Máximo Gómez, guerrero sin tacha

Foto: Internet

“Nadie se levante, haga fuego, ni me siga, hasta que yo salte al camino y grite: ¡Al machete!”, ordena Máximo Gómez  Báez, al puñado de hombres bajo su mando.

El audaz estratega militar, nacido el 18 de noviembre de 1836 en Baní, República Dominicana, tiende la emboscada para inmovilizar a la columna del coronel español Demetrio Quirós Weyler  durante su avance hacia Bayamo.

Gómez Báez, incorporado al Ejército Libertador desde el 14 de octubre de 1868, tiene entre sus proezas la dirección de la primera carga al machete, arma blanca empleada en su país contra los invasores de Haití e introducida por el insigne guerrero en la manigua, donde alcanza mayor dimensión con la combinación machete-caballería.

Debido a su incesante batallar lo declaran ciudadano cubano y dada su capacidad para preparar un ejército y vencer al enemigo lo ascienden a General durante la Guerra de los Diez Años, al cesar  la contienda marcha con la mujer y sus hijos al exilio sumido en la miseria.

Los dos generales: Antonio Maceo Grajales y él conocen a José Martí Pérez, en Nueva York, mientras prepara el reinicio de la lucha armada en la isla antillana.

En expediciones dirigidas por el Partido Revolucionario Cubano arriban el primero de abril de 1895 los hermanos Maceo por playa Duaba, cerca de Baracoa; en tanto, Gómez y Martí desembarcan por Playita de Cajobabo, Guantánamo, el 11 de abril del propio año, para incorporarse a la Guerra Necesaria que ya había comenzado.

Pocas semanas después constituyen la jerarquía militar del Ejército Libertador y nombran a Gómez General en Jefe y a Maceo  Lugarteniente General. Ambos reciben con inmenso dolor la noticia de la caída de Martí en Dos Ríos, pero no detienen la beligerancia y protagonizan la Invasión de Oriente a Occidente desde Mangos de Baraguá  el 22 de octubre de 1895  hasta Mantua, donde llega Maceo el 22 de enero de 1896.

Al saberse de la caída del Titán de Bronce y de Francisco “Panchito” Gómez Toro, el hijo del Generalísimo, el Viejo, como le decían sus íntimos, se pone de pie con el rostro compungido por la pena, la cual deja plasmada en carta enviada a María Cabrales, esposa de Antonio Maceo Grajales.

“Usted que es mujer, usted que puede sin sonrojarse ni sonrojar a nadie entregarse a los inefables desbordes del dolor, llore, llore, María, por ambos, por usted y por mí, ya que a este viejo infeliz no le es dable el privilegio de desahogar sus tristezas íntimas desatándose en un reguero de llanto”.

Así es Gómez, un hombre fuerte y sensible a la vez, quien sufre en su propia familia la pérdida de sus tesoros más queridos sin dejar de hacer revolución ni desprenderse de sus ideales.

El héroe de mil batallas sobrevive a las guerras y en medio de su campaña política en contra de la corrupción gubernamental muere en La Habana el 17 de junio de 1905.

Otros artículos del autor:

Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

Colaboradores:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *