Lugar de obligada visita

Doralkis contribuye a la conservación de las piezas museables. Foto: Víctor Piñero Ferrat

El Museo de la Finca El Abra en la Isla de la Juventud celebra su aniversario 75

 

Aunque jóvenes aún, las primas Doralkis Herrera Arregui y Liset Pozo Arregui son hoy las trabajadoras de más antigüedad en la Museo Finca El Abra. En unos pocos meses cumplirán 13 años allí como veladoras y han encontrado en el histórico sitio remanso de paz.

“Recuerdo que fui a Patrimonio y me dijeron que acá había plaza, desde entonces estoy aquí”, rememora Doralkis. “Me gusta el lugar, su tranquilidad, el colectivo y siente muy cerca la presencia de Martí.

“Los visitantes preguntan mucho, por eso debemos conocer de su vida y obra, pero sin dejar de cuidar documentos y vitrinas, además de evitar se cometan indisciplinas como la de entrar fumando o con bebidas”.

Ellas como las otras ocho que allí laboran de una plantilla de 12, viven un intenso inicio del 2019 pues en pocos días celebrarán el 75 aniversario la institución, a la que llegan más de diez mil visitantes por año, ávidos de saber. Los estudiantes son asiduos para beneficiarse de visitas libres o dirigidas, servicio de fotografía y consulta de bibliografía.

EXPOSICIÓN Y APERTURA COMO REGALO

Además del cumpleaños del museo, este 28 de enero se celebran los 166 años del natalicio de José Martí, especiales motivaciones para comenzar a las diez de la mañana con una ofrenda floral ante el busto del más universal de los cubanos y luego disfrutar de una velada cultural a cargo del proyecto comunitario De la Isla soy e inaugurar la exposición transitoria 75 aniversario del Museo Finca El Abra, con documentos y fotografías del valor arquitectónico y museológico de la institución.

María Victoria dirige la institución desde hace cinco años. Foto: Víctor Piñero Ferrat

“Concluiremos la jornada del lunes 28 con un brindis. También abriremos al público el Centro de documentación e información sobre la vida y obra de José Martí. Es necesario por los muchos interesados en encontrar información para investigaciones o trabajos en escuelas”, explicó María Victoria Figueredo Couce, su directora, quien desde los 18 años se enamoró de los museos cuando comenzó en el municipal de Batabanó y desde hace cinco hizo suyo El Abra.

“Pretendemos que las personas vengan y consulten bibliografía; que tengan un centro donde puedan documentarse. Ahora comenzamos con lo que tenemos, pero iremos adquiriendo más materiales. La Sociedad Cultural José Martí donará documentos, pero la mayoría está en formato digital y no disponemos de computadora, mas, lo entregado por el Centro Municipal del Libro y la Literatura es parte de nuestros fondos”.

UN RECUENTO NECESARIO

El Museo estuvo cerrado al público cuatro años por las malas condiciones del techo. En el 2017 se sometió a reparación capital, que comprendió la cubierta de madera, teja y guano, y puertas y ventanas.

“Se restauró el piso del granero, azulejaron los baños, acometieron otras acciones y abrimos el 17 de diciembre de ese año”, agrega.

Explica que no siempre fue como hoy. El primero inició solo con la habitación de Martí, ya en 1960 al Fidel Castro rendirle tributo se reúne con la familia Sardá y orienta reconstruir la casa tal y como era en tiempos del joven Martí, objetivo logrado en 1962 y así sigue en la actualidad. Dispone de seis salas, la cocina, baños, el patio donde está el aljibe sometido a restauración, los exteriores y el reloj de sol, detalla.

PROYECTO QUE ACERCA MÁS A LOS SARDÁ  

Existe un proyecto sociocultural relacionado con el área patrimonial exterior del museo que acerca al visitante a la familia que acogió a Martí, al ingenio de José María Sardá y la época.

Con pasión explica María Victoria que “Sardá compró la finca con 12 caballerías de tierra en 1868 y viene a vivir en octubre a la casa ya construida en 1869. A un kilómetro de acá hay un manantial y lo primero que encontramos es el horno de cal bien conservado y unas pocetas. Allí se quemaban las piedras calizas para obtener la cal…

“Hay también una escalera de piedras que conduce al manantial –precisa–, en el que se ve el ojo de agua; desde donde José María, quien era maestro de obra, ideó un sistema para llevar el agua por gravedad hasta el aljibe y de allí a la casa…, pero en recorrido con visitantes explicamos además de la flora y la fauna.

DONDE BEBER DE LA SAVIA DE LA HISTORIA  

Fidel Cabrera Aguilar, por siempre museólogo. Foto: Víctor Piñero Ferrat

Aunque Fidel Cabrera Aguilar hoy es profesor de la EPEF Manuel Fajardo, del Municipio, no puede desprenderse del museólogo que fue, por eso en la visita al lugar donde trabajó por seis años explica a sus compañeros del II Taller Regional de Historia y Ciencias Sociales de los Profesores del Sistema de Enseñanza Deportiva:

“Esta institución es un gran orgullo y de obligada visita porque lo expuesto abarca la vida y obra del Héroe Nacional, su estancia, y en el amplio recorrido los niños y el resto de los visitantes conocen las actividades desarrolladas por él desde 1870 hasta etapas posteriores.

“Aquí sentí la presencia de Martí. Este es un lugar muy tranquilo, donde puede uno estudiar, pero si a ese atractivo se suma la atención de los Sardá, con quienes hice muy buenas relaciones, entonces uno se siente muy feliz, como lo estoy todavía, de haber sido parte de la institución”.

Así lo confiesa Cabrera Aguilar, y rememora: “quienes aquí laboran también van a escuelas con exposiciones itinerantes y otras acciones”.

Los profesores de Matanzas, Artemisa, Mayabeque, Pinar del Río y la Isla están sobrecogidos y deseosos de conocer cada detalle.

Para María Regla Vico Hernández, metodóloga nacional de docencia del Inder, fue conmovedora la visita al singular sitio en que “tocamos con nuestras manos, como dijera el Apóstol, la letra viva, vemos la historia por nosotros mismos. Es un lugar emblemático por haber permanecido Martí aquí en 1870 en medio de la revolución de 1868, tras salir de la prisión, marcado por el sufrimiento, pero comprometido con la lucha”.

A 75 años de nacido como museo, el lugar conserva el entorno natural que recorrieran los ojos del joven de 17 años y la trascendencia de ser uno de los pocos lugares de la nación que testimonian su presencia.

El Museo es visitado por pineros y personas de todo el mundo. Foto: Víctor Piñero Ferrat

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Cultura Isla de la Juventud
Yojamna Sánchez Ponce de León
Yojamna Sánchez Ponce de León

Licenciada en Literatura y Español en la universidad Carlos Manuel de Céspedes, Isla de la Juventud. Diplomada en Periodismo

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