¿Sancionadores sancionados?

Son los mismos. Sí, el imperialismo norteamericano, la Gran Nación, los paladines de la democracia, los que apoyaron y estimularon las revueltas en Ucrania, Irán, Hong Kong, Venezuela y otros países e hicieron caso omiso a los movimientos sociales en Chile, Ecuador, Bolivia, Perú, la Argentina de Macri, Colombia y, por demás, han financiado abiertamente la contrarrevolución en Cuba hace más de 60 años, que en estos tiempos de pandemia global arrecian tratando de subvertir la Revolución con el cierre del cerco directo a las familias cubanas.

Ellos son sancionadores porque de una u otra forma, desde que existen como nación se han dedicado a eso: A sancionar mediante guerras de todo tipo, medidas arbitrarias e ilegales, violación de protocolos internacionales o rompimiento con ellos y chantajes, como mecanismos preferentes de imposición para robar bienes, imponer su voluntad y apoderarse de las riquezas de otros.

Pero a la vez son sancionados, sí, porque fueron y están condenados por la historia a desaparecer como imperio. La historia de la sociedad bajo el prisma del desarrollo y la sucesión, supeditado a leyes que ha establecido una teoría objetiva y dialéctica a la vez por los modos de producción, expuesta por Marx y en la que el capitalismo, cuya fase superior y última es el imperialismo, hoy es incapaz de renovarse con la satánica globalización neoliberal, mas recaen la clase obrera, las masas, la responsabilidad para asumir los cambios necesarios a favor de la historia, aunque el decrépito sistema trate de impedirlo.

La tan ensalzada democracia burguesa lo ha puesto todo al revés, no ha sido más que una gran pantalla tras la cual se ocultan la omnipotencia, la arrogancia y la opresión, pero eso ya lo comprenden los pueblos.

Lo único que ha hecho la actual administración que gobierna en la Casa Blanca es violentar tales leyes y procesos, utilizando la mentira como pilote, lo cual ha llevado a que los más desposeídos se cohesionen y luchen por lo que les pertenece e históricamente les ha sido arrebatado.

No aprendieron la frase de uno de sus presidentes. “Se puede engañar a la gente por un tiempo, no todo el tiempo”. Ahora pretenden que la población estadounidense les crea a sus desprestigiados gobernantes con alma de malditos payasos, que ellos no son culpables de sus males cuando en realidad sí lo son.

Esa es su sanción, su inevitable condena, desaparecer como sistema, y abusar del camino más corto como se ha explicado en otras reflexiones, los ha llevado a esa conjugación perfecta de descontrol de la pandemia en la que ya rebasó los 2,5 millones de personas infectadas, para convertirse en el país con más casos en el mundo por delante de Brasil, y superar los 126 100 muertos hasta inicios de semana, recesión económica con unos 120 millones de desempleados, la mayoría en condiciones de miseria.

A esto se suman las protestas sociales de cientos de miles en esa “gran nación” y el mundo, ahora denunciando el racismo y la agresión policial, pero que en el fondo están las inconformidades e incompetencia del sistema, diseñado para el dinero y no para el progreso del hombre.

Las nuevas generaciones, con un criterio más racional, justo y consciente de su papel en la transformación de la sociedad y de los males que llevan los millones de seres humanos que tienen sobre sus espaldas producir para que una mínima cantidad de explotadores vivan en la opulencia, jugarán el papel que les corresponde en este minuto de la historia para hacer que los sancionadores terminen por ser definitivamente sancionados por los pueblos.

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