Pacto no, capitulación

Tras la pérdida de sus padres, en conmovedora carta escrita a José Martí, el Mayor General Antonio Maceo Grajales pone al desnudo un sentimiento muy hondo al decir mucho, en tan corto texto:

“Tres veces en mi angustiada vida de revolucionario… he sufrido las más fuertes y tempestuosas emociones de dolor y tristeza…Ah! ¡Qué tres cosas! Mi padre, el Pacto del Zanjón y mi madre (…)”.

A través de sus letras deja ver el Titán de Bronce al hijo agradecido y al patriota incorruptible cuando sitúa en igual nivel su pesar por el deceso de sus progenitores con su rechazo al oneroso convenio.

El Pacto del Zanjón es el documento contentivo de proposiciones de paz para poner fin a la Guerra de los Diez años (18681878) en beneficio de España, sin obtenerse la independencia de Cuba ni abolir la esclavitud, por eso constituye una capitulación.

Lo firman el diez de febrero de 1878, comisionados del Comité del Centro –asumen de forma ilegítima funciones del Gobierno de la República en Armas– y el general peninsular Arsenio Martínez Campos, capitán general de la Isla, en el cuartel de San Agustín del Zanjón, en el actual Camagüey. Se considera lo acordado válido para las tres regiones en lucha: Las Villas, Oriente y Camagüey.

Sin embargo, al conocer la noticia las huestes de la zona comandada por Antonio Maceo manifiestan su discrepancia y se niegan a deponer las armas. Esos patriotas tenían muy claros sus objetivos políticos ideológicos, junto a una buena disciplina, cohesión y triunfos militares relevantes. El líder indómito califica el Pacto “una rendición vergonzosa y por su parte inaceptable”.

Varias bibliografías y artículos aluden entre las causas del trágico desenlace de la cruenta contienda, factores de carácter económico, social, político y militar como la falta de unidad y recursos, desaliento, indisciplinas, la imposibilidad de convertir la guerra regional en nacional, la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos, ausencia de mando militar centralizado, celo personal, pugnas de poderes entre la Cámara y el Ejecutivo, entre los jefes militares y entre ellos y el aparato civil y sediciones militares.

A partir de esas circunstancias se polarizaron las fuerzas revolucionarias en dos tendencias: la indecisa clase terrateniente que adoptó posiciones claudicantes y el surgimiento de una nueva vanguardia radical liderada por jefes de procedencia popular.

Esa intransigencia del Titán y seguidores posibilitó transformar la capitulación en tregua fecunda con su Protesta de Baraguá, la cual cobra más vigencia hoy para la continuidad de la Revolución.

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Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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