Toby, el sato del barrio

Cuba tendrá un Decreto Ley sobre bienestar animal que apela a la sensibilidad sobre el tema y a una mayor responsabilidad social

A Toby lo quieren todas las familias de aquella calle. Es el perro del barrio, razón por la cual gritaban: “suéltalo, abusador”; “mírale las paticas…, le sangran”; “que alguien los separe”; “él es sato, no de pelea; déjenlo, abusadores”… Otros, indolentes e eufóricos, expresaban: “Sí, muérdelo, para que no lo traigan más”; “desbarátalo…”; “tú eres viejo, pero de colmillos nuevos”.

Toby después de la batalla, fiel a su dueño a pesar del dolor.
Foto: Gloria Morales Campanioni

Tal algarabía al caer la tarde de ese sábado hizo salir a los vecinos, me sumé a los curiosos al pensar que alguien pudiera necesitar asistencia hospitalaria, pues la bulla no dejaba identificar la causa del alboroto.

Había ido a visitar a mis familiares y senda sorpresa me llevé al ver cuando un grupo de muchachones “atizaban” a dos perros a degollarse uno al otro, al tiempo que se sumaban espectadores insensibles en busca de ganancias con apuestas de hasta 100 pesos por quien ganara.

Termina la confusión y veo a Toby retirarse con su cabeza en alto, mas una de sus patas apenas lo sostenía, lo acompañaba su dueño, quien dándose palmadas en el pecho, vociferaba: “Mi campeón tiene 14 años, tráelo de nuevo por el barrio y verás cómo te lo liquida”.

−Oiga, casi le matan a Toby por dinero, le dije.

−Ellos son los culpables, pasaron por aquí con su perro, lo provocaron y él respondió. Ladró, gruñó, mostró los dientes…, hizo un despliegue de sus armas para intimidarlos, pero imagínese…, replicó el dueño.

−Les advertí una y otra vez que Toby estaba enfadado y atacaría, prosiguió, no me hicieron caso y armaron ese show. Ofrecieron 80 pesos, me negué porque el mío es un perro viejo y sato; tiene colmillos afilados, pero no lo echo a pelear. Ellos me sacaron del paso y les seguí el juego, sentenció.

Desde esta vista aprecié cómo comenzó la “diversión”.
Foto: Gloria Morales Campanioni

Entonces se “armó” la pelea, lo cual es normal entre perros al considerar que uno similar ha invadido su espacio y amenaza su liderazgo cuando se acerca demasiado.

− ¿Usted no sabe que los encuentros entre perros no siempre son pacíficos y pueden generar conflictos graves?, le requiero.

−Aunque lo crea obediente y tranquilo con las personas, se mostró agresivo frente al otro. Dónde está ahora, porque lo vi retirarse herido, expreso con dolor.

−Encerrado, dentro de unos 15 días ya estará de pie, contesta de forma seca.

− ¿Pudiera traerlo para ver cómo quedó su pierna?, sugiero.

Solícito fue en su búsqueda. Lentamente llegó y pude fotografiarlo, su mirada arrugaba el corazón de cualquiera, ante el flash se quedaba quieto. Nunca antes lo había visto, estaba de visita en aquel lugar y ya lo consideraba también el perro de mi barrio, sus mordidas las sentía en mi piel, así como sus  gemidos de dolor.

Lo miraba un tanto triste, Toby no es de las denominadas razas “agresivas” o de “ataque”, aquellas mordeduras en sus patas tal vez se infecten, pues existen bacterias en la cavidad oral de los caninos. Su dueño seguro no lo imagina, no induce tampoco que urge llevarlo al veterinario en busca de primeros auxilios para limpiarlas con suero, agua o soluciones yodadas, cubrirlas con gasas o paños limpios y brindarle cuidados.

−Lo trancaré unos días, subrayó. Para la semana que viene ya estará curado, dice en voz alta.

Puede ser, imagino mientras me alejo de la casa de mis familiares, pero a la vez pienso en otras complicaciones asociadas a este tipo de lesiones: laceraciones musculares, abscesos, fracturas y perforaciones de pulmón o de órganos abdominales como intestino, hígado o bazo.

En cada paso medito en las agravantes de aquel suceso sabatino. Los “dueños” también pudieran haber terminado con alguna lesión, aunque lo idóneo habría sido no dejarse provocar, actuar de manera enérgica ante los indolentes y evitar a toda costa que Toby resultase víctima de tanto maltrato.

Casi llego a casa y mi corazón permanece estrujado por la imagen triste dejada a la vista de todos. ¿Qué pasará con Toby, seguirá siendo el perro sato del barrio?

Según opinó Yulia Nela Garrido Fuentes, licenciada en Derecho y vicefiscal Jefa Municipal: Tanto los dueños de los animales como las personas que participaron en la pelea y apostaron dinero incurrieron en un delito de Juegos Prohibidos previsto y sancionado en el artículo 219.1 del Código Penal, el cual establece que “… el promotor de juegos ilícitos es sancionado con privación de libertad de uno a tres años o multa de trescientas a mil cuotas o ambas”.

La conducta delictiva se agrava según el inciso 2 del artículo 219 que expresa: “Si el delito previsto en el apartado anterior se comete por dos o más personas, o utilizando menores de 16 años de edad, la sanción es de privación de libertad de tres a ocho años”.

 

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