Ni en el Ejército Rebelde a los 16 años, ni en la lucha contra bandidos, ni cuando cumplió en Angola la misión de poner bajo tierra a nuestras unidades experimentó Rafael Naranjo Zapata lo vivido en abril de 1961 en Playa Girón, donde vencieron a los mercenarios en menos de 72 horas y propinaron al imperialismo su primera gran derrota militar en América Latina.
El presidente saliente de Estados Unidos, Dwight David Eisenhower, rompió las relaciones diplomáticas con Cuba el tres de enero de 1961 y amenazó con una invasión militar.
Desde hacía meses nos preparaban para enfrentar una agresión, yo pertenecía al Batallón de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), su jefe fundador era el Comandante Efigenio Ameijeiras Delgado y me movilizaron a lo largo del litoral habanero, relata Naranjo Zapata desde su apartamento en Sierra Caballos.
Luego de participar en la Limpia del Escambray, lo acuartelaron en el centro de entrenamiento. Allí supo del bombardeo de aviones yanquis B-26 (con insignias cubanas) a los aeropuertos Antonio Maceo Grajales, de Santiago de Cuba, y los de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños.
Eso fue el 15 de abril y el 16 Fidel proclamó el carácter Socialista de la Revolución ante el pueblo que despedía a las víctimas.
Con una moral muy alta el 18 partimos junto al Batallón 116 de milicias en rastras cerradas hasta Matanzas. Llegamos de noche y el Comandante Efigenio Ameijeiras paró frente al central Australia donde estaba Fidel, a los 30 minutos regresó con la orden de pasar la noche en un montecito cercano en el cual nadie pudo dormir debido al avance de nubes de cangrejos a causa de las explosiones, rememora el combatiente oriundo de Palma Soriano y quien celebrará el 28 de junio su 79 onomástico.
Al amanecer –prosigue– salimos a pie desde el central hasta Playa Larga para batirnos con un enemigo superior en número y armamento… Uno de los tramos lo hicimos a paso doble porque la aviación yanqui el día antes bombardeó y echó napalm a los camiones dejados por las primeras tropas a ambos lados del camino y todos los transportes ardían.
Seguimos por el terraplén, de un lado estaba el mar y del otro la ciénaga, si caías en el pantano te hundías y eras presa de los cocodrilos. Al salir al terreno firme no pudimos hacer trincheras por el diente de perro, además el enemigo estaba emplazado en una pequeña pendiente al final de Playa Larga. Mi batallón era de infantería, yo pertenecía a la tercera compañía de fusiles automáticos Fal.
Ellos empezaron a retroceder. Cuando los teníamos en jaque, a eso de las tres de la tarde, tiraron un morterazo y la onda expansiva me levantó y tiró en la polvareda, un compañero me dijo que sangraba. Estaba herido en el pecho con un fragmento de mortero.
El jefe de la artillería antiaérea, conocida como cuatro bocas, me recogió en el yipi y llevó hasta el puesto médico; luego fui trasladado en ambulancia al hospital de Matanzas.
Pasó a la vida civil en 1964, laboró en la construcción, vino a la Isla como parte de un contingente en enero de 1975 para el montaje de la planta eléctrica y decidió quedarse. En 1982 ingresó en el Ministerio del Interior, donde se jubiló en agosto de 1992.
Han pasado seis décadas de la epopeya de Girón y este hombre no olvida a los caídos por la soberanía de la Patria; tampoco ha dejado ni un instante el campo de batalla, ese que defiende en cualquier frente con la confianza en que los jóvenes seguirán el legado de nuestro Comandante en Jefe.