La “temperatura” que hay que elevar

Notables valores de temperatura máxima han registrado desde la segunda decena de mayo varias localidades cubanas debido a la marcada influencia de las altas presiones en la atmósfera, las cuales imponen una masa de aire muy cálida y seca que inhiben las precipitaciones.

Foto: Archivo

Según los especialistas esa situación es más marcada por la intensa radiación solar asociada a la poca nubosidad y a vientos débiles (aunque con un flujo muy cálido del sur), pero más que ahondar en las razones de tal comportamiento, lo que debe preocupar en mayor medida son las consecuencias sobre la salud humana y el entorno.

Esto urge para prevenir daños y no lamentar males mayores en que no siempre las familias se detienen a pensar y actuar. Los efectos negativos ocurren en varios campos, desde cultivos y cría de animales hasta la salud y el bienestar de la sociedad, donde tienden a dispararse muchas enfermedades por el incremento de vectores y de la generación eléctrica con el consiguiente gasto energético y perjuicios a equipos que ponen en peligro decisivos procesos.

Por eso junto a la preocupación se impone el accionar previsor de los pineros, sobre todo con las señales del récord de temperatura máxima absoluta para este mes en la Isla de la Juventud que constituyeron los 35,3 grados Celsius reportados en La Fe el diez de mayo último, al superar los 35,1 del 12 de igual mes en el 2021, entre otros indicadores que encienden las alarmas.

Pero por su importancia me detengo en la incidencia sobre la salud.

Hoy la trasmisión y alta positividad de dengue, con superior incidencia en Pueblo Nuevo por la presencia del mosquito cuando no se combate a tiempo, es un peligro real para los más de 1 800 adultos mayores que viven solos en el territorio y obliga no solo a sus cuidados especiales por el vecindario, sino a mantener tapados los depósitos de agua, cepillar recipientes y cumplir otras medidas para evitar la proliferación del insecto.

Tal exposición a temperaturas inusuales puede provocar la deshidratación, calambres e insolación, principalmente en ancianos, niños y enfermos crónicos, sin duda los más vulnerables.

Todos ellos corren riesgo de deshidratación, lo cual exige tomar bastante agua. Muchas veces puede revertirse su afectación moderada con la ingesta de líquidos, pero la grave requiere tratamiento inmediato. También están las personas dependientes, acerca de las cuales el barrio debe informarse de su estado de salud y ayudarles.

Es oportuno conocer que los síntomas de esa afección son debilidad, cansancio, ansiedad, cefalea, vértigo, sed, náuseas, vómitos y diarrea, mientras las causas más frecuentes en pequeños son diarrea y vómitos intensos.

Como los adultos mayores tienen un volumen menor de agua en sus cuerpos y pueden aumentar el riesgo por asociarse a otras enfermedades y a las medicinas que ingieren, el cuidado debe ser constante.

Personas de cualquier edad pueden sufrir deshidratación si no toman agua suficiente, así como quienes realizan actividad física intensa.

Asimismo, deportistas y quienes trabajan al aire libre están expuestas a daños que pueden prevenirse con mayor protección de los rayos solares.

Entre las enfermedades causadas por el calor se encuentra, además, el agotamiento –patología más frecuente– y resulta habitual en mayores con padecimientos cardíacos y tratamiento diurético.

Hay que tener muy en cuenta que uno de los principales daños es la deshidratación, que ocurre cuando no se reponen los fluidos perdidos por el calor y que resultan vitales para las funciones normales del cuerpo.

No es mera información lo que pretendo compartir, sino aspectos útiles para que la población y entidades eleven la “temperatura” en los cuidados a quienes necesitan más protección ante las amenazas del excesivo calor.

(*) Colaborador

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Isla de la Juventud Opinión
Diego Rodríguez Molina
Diego Rodríguez Molina

Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana.

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