Ya el capitalismo y su emperador no tienen qué inventar y menos qué ofrecer en sus lujos, opulencia y cofradías palaciegas, a no ser sus macabras prácticas y absurdas estrategias.
Ya el capitalismo y su emperador no tienen qué inventar y menos qué ofrecer en sus lujos, opulencia y cofradías palaciegas, a no ser sus macabras prácticas y absurdas estrategias.