Ramón, venerado siempre

A Ramón Fernández Jáuriga le faltaban solo tres días para concluir el Servicio Militar General cuando decidió cumplir misión en una nación africana, porque “ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”.

Partió hacia Etiopía el 25 de diciembre de 1977 y al otro día cumplía 23 años. Sin apenas llegar al mes de su estancia allí, cayó en combate contra el enemigo a la entrada de la Yiyiga, el 22 de enero de 1978.

Aunque de niño le gustaba nadar o mirar el salto de agua del río Agabama, en su natal Fomento, Sancti Spíritus, en sus años mozos prefería montar caballo y acompañar al papá a trasladar las reses.

Dado su definida vocación, la familia no se sorprendió cuando estudió el Técnico Medio en Veterinaria en el politécnico de Villa Clara y al graduarse ejerció en las lomas del Escambray y luego lo hizo en la granja pecuaria La Caoba, en la entonces Isla de Pinos.

Era jovial, entusiasta, respetuoso, bailador, de gran calidad humana, responsable en su trabajoy querido por su colectivo.

En el curso de los años las lágrimas devinieron veneración y la familia y el pueblo siempre tienen un motivo para mantenerlo vivo, en la fibra más íntima de su pensamiento y corazón.

Es que en Cuba los mártires son sagrados. Perviven en los pétalos de las flores, en una carta amarillenta doblada dentro de un estuche, en un último mensaje escrito en un trozo de papel, en los retratos colgados en las paredes de las casas.

Sus restos, como el de miles de internacionalistas caídos en misiones en África, reposan en el Panteón de los Caídos en la necrópolis de Nueva Gerona. Ramón tiene el más exclusivo de los privilegios: ser venerado siempre.

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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