Lejos, donde confluyen otros idiomas, en puntos lejanos de la geografía, se oye un acorde, una letra que refleja rebeldía. Suena La guantanamera o el bolero Lágrimas Negras. La piel se eriza. El alma de los que añoran se retuerce. Hasta allá, a esos puntos lejanos de la geografía, llega Cuba en su música.
Los ritmos cubanos son bandera, desde Asia, Europa, África hasta América. El son, la guaracha y la timba tienen esa sabrosura típica del cubano. Cada letra cruza fronteras, retumba, remueve sentimientos, alborota, y provoca a bailar a quien la escuche.
Muchos intentan socavarla, pero la música de los Van Van, la Aragón o el Septeto Santiaguero no tiene frenos, viaja por la vena del bailador, del cantante, de todos los amantes de la buena música. No es un trabajo de un día, son generaciones de la talla Irakere o el Buena Vista Social Club aportando cultura y dedicación.
No es fácil, pero tampoco difícil. El cubano se reinventa, burla impedimentos, salta barreras y saca música del fondo de la tierra. El cubano es así, baila, guarachea y se ríe. Se olvida de los problemas y canta. Aquí sobra talento y corazón.
Y si en algún momento faltara la guitarra, el piano, la flauta… el alma sobrará para enamorar oídos, porque nos podrán quitar lo que sea, menos la música.
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