queda la presa El Enlace y es muy beneficiosa tanto para la ganadería como los cultivos varios, ambos destinados a fortalecerlos y para ello tengo cinco caballerías  y aspiro a llegar a las diez.

“Es que la ganadería debe tener sus tierras, al igual que los cultivos varios, no deben estar juntas porque entonces no hacemos nada, las cosas no salen bien. Otra cosa que me da resultado es aprovechar el estiércol, no ves las siembras, sobre todo la de las yucas, mira cómo van, tremenda población  tienen y qué parejita”.

Desde que iba en el carro a su encuentro siempre me inquietó su apodo porque puya es como una punta acerada que en una extremidad tienen las varas o garrochas de los picadores y vaqueros, con la cual estimulan a las reses; sin embargo, cuando indagué me satisfizo no solo su sonrisa sino también la respuesta:

“Es herencia de familia, a mi papá le decían “Puya”, resulta más fácil llamarme por igual apodo. Todos en la Isla me conocen así, si preguntan quién es Daniel, la gente no sabe; además hay una pila de gente con ese nombre, como “Puya” no, hay uno solo y ese soy yo”.

 

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Karelia Álvarez Rosell
Karelia Álvarez Rosell

Licenciada en Defectología en la Universidad Carlos Manuel de Céspedes, Isla de la Juventud. Diplomada en Periodismo con más de 30 años en la profesión.

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