Vivir sin humo

–Ay, tía, quiero dejar de fumar, pero no puedo.

–Cómo no, Leo, lo dices como si llevaras toda una vida fumando y en honor a la verdad, no llegas a un año, con lo cual te quiero decir que tu dependencia a la nicotina no es tan fuerte, así que…fuerza de voluntad, mi niño.

Y durante nuestra conversación salió a relucir sus inicios a escondidas cuando terminaba la secundaria, así, como comienzan muchos de los adolescentes, para ser aceptado en el grupo, estar a la moda, exaltar su varonilidad y atraer más “jebitas”; mientras todos en la familia te lo reprochábamos.

Entonces aproveché para contarle la historia de un amigo mío de antaño, con quien no solo compartí el olor a plomo en la imprenta del poligráfico Pablo de la Torriente Brau, las madrugadas por el cierre del periódico, creativos diseños para la edición impresa y digital sino también farras por ser buen bailador de casino, que ahora padece de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

Mi hermano, como le suelo decir con profundo cariño, se ha visto entre la vida y la muerte. Todavía tengo fotografiada en mi mente el día en que salimos, su esposa y yo, corriendo para su casa porque andaba con una de sus crisis, ligadas con pánico, debido a la terrible sensación de asfixia.

Tampoco olvido sus días en terapia intensiva, donde a través del espejo lo veíamos entubado y de las tantas veces que le recomendamos alejarse del cigarro, más cuando los médicos ya le habían avizorado su problema respiratorio, pero él, a pesar de conocer los nefastos efectos de la dependencia, insistía en seguir atado a ese tabaquito blanco que le pone zancadillas a su vida y a la de cientos de personas.

Es que los fumadores se adentran de tal manera en el “placer”, al punto de sentir distante el hecho de ser víctima en algún momento de una cardiopatía coronaria o accidentes cerebrovasculares.

Lo digo por experiencia propia, pues fui fumadora por varios años hasta un buen día en que la “pelona” me quiso llevar en una segunda intervención quirúrgica, ante un intento de paro respiratorio, pero el actuar de los médicos lo impidió.

En Cuba el tabaquismo se encuentra entre las principales adicciones y según los especialistas se aprecia un comenzar cada vez más temprano en la adolescencia, etapa de la vida donde son marginados o catalogados como “rompe grupo” a quienes no se llevan a la boca un “puro”.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año el tabaco le lleva la vida a más de 7 millones de personas; no obstante, a pesar de las campañas de orientación mediante la prensa, ya sea escrita, radial, televisiva o digital; así como por diversas organizaciones e instituciones educacionales y de salud, todavía se carece de una  percepción real del riesgo y de los estragos que le provoca al bolsillo.

A su vez –y de manera paradójica–  nuestro país alcanza no solo una superior producción sino también fama mundial en cuanto a la producción tabacalera y especula de reconocidas marcas: Romeo y Julieta, Cohíba, H.Upmann, Montecristo…, con vista de inyectar divisa a la economía nacional. De hecho la Isla de la Juventud también aporta capa exportable.

Pero si alarma el crecimiento de los fumadores activos también de los pasivos, cuyos pulmones no escapan del peligro al estar  expuestos al humo ya sea en la propia casa, el trabajo, la escuela, la guagua u otro espacio público y cerrado, cuando está prohibido desde 1974.

Es 31 de Mayo, Día Mundial Sin Tabaco, y las acciones institucionales como personales deberían intensificarse en aras de disminuir el hábito de fumar, pero no solo hoy sino todos los días porque, créanme, vivir sin humo, además de ganar en salud, tiene sus encantos.

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Karelia Álvarez Rosell
Karelia Álvarez Rosell

Licenciada en Defectología en la Universidad Carlos Manuel de Céspedes, Isla de la Juventud. Diplomada en Periodismo con más de 30 años en la profesión.

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