Quimera irrealizable

Foto: Internet

El 20 de noviembre de 1942, en Scranton, Pensilvania, nació quien llegaría a ser el actual presidente de Estados Unidos: Joseph Robinette “Joe” Biden…Y la solicitud para realizar una marcha “pacífica” en nuestro país tuvo como primera fecha precisamente el 20 de noviembre, todos lo sabemos. ¿Simple coincidencia? ¡No, hombre, no! Guatacazo perruno –con perdón de los canes–.

Luego, alguien con un poquito más de años y quizá de seso, les aconsejó variar la fecha para enmascarar las lacayunas intenciones.

Eso demuestra la inmadurez e inconsistencia de quienes, desde afuera, hacen una parafernalia de llamados con todos los matices de odio y violencia. Son casi todos jóvenes, y allá no les va bien; quieren retornar, pero no como derrotados. Y es bueno saber porqué: ¿Cuántos de ellos han logrado allá un buen trabajo, altamente remunerado? ¿Cuántos lograron casarse con una esplendorosa autóctona, rubia y de ojos azules? Ninguno, ¿verdad? ¿Saben ustedes porqué? Porque son latinos –carne de abajo del rabo de las bestias, para decirlo en lenguaje campesino– y se les desprecia por el color de la piel, están por debajo de los millones de negros norteamericanos que hablan un inglés perfecto y no hacen los trabajos inmundos reservados a los latinos: gente despreciable, vaga, borracha y pendenciera. Así nos consideran, y deberían saberlo quienes sueñan con irse para “una tierra donde hay de todo y en abundancia, donde basta dar una patada a las piedras para recoger dólares”.

Esos inadaptados a tanto desprecio son los que promueven revueltas en Cuba, pretenden volver como “triunfadores” adonde crecieron y medraron a su manera, pero donde fueron un hijo de vecino más, como cualquier otro y nunca se sintieron como un perro relegado a estar debajo del banco.

En política esos mercenarios y anexionistas son muy torpes, pues de ella nada entienden; ni siquiera vislumbran que se les desprecie por quienes les pagan. Tampoco tienen un programa a ofrecer. Si mañana mismo esta Isla cayera en sus manos, sería el desbarajuste padre; y tendríamos una tercera intervención norteamericana para enseñar a gobernarnos y educarnos como ciudadanos respetuosos de una Constitución y sus leyes.

Ya que incidentalmente hablé de Constitución, valga precisar que ni la nuestra –ni la estadounidense– autoriza manifestaciones donde se pongan en peligro la tranquilidad ciudadana, se llame a la desobediencia de las autoridades, se promueva el desorden público y peligren los bienes y propiedades sociales o de cualquier ciudadano.

En derecho, de acuerdo a las leyes, determinados actos crean precedentes y no pueden desconocerse en el futuro. ¿Qué ocurrió hace tres meses, el 11 de julio? Las imágenes grabadas se conservan y constituyen una alerta de lo que debe evitarse, de lo que nuestras autoridades no pueden permitir se repita. Por eso no se autoriza una marcha “pacífica” como aquella. Si entonces hubieran actuado de otra forma, ahora podrían alegar un derecho real a manifestarse otra vez, pero no lo hicieron. Crearon un mal precedente.

En consecuencia, el agasajo de cumpleaños ideado para congratular a “su” Presidente se les quedará… colgado para siempre como otro de los tantos malos sueños de sus lacayos, una quimera irrealizable.

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