
Y el Maestro volvió, regresó multiplicado en cientos de tiernos corazones; en el azul, el rojo y el blanco del cual iban pintados los sueños de los pioneros que desfilaron en su memoria este 28 de enero por la ciudad de Nueva Gerona, cuando se cumplieron 167 años de su natalicio allá en la calle Paula de La Habana colonial.
Volvieron Nené, Loppi, Pilar, la mora de Trípoli y cada personaje que a los niños llenan de ilusión y enseñanzas, pues esa era la intensión de José Martí desde que los pensó y recopiló en el fabuloso libro que es La Edad de Oro.
Maestros y padres se unieron a la simbólica marcha para rendir merecido tributo a quien, además, su pensamiento imprimió un principio inmortal a la Constitución de los cubanos, como él quería: “… que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Por su dedicada voluntad de luchar por la independencia del mayor de los Archipiélagos y por creer en el mejoramiento humano, también lo recordamos cada día.
DE LA MANO DE LOS PERSONAJES DE SUS LIBROS
La noche anterior había sido lluviosa, característico de esta época del año y de un creciente cambio climático que arrecia y pone patas arriba las estaciones anuales; el agua que todavía corría por los bordes de las aceras intentó mojar algunos zapaticos de rosa, incluso la charca del camarón encantado estaba bastante revuelta, incluso así todos los personajes llegaron al encuentro.
De mano de sus papás, principales arreglistas de los deslumbrantes trajes, llegaron la mayoría; traían morral, pico, muñecas, lazos y hasta balde, aro y paleta para homenajear a su creador, quien los idealizó porque los niños nacieron para ser felices, porque ellos son los que saben querer, son la esperanza del mundo.
Así taconeó la bailarina española, acompañada por coros y voces de la Escuela Elemental de Arte Leonardo Luberta Noy, a la vez que los banderines alzados por los pioneros ondeaban de alegría.

El desfile comenzó después, Alberto el militar lucía reluciente el uniforme, iban juntos los niños de escuelas primarias, secundarias, politécnicas y preuniversitarias; hicieron parada frente al Museo Municipal, donde hace 150 años atrás –cuando visitó la antigua Isla de Pinos en tránsito hacia su destierro a España– llegaba desde el Abra para un pase de lista ante las entonces autoridades coloniales.

Mas, en esta ocasión quienes dijeron “presente” fueron los diversos planteles educativos del Municipio, al tiempo que los pioneros exploradores –con el típico uniforme de campaña– demostraban sus habilidades cual firme convicción de defender siempre la Patria socialista, mensaje que a lo alto elevaban las palomas soltadas allí en simbólica muestra de paz, amistad y amor.

CON PASOS FIRMES HASTA EL ABRA
El recorrido prosiguió hasta la finca el Abra, ahora casa museo y Monumento Nacional; ya no estaban los más pequeños, pero sí los adolescentes y jóvenes que como Fidel llevan bien adentro las doctrinas del Maestro.
Conducidos por la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (Feem) y acompañados en el lugar por autoridades locales ofrecieron muestras de respeto para con los descendientes de la familia Sardá-Valdés que en su seno acogió al joven Pepe.

Xavier Gaspar Pupo Guevara, presidente municipal de la referida organización estudiantil, recalcó el compromiso profundo de las nuevas generaciones con la continuidad histórica de la Revolución, la cual inició con los primeros despuntes de las gestas independentistas.
El Apóstol, uno de los principales protagonistas de aquellos inicios, es y seguirá siendo paradigma de una línea única de pensamiento que seguimos los cubanos. Por eso allí, donde con celo son resguardados valiosos objetos que pertenecieron a Martí repudiaron cualquier indicio de ofensa contra el gran pensador y hombre de acción.
Asimismo, en centros de trabajo y otros, los colectivos se reunieron para recordarlo. Aquí, donde fue curado una vez de las heridas del presidio habanero, su pueblo agradecido no permitirá jamás otra llaga, muchos menos si se trata de mancillar su dignidad, la misma que defendió tanto –sin importar la raza– para el resto de los hombres.


