26, en dos tiempos

“¡Quiero diez muertos por cada baja nuestra!”, ordena el tirano Fulgencio Batista al conocer del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, por  jóvenes de la Generación del Centenario bajo la guía política y militar de Fidel Castro Ruz, aquel 26 de Julio de 1953, para  iniciar  la última etapa de lucha por la emancipación nacional.

El grupo dirigido por Abel Santamaría Cuadrado, conformado por el doctor Mario Muñoz Monroy,  Melba Hernández Rodríguez del Rey, Haydée Santamaría Cuadrado y otros revolucionarios ya estaban dentro del hospital civil Saturnino Lora para apoyar la toma de la posta # 3, cuando escuchan el tiroteo y se disponen a combatir.

Al quedar cercados los apresan y llevan a los calabozos, antes asesinan por la espalda al doctor Muñoz Monroy. El coronel Alberto del Río Chaviano, jefe de la segunda fortaleza militar del país, prueba todos los métodos de torturas sin arrancarles una confesión, ni siquiera a las mujeres.

Un esbirro entra a la celda y martiriza a una de ellas: “Este ojo es de tu hermano, si tú no dices lo que él calló, le sacaremos el otro”. Haydée responde con firmeza: “Si ustedes le arrancaron un ojo y no dijo nada, mucho menos lo diré yo”.

Enfurecidos el Chacal de Oriente y sus matones las golpean y queman sus brazos con colillas encendidas, sin conseguir su propósito.

A pesar del derroche de valentía y dignidad, los revolucionarios –inferiores en número y armas– no pueden tomar la fortaleza; los  sicarios masacran a la mayoría, enjuician a los sobrevivientes, los condenan a prisión y los envían al recinto carcelario de Isla de Pinos, donde sufren casi dos años de confinamiento.

El revés de la gesta del Moncada sirve de motor impulsor de futuras acciones que finalizaron con el triunfo definitivo de la Revolución.

Nexos históricos unen esa epopeya con el frustrado alzamiento independentista acontecido 57 años antes en la propia Isla de Pinos, cuando un grupo de patriotas (varios nativos y deportados) fraguan una audaz acción otro 26 de Julio, pero de 1896.

Planifican secuestrar a José Bérriz –jefe de guarnición y hombre de confianza del Capitán General de Cuba Valeriano Weyler –, ocupar el cuartel, distribuir las armas, proclamar la independencia e incorporarse a la invasión del Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales por el occidente cubano.

La joven camagüeyana Evangelina Cosío y de Cisneros, hija de un deportado, es el eje principal de la intrépida asonada, la cual se frustra al tenerse que retirar los patriotas bajo intenso tiroteo, ser apresados, muchos asesinados o caer en la acción como el joven pinero Bruno Hernández Blanco. A ella la trasladan y condenan a más de 20 años de cárcel, muere en Cuba a los 98 años, abrazada a la Revolución y la despiden con honores militares.

A  pesar de haber sido frustrado, el alzamiento del 26 de julio de 1896 resulta el mejor momento para desarrollar un movimiento insurreccional aquí y demostrar que las tradiciones patrióticas de la nación tuvieron una respuesta en los sentimientos independentistas del pueblo pinero, dada la incorporación de un gran número de jóvenes oriundos de esta tierra al levantamiento, que tuvo una gran repercusión en Cuba y llegó a los campos de combate del ejército mambí.

Otros artículos del autor:

    None Found

26 de Julio 2023 Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

Colaboradores:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *