Salvajismo y desprecio sin secretos

Tomada de Internet

Hay tres personas en cada uno de nosotros: el Yo Público, el Yo Ideal y el Yo Real. En los estados o naciones ocurre similar. Y se escamotea lo real junto con lo ideal, en esta moneda de tres caras solo se deja ver la más conveniente, la pública. Pero a veces ocurre que un documento escrito para un círculo muy reducido se hace público en la forma y el momento menos esperados.

Así ocurrió a uno de los tantos relacionados con nuestra independencia: un memorando secreto donde Mr. J.G. Breckenridge daba instrucciones genocidas –contra los cubanos–  al mayor general Nelson A. Miles, quien en la guerra hispano-cubano-norteamericana debería tomar Santiago de Cuba y luego La Habana, en 1898.

“Cuba /…/ consiste en blancos, negros, asiáticos y sus mezclas. Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos. Es evidente que la inminente anexión de estos elementos a nuestra propia Federación sería una locura y, antes de hacerlo, debemos limpiar el país aun cuando sea por la aplicación de los mismos métodos que fueron aplicados por la Divina Providencia para las ciudades de Sodoma y Gomorra…”.

En otras palabras, y según este “señor”, los cubanos somos gentuza. Y hay que limpiar la tierra sucia de tal morralla, arrasándola con fuego como hizo la cólera divina contra las ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra, tan degeneradas, pervertidas y corruptas que Dios decidió borrarlas de la faz de la tierra. Las carbonizó de un golpe, como si hubieran recibido un ataque nuclear.

“Debemos destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones –continuaba Breckenridge, por si su general usurpador no le hubiera entendido bien–. Debemos concentrar nuestro bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen la población civil y diezmen el ejército cubano.

“Este ejército (nada menos que nuestro glorioso Ejército Libertador) debe ser empleado constantemente en reconocimientos y acciones de vanguardia, de modo que sufra entre dos fuegos, y sobre él recaerán las empresas peligrosas y desesperadas”.

Ese era el pastel ordenado contra quienes lucharan más de 30 años para hacer libre a nuestra Patria, y ¿qué destinaban a la población civil? El bloqueo, el hambre y la enfermedad. Nada nuevo, ¿verdad? Si bien se mira, la receta que hoy aplican contra nosotros es bastante obsoleta. Ese maniático afán de acabar con los cubanos viene de atrás: somos morralla y no merecemos ni la tierra que pisamos. Aunque ahora, como antes, no les convenga escribirlo, salvo en sus memorandos secretos.

Quienes se creen amos del mundo, con todo y su avanzadísima tecnología, chocan una y otra vez con la misma piedra: pueblos dignos
–como el nuestro– dispuestos a la defensa de la Patria hasta sus últimas consecuencias. Ya les ocurrió en Vietnam, en Playa Girón y ahora en Afganistán, donde el pasado domingo fallecieron en Kabul seis menores a causa del ataque con un dron realizado por militares estadounidenses.

Así lo confirmó el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en el país asiático. Tales son el salvajismo y la impotencia del propio ejército que hace más de un siglo frustró la independencia de los cubanos.

Se les atraviesa en la garganta el hueso de la morralla y no hay vaso de agua ni palmaditas en la espalda que los desatragante.

Mucho y malo propalan ahora mismo contra los talibanes, como hacen a diario contra nosotros; viniendo de quienes siempre nos despreciaron tanto, no me extrañaría si resultaran diferentes.

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